miércoles, 29 de febrero de 2012

MORIR DE AMOR

Duro, difícil y doloroso es intentar comprender lo ocurrido para los que nos hemos quedado aquí; pero en cierto modo, resulta gratificante y digno de ejemplo ver lo que hicieron.
Primero se fue él, rápido, sin avisar, dándonos tiempo a decirle adiós, a que las palabras "te quiero" salieran de nuestra boca y llegaran a sus oídos, a que hiciera planes para un futuro que se iba desvaneciendo sin que ninguno nos diéramos cuenta, a que quedaran pocas cosas qué decir.
Ella tardó tan sólo un año en acompañarle. Los médicos lo querrán llamar como quieran, yo simplemente diré que fue morir de amor.
En esta vida deshumanizada, egoísta, en la que sólo nos miramos el ombligo, yo tuve la suerte de tener unos padres que se quisieron hasta más allá de la muerte. Tanto fue su amor que no consiguieron estar separados más de un año y fue la misma muerte la que les volvió a unir.
Ahora volverán a sonreír el uno junto al otro, seguirán sus paseos, sus planes, su preocupación por sus hijos, pero juntos, como ellos querían.
Debo quitarme de la cabeza la idea de que los necesito, de que aún tendrían que estar a mi lado, de que sigo siendo pequeña y me tienen que proteger. El corazón manda más y me manda que sea feliz por ellos, porque hace muchos años se unieron y decidieron que fuera para siempre y ese siempre continúa más allá de este mundo.
Estoy convencida de que serán felices, de que su amor habrá traspasado lo inimaginable y que ese amor llenará mi corazón, como siempre vi, como siempre escuché, como siempre quise que me pasara a mí.

lunes, 27 de febrero de 2012

ESAS CHICAS ABANDONADAS

De unos años a esta parte todo ha ido demasiado deprisa sobre todo en lo que a tecnología se refiere.
Ahora todos llevamos nuestro teléfono en el bolsillo y, en cualquier parte, podemos hablar con la persona que queramos, incluso podemos vernos sin movernos de donde estamos.
Atrás han quedado los tiempos, no tan lejanos, en que buscábamos desesperados una cabina de teléfono para comunicarnos y dar alguna noticia importante, ya fuera buena o mala. Hoy en día llamamos desde nuestro móvil muchas veces para no decir nada, simplemente para usarlo, porque tenemos uno, porque es de última generación, porque así no nos sentimos tan solos.
Y ahí han quedado esas chicas abandonadas, esas cabinas a las que la gente sólo se acerca para meter el dedo y ver si hay alguna moneda dentro, ésas que aun careciendo de puerta, nos protegen en los días de viento y frío, ésas destrozadas por las manos de gamberros cuya diversión es arrancar los cables y romper por romper.
De vez en cuando tengo la tentación de entrar, echar una moneda y llamar, simplemente por recordar, por volver a sentir. Lamentablemente no funcionan y es entonces cuando echo mano a mi bolsillo para sacar mi móvil , la mayoría de las veces, para no decir nada.

sábado, 25 de febrero de 2012

GRACIAS A MI HIJA

Mara:
Doy a gracias a la vida que hizo que nos encontráramos hace ya algunos años y que tú pasaras a ser mi hija y yo tu mamá.
Tantas cosas cambiaron desde entonces para las dos que sería imposible explicarlas en una carta.
Quiero agradecerte todo lo que haces por mí cada día, tus mimos al despertarte y tus brazos extendidos para que yo te abrace, tu cara de felicidad cuando me ves aparecer en la puerta del colegio a la hora de la salida, tus monólogos sobre tus amig@s y tus peticiones de ayuda para solucionar tus problemas, tus protestas cuando te mando ordenar la habitación o hacer los deberes.
Contigo entendí lo que es dar la vida por alguien, lo poco que importa caminar con unos zapatos viejos si tú los llevas nuevos, presumir de un diente que se ha caído, volver a peinar muñecas y reírme y llorar viendo películas infantiles.
Pero lo que hiciste el otro día no tiene precio. Sólo tu padre y yo sabemos el miedo que les tienes a los payasos, es algo que te aterroriza, pero viste a mamá triste porque yaya se había convertido en una estrella y se había ido al cielo; así que decidiste que tu disfraz de carnaval sería el de un payaso, porque los payasos hacen reír, porque mamá necesitaba reír. Y te pusiste el disfraz sin querer mirarte al espejo, pero segura de que yo te veía y sonreía.
Con tan sólo 8 años me has demostrado que cualquier miedo se puede superar con tal de hacer felices a los que te rodean y nunca, nunca te podré devolver lo que hiciste por mí y lo que haces por mí cada día.
Te quiero.

