martes, 1 de noviembre de 2011

ESE ANILLO

Hoy es un día de esos que te gustaría que no existieran. Todos llevamos en nuestro corazón y en nuestra mente a aquellos que ya nos han dejado y, si la pérdida es reciente, parece que nunca lo vayamos a poder superar.
No me gusta el día de hoy. No necesito que me recuerden que una de las personas más importantes de mi vida ya no está conmigo; lo hago todos los días, desde el momento en que abro los ojos.
Se me parte el corazón cuando veo a mi hija pequeña llorar porque quiere volver a darle un beso, porque ya no le sirve cuando decimos juntas: mamá viene de yayo y tú de mamá, tus manos son las de yayo; y nos abrazamos, cada una su propio cuerpo y sentimos su amor por nosotras.
Es difícil acostumbrarse a no poder llamarlo para darle una buena noticia, para tomar un café, para pedir un consejo, ... Es seguir creyendo que, tras varios meses, esto es una pesadilla de la que me voy a despertar.
Cada uno llevamos el dolor de una manera y, unos antes que otros, aprenden a vivir con él. Difícil tarea la que tengo: aprender a vivir con esto.
Se marchó mi consejero, mi hombro en el que llorar, mi confidente, mi contertulio, mi mayor crítico y mi mejor fan; se marchó rápido, sin hacer ruido, igual que había vivido. Una vida intensa y plena, sin una palabra mala para nadie, sin ningún rencor.
Se marchó cuando se dio cuenta que ya no lo necesitaba, que mi vida se había encauzado y era lo suficientemente adulta como para poder vivirla sin su ayuda. Pero lo sigo necesitando todos y cada uno de los días, le sigo pidiendo consejo y sigo cogiendo el teléfono y me quedo absorta mirando su número, aún guardado en mi lista de contactos, contándole mis alegrías y mis penas.
No hay consuelo que sirva, no hay palabras para expresar el dolor porque hasta las palabras duelen.
Seguirá viviendo en mí, en todo aquello que haga; en mis alegrías y en mis tristezas, en mis éxitos y en mis fracasos y, cuando tenga una duda y quiera su consejo, le daré vueltas a su anillo, ése que colocó en mi dedo diciéndome: "Guárdamelo hasta que vuelva a casa", ése que beso todos los días, ése que mi hija acaricia, ése que nunca podré devolver a su dueño.

1 comentario:

  1. El dolor por la pérdida de un ser querido nunca se mitiga,de una u otra manera siempre esta ahi laternte en cada rincón de nuestra mente,aflorando a cada instante sin saber que ignotos mecanismos accionan nuestra mente. Pero ello por otra parte no ha de entristecernos,por que mientras ello suceda estarán vivos,nunca morirán en nosotros Descansen en paz los que se han ido por que de su paz viene nuestra felicidad

    ResponderEliminar