martes, 21 de febrero de 2012

AHORA NO

No soy más que una persona normal y corriente a la que le gusta plasmar en un papel lo que siente y piensa.  No soy más que una esposa, una madre, una hermana, una tía, una prima. No soy  más que una profesora a la que le gusta que sus alumnos aprendan y acude al trabajo con auténtica vocación. No soy más que una amiga que no necesita decir ni oír por favor o gracias. No soy más que una niña pequeña que ahora se siente sola y desamparada, con la tristeza por corazón y el vacío por cuerpo.
Las palabras no salen. La cabeza quiere olvidar y dormir.
Estos días pasados me decían: "sigue escribiendo", pero no puedo, ahora no. Los días irán pasando, el tiempo ayudará a saber vivir con el vacío y las ausencias y, quizá entonces, pueda volver a dejar mis manos libres y que tecleen lo que mi cabeza y mi corazón les dicen, pero ahora no.

lunes, 20 de febrero de 2012

EL VENDEDOR

En la amplia explanada todos los vendedores gritaban para que la gente se acercara a ver sus productos. Algunos puestos estaban llenos de gente y los objetos eran manoseados por unos y por otros; por lo general, casi todos eran curiosos que habían ido a pasar la tarde del domingo simplemente por hacer algo distinto.
Sin embargo, su puesto estaba vacío. Los que pasaban por él se miraban incrédulos a lo que decía el cartel y, tras leerlo, continuaban su camino con una sonrisa.
Seguramente era una novedad lo que ofrecía y, a veces, las novedades no gustan, pero en su caso sí. Era curioso ver como en aquel mercadillo tan repleto nadie se paraba en su puesto más que el tiempo justo para leer y marchar contento.
Había llegado a primera hora de la tarde, todos los demás vendedores ya estaban llenando sus puestos con las mercancías que habían traído y las colocaban primorosamente para que fueran más atractivas a los ojos del público que, en breve, iba a llenar la explanada. Tras sacar una vieja silla plegable se sentó y, apoyado en sus piernas, colocó un cartel en el que se podía leer: "No vendo nada, pero sí me sonríes yo también lo haré y los dos seremos felices".
Algunos pensaron que era un loco, otros que seguramente habría escondido algo detrás de aquella proposición. Lo que nadie sabía es que había venido desde muy lejos, desde una ciudad remota en la que había dejado una casa enorme llena de riquezas pero vacía de sentimientos y que había decidido buscar la felicidad donde quiera que estuviera. Y no estaba lejos, en cada persona que pasaba a su lado, en todo aquel que leía su cartel, en cada sonrisa que le mostraban y que él correspondía. No vendía nada, no gritaba nada, simplemente sonreía y hacía sonreír, algo difícil en cualquier día normal de las ajetreadas vidas pero fácil de encontrar en quien menos se piense.

sábado, 18 de febrero de 2012

EL DÍA SIGUIENTE

Un día más por delante. Para todos uno cualquiera, pero te levantas y piensas ¿qué hago?.
Todo terminó, el sufrimiento, la espera, el desenlace final, y ahora todo vuelve a la normalidad. Y es esa normalidad, ese día a día que se viene encima como una losa y que te hace pensar que no vas a poder, que tus fuerzas han desaparecido por completo, que todo por lo que tenías que seguir se ha ido con ella.
Entonces escuchas una voz, pequeña, dulce, casi dormida que te dice: buenos días mamá; y te das cuenta que tienes que seguir, que en el vacío que hay en tu corazón hay un puntito de luz, una niña indefensa aún que confía en ti para crecer, para vivir, para no sufrir, para que saques una sonrisa de donde no la tienes, para que sigas dando besos, para que la normalidad no sea tan normal, para que hagas planes para el futuro.
Respiras hondo y piensas que de tus labios no volverán a salir las palabras papá y mamá, pero que ahora las escucharás y tendrás que responder tú.
Sonríes y lloras a la vez, quieres dejar de ser egoísta y pensar que están juntos, como siempre lo habían querido, como la muerte te lo ha demostrado llevándoselos tan rápido y tan seguidos, como ellos habían soñado; y te planteas que tienes que seguir, mirar al cielo y sonreírles y alegrarte por ellos y pensar que, al fin y al cabo, el día siguiente es el primero en el que te vas a demostrar a ti mismo lo bien que hicieron su misión de padres y todo el amor que te dejaron para seguir, para enseñar a esa pequeña, que seguirá diciendo papá y mamá, a  hacer lo mismo que hicieron contigo: enseñarte a vivir feliz.

viernes, 17 de febrero de 2012

MI ABECEDARIO DE LA VIDA

Amor para dar y recibir.
Bondad con los demás.
Cariño en todo lo que hacemos y hacia aquellos que nos encontramos a lo largo de la vida.
Dulzura en nuestros actos y palabras.
Esperanza en un futuro mejor, si no es para nosotros sí para nuestros hijos.
Fuerza para vivir cada día.
Ganas de comerse el mundo y no de que el mundo se nos coma.
Humildad para saber pedir perdón.
Ilusión de niño en cada proyecto que emprendamos.
Juegos entre amigos, porque seguimos siendo niños, a pesar de todo.
Kilos y kilos de sueños e ilusiones.
Llorar de vez en cuando.
Música que nos haga sentir bien o que nos traiga buenos recuerdos.
Nunca olvidar quienes somos.
Olvidar lo que nos ha hecho daño
Palabras amables siempre en nuestra boca.
Querernos a nosotros y a los demás, por cómo son, no por quién son.
Regar cada día el árbol de nuestros seres queridos para que siga creciendo.
Sorpresas que hagan que la vida no sea una rutina.
Tener siempre una sonrisa en la cara.
Unión con los que realmente aportan cosas buenas a nuestras vidas.
Vivir y no sobrevivir.
Wellcome en el felpudo de nuestra casa y de nuestro corazón.
Xenofobia fuera de nuestro vocabulario.
Yeso para tapar los agujeros que la vida ha hecho en nuestro corazón.
Zapatos cómodos para caminar hasta el futuro que nos aguarda.

ADIÓS

Cuando el corazón está roto en mil pedazos, cuando sientes que parte de tu vida se ha ido en un suspiro, cuando gritas y gritas no al cielo pidiendo una explicación, cuando las lágrimas terminan por agotarse, cuando llamas a alguien que ya no responde y sigues a su lado esperando una respuesta que nunca más llegará, cuando sientes la soledad más profunda, es el momento de decir adiós.
Difícil palabra para decir a quien te ha dado la vida, a quien ha estado a tu lado en todos los momentos tanto buenos como malos, a quien te ha hecho persona.
Difícil palabra para quien te dio la mano en tus primeros pasos, a quien curó tus heridas, a quien rió contigo, a quien se alegró de tus triunfos y te apoyó en tus fracasos, a quien vivió y luchó por ti.
Soltar esa mano que has agarrado tantas y tantas veces y que siempre estaba ahí, esa mano fuerte que soñó contigo, que nunca te dejó caer y que, cuando lo hiciste te levantó, esa mano que más tarde se volvió frágil y delicada pero que seguías buscando y siempre encontrabas, esa mano que nunca olvidarás porque acariciaba tu pelo como nadie lo hacía ni lo hará, esa mano que te trajo a la vida y te enseñó a conducirte por ella, esa mano que ahora descansa porque ha terminado su labor y te deja para que sigas tu camino en la vida, convencida de que caerás y te levantarás, que continuarás tu lucha diaria, que seguirás soñando y viviendo, que habrá otras manos más pequeñas a las que tú ahora deberás enseñar.
Difícil momento, maldito momento en que te tengo que decir adiós mamá y soltar tu mano para siempre.

miércoles, 15 de febrero de 2012

SÓLO UNA PALABRA

En este mundo en que vivimos, con unos días alegre y otros triste, con problemas un día y soluciones al siguiente, con risas y llantos, con dolor y paz. En este mundo del que muchas veces nos gustaría desaparecer o simplemente dormir y dormir para no ver, para no escuchar, para no decir. En este mundo que nos ha tocado vivir, sólo hay una palabra que calma todos nuestros males y nos ayuda en cualquier momento: MAMÁ.
Ella es la que nos trajo a este mundo y la que nos preparó para enfrentarnos a todo lo que nos pudiera ocurrir; la que sacó fuerza de donde no la tenía para continuar y ser siempre nuestro apoyo, incluso cuando no estaba físicamente a nuestro lado, la que curó nuestras heridas de guerra en nuestros juegos infantiles, nuestras heridas del corazón en nuestra adolescencia y las heridas de la vida en nuestra madurez.
Nos enseñó a que una caricia en el pelo es la medicina más poderosa para curar todos los males, a que la sonrisa en la cara es el mejor remedio para los problemas, a que el corazón tiene lugares escondidos de los que podemos sacar una buena palabra y un buen gesto hacia los demás.
Ahora muchas de nosotras somos las mamás de nuestros hijos e intentamos que el ciclo se repita, pero sinceramente creo que ninguna superaremos a nuestras antecesoras y, cuando las cosas se nos pongan difíciles y no veamos la salida, o cuando tengamos una alegría y la queramos compartir con alguien, de nuestros labios siempre saldrá esa palabra mágica que nos llena y nos da fuerza para seguir : MAMÁ.

lunes, 13 de febrero de 2012

QUE NO NOS OIGAN

Es normal que los niños discutan, se peleen, tengan sus más y sus menos. A todos nos ha pasado y, en cierto modo, es una buena forma de aprender a defenderse, a saber que el día de mañana se enfrentarán a una sociedad despiadada que ya tiene sus primeras manifestaciones en el colegio.
Los niños son espontáneos, dicen lo primero que les pasa por la cabeza sin saber si van a hacer daño o no, pero nuestra labor como padres es saber hablar o no en casa de según que temas, cuando ellos estén presentes.
En los tiempos en que vivimos, con familias al límite por culpa del paro y haciendo equilibrios para llegar a fin de mes, los que  tenemos la suerte de tener un trabajo debemos evitar hacer algunos comentarios delante de los pequeños.
El otro día al recoger a mi hija en su colegio, un niño salía llorando, su madre le preguntó que qué le ocurría y él contestó que le habían llamado pobre porque no llevaba al cole cromos ni chuches. Muchos de los presentes sabíamos que esa familia está en paro, con lo cuál, algún progenitor ha tenido que decirlo delante del pequeño ofensor. Lo mejor de todo y que se mereció una ovación fue la respuesta de la madre: dijo al niño que el pobre era el otro, porque no tenía corazón al decirle eso y un corazón no se compra con dinero.
De vez en cuando, los mayores estaríamos muchísimo mejor con la boca cerrada delante de los que, en teoría, aprenden de nosotros.

domingo, 12 de febrero de 2012

COSAS QUE PASAN

Demos por supuesto que no está bien reírse de los demás y que lo correcto es reírse con los demás; pero hay ocasiones en las que no puedes evitar hacerlo, siempre y cuando te hayas reído antes de ti mismo.
Sin ir más lejos el otro día y, para no variar, me encontraba en la puerta de mi lugar de trabajo fumando antes de entrar, cuando vi una chica que se acercaba corriendo; sacó las llaves del coche y, a la carrera le dio al botón de apertura. Me fijé en que había dos coches prácticamente iguales y, en el primero, las luces se encendieron como señal de que había sido abierto. Cuál fue mi sorpresa cuando la chica, tras pasar corriendo por delante de mí, se dirigió hacia el segundo coche e intentó abrir la puerta. Indudablemente no se abrió y ella siguió aporreando el botón del mando a distancia y la puerta sin abrirse, mientras el coche que tenía delante seguía encendiendo y apagando sus luces. 
La chica se me miró y yo, como aquel que no quiere la cosa, le hice un gesto con la cabeza señalándole el coche de delante. Su rostro se puso rojo como un tomate y, tranquilamente se dirigió hacia él y se  montó. Ya no hubo miradas entre nosotras; yo intenté disimular y ella salió como alma que lleva el diablo dentro de su coche; esta vez sí, en su coche. Indudablemente me eché a reír cuando desapareció de mi vista.
Todo eso me hizo recordar un día en que yo tenía mi coche aparcado y me había  ido a dar una vuelta por el mercadillo, haciendo hora para entrar a trabajar. La calle que tenía que tenía que cruzar para llegar a mi coche era un poco amplia, de cuatro carriles, y no había pasos de cebra, así que, apretando el botón de apertura corrí y abrí la puerta del coche, me senté y cuál fue mi sorpresa al descubrir que me habían robado el volante...., el volante, los pedales, el cambio de marcha, todo. Fueron unos segundos de agonía, de no saber qué era lo que estaba pasando. Al momento me di cuenta de que me había sentado en el asiento de atrás. 
Tenía el tiempo justo para llegar al trabajo, pero no me impidió permanecer un rato sentada ahí, disimulando, como esperando a que llegara el conductor. Al final no me quedó otra que salir y entrar por la puerta correcta y esta vez sí, ahí estaban el volante, los pedales, la palanca de cambio, todo. 
Me miré hacia los lados para ver si alguien me había visto, y sí, uno de los vendedores ambulantes me sonreía, creo que me sonreía conteniéndose las carcajadas, así que yo comencé a reírme y él lo hizo conmigo. Arranqué el coche, le dije adiós con la mano y me fui.
Creo que, por lo menos, le hice pasar un rato divertido y, a pesar de los primeros síntomas de vergüenza, me fui riendo todo el camino hasta mi trabajo, para llegar y contarlo.
Una vez que pierdes la vergüenza a contar las cosas más ridículas que te pasan, has ganado mucho en considerarte un ser humano, porque todos, absolutamente todos hacemos el ridículo alguna vez y debemos aprender a reírnos de nosotros y con nosotros.

viernes, 10 de febrero de 2012

LOS HIJOS

Los hijos son lo mejor que nos ha dado la vida.
Los hijos son nuestra razón de vivir y nuestro deseo de no morir.
Los hijos son las únicas personas por las que daríamos nuestra vida.
Los hijos son esos seres diminutos que dependen de nosotros para todo y nos responden con una sonrisa.
Los hijos son los que nos hacen llorar cuando nos dicen por primera vez papá o mamá.
Los hijos son los que nos hacen recordar las lecciones del colegio y todo lo olvidado.
Los hijos son los que sólo tienen en la boca el verbo "cómprame"
Los hijos son esos enanos que, en poco tiempo, pasan a ser adolescentes inaguantables.
Los hijos son los que nos hacen revivir nuestros primeros amores y nuestras primeras frustraciones.
Los hijos son los que pasan, en un suspiro, de darnos besos a decir: para que están mis amigos.
Los hijos son los que salen por ahí, con éstos, a no hacer nada y, a pesar de ello, les entendemos.
Los hijos son los que poco a poco van volando del nido y nos dejan sentimiento de vacío.
Los hijos son los que vienen de la universidad cada dos meses a ver a sus padres y en dos horas nos hacen un resumen de sesenta días.
Los hijos son los que luchan por encontrar un trabajo.
Los hijos son los que vuelven a encontrar en papá y mamá el apoyo que siempre tuvieron pero que durante unos años no quisieron.
Los hijos son los que nos presentan a su novio o novia y nos hacen sentir mayores.
Los hijos son los que se marchan de casa para siempre y, a partir de entonces, sólo vendrán de visita.
Los hijos son los que pasan a ser padres y se enfadan con nosotros por malcriar a nuestros nietos.
Los hijos son los que están a nuestro lado el día en que morimos y saben que nuestro último pensamiento es para ellos.
Los hijos son el fruto de nuestra labor como padres, pero nunca serán nosotros.
Los hijos son lo que de pequeños te hubieras comido y de mayores te arrepientes de no haberlo hecho.
Los hijos son lo mejor que nos ha dado la vida.

jueves, 9 de febrero de 2012

AL OTRO LADO DEL ESPEJO

Al otro lado del espejo había un mundo maravilloso en el que me sentía feliz, no había tristezas, simplemente las cosas pasaban porque tenían que pasar; las personas iban y venían, algunas se quedaban un tiempo y otras desaparecían sin darme cuenta; tenía lo que necesitaba para vivir y sabía dónde estaba el límite de las cosas y de las personas, sabía lo que podía esperar de cada una y, sobre todo, lo que podía esperar de mí.
Al otro lado del espejo sólo estaba mi imagen y, por fin, había llegado el día en que me había conocido a mí misma.
Conocerse a uno mismo es una aventura maravillosa, pero a la vez llena de decepciones, de peligros, de tristezas y de alegrías.
Nos gusta analizar a los demás, hablar de su comportamiento, de lo que han dicho o han hecho, pero nos da miedo enfrentarnos a cómo somos nosotros. No somos perfectos y creo que tampoco debemos aspirar a serlo; lo mejor es cometer errores, porque de ellos aprendemos; debemos caer y levantarnos; debemos reír y llorar; debemos aprender cada día; debemos vivir.
Es duro darte cuenta de tus propios fallos, de que tu vida no es la que querías, pero ¿quién la tiene?, sinceramente creo que nadie; a todos nos falta algo, todos necesitamos siempre más.
Lo mejor que nos puede pasar es sentarnos frente a ese espejo que todos tenemos en casa y darnos cuenta que nosotros somos lo que decidimos ser; que la vida no es tan complicada; que todos pasaremos por alegrías y penas; que la vida, como en el espejo, nos devolverá lo que le demos.
Al otro lado del espejo simplemente estamos nosotros: pongamos una sonrisa y el espejo nos la devolverá, digamosle te quiero y nos lo dirá. Al otro lado del espejo, cada vez que nos miremos, estará nuestro mejor amigo, queramoslo.

miércoles, 8 de febrero de 2012

CINCO KILÓMETROS

Cuentan los vecinos que sólo lo veían salir para ir al trabajo; sabían que lo tenía cerca de casa, y que siempre iba andando deprisa. La compra la traían de un supermercado todos los viernes a la misma hora y él la recogía y guardaba para toda la semana.
Siempre fue correcto y educado; acudía a todas las reuniones de la comunidad que se organizaban en el amplio patio de la casa y siempre tenía una palabra amable, una sonrisa y un buen gesto.
Los compañeros de trabajo decían que era uno más entre ellos; no destacaba ni por lo bueno ni por lo malo; quizá lo que sí notaron era que no acudía a ninguna de las comidas o cenas que organizaban; siempre daba una buena excusa, un motivo convincente para no ir.
Muchos se sorprendieron cuando lo encontraron en una red social y vieron que ahí era una persona completamente distinta: era alegre, hablaba con bastante gente y, eso sí, pasaba muchas, muchas horas.
Lo tenían por un bicho raro: no querer ir a una comida con la gente con la que te llevas bien, no quería ni tan siquiera salir al café diario y, había llegado un momento en que ya no le preguntaban y lo dejaban solo trabajando.
Había llegado a tal extremo su soledad, que ni siquiera iba a ver a sus padres que vivían en un pueblecito muy cercano a su ciudad.
En su casa estaba a salvo, ahí nada le podía ocurrir; tenía todo lo que necesitaba para vivir; pero sabía que estaba fallando a mucha gente y aquello le mataba. No era ningún bicho raro, simplemente había encontrado un lugar en el que poder hablar con la gente y no tener que mostrar su rostro, un lugar en el que era comprendido por muchos.
Por la calle se sentía observado, sabía que la gente le miraba con compasión y asco , y eso era algo que nunca había superado y creía que nunca iba a superar. 
Todos los días eran una lucha para él, un reto cada día que se veía incapaz de superar. Se sentía abandonado por muchos que conocían su problema y le decían que eso eran tonterías, a lo que él siempre contestaba: "Si tienes vértigo, tírate en paracaídas, eso es lo que me ocurre a mí".
Aquel accidente que desfiguró su rostro había ocurrido hacía años: estaba borracho y se dirigía a casa de sus padres cuando un animal se cruzó en su camino y, tras frenar bruscamente, salió despedido por la luna delantera desfigurando su rostro para siempre.
Decidió continuar con su vida y olvidar a aquellos que no querían entenderle y, cada día, siguió haciendo su pequeño esfuerzo: llegar hasta la esquina, cruzar la calle, avanzar un poco más,...; sabía que iba por el buen camino, pero que tantos años de sufrimiento anteriores le costaría muchos años de esfuerzo diario.
Siguió y siguió y llegó el día en que consiguió hacer un viaje: cinco kilómetros lejos de su casa, su antiguo hogar, su meta, su felicidad, aunque para entonces ya no hubiera nadie en ella.

martes, 7 de febrero de 2012

VER UNA SONRISA

Creo que al final me cerrarán la boca. Todos los días trago y trago a la misma hora y, dando gracias, es sólo una vez al día, si fueran más no sé que sería de mí.
Cuando vienen a ver lo que he comido siempre ponen la misma cara y, sinceramente, no es de alegría; en mi tripa siempre hay lo mismo.
Recuerdo que mis antepasados comían otras cosas y, cuando la gente iba a mirar lo que había en sus estómagos, había veces que sonreían.
¿Qué se debe sentir cuando ves a las personas sonreír? Sinceramente no tengo ni idea. Si pudiera cerraría la boca cuando vienen a echarme la comida; sé que es todo malo, pero no puedo moverme, no puedo hacer absolutamente nada. Estoy sujeto a este lugar de por vida, hasta que consideren que ya me he hecho demasiado mayor y les he dado muchas tristezas, entonces me cambiarán por uno nuevo, uno que no les traiga malos recuerdos, uno que les haga sonreír alguna vez.
Mi trabajo no es duro, ni mi vida tampoco, pero sé que no hago feliz a la gente. Hay algunos familiares, los que están a mi lado,  que me han contado que a ellos les miran lo que tienen en la tripa y lo dejan ahí durante un tiempo, hasta que casi están a punto de reventar: entre malas comidas y basura les pesa el estómago y les duele, pero no quieren quitarles de dentro todo lo que llevan.
Somos buzones de cualquier patio y sólo nos dan de comer sobres con recibos y facturas, de vez en cuando alguna propaganda. Me gustaría volver por un momento a la época de mis antepasados en que llegaban cartas de amor, de felicitación, de amistad; pero eso ahora ya no se hace, así que tenemos que tragar con todo lo malo.
Llegará el día en que dejaremos de existir, pero siempre habrá alguien que seguirá suspirando por recibir una carta con su nombre escrito a mano y nosotros desapareceremos suspirando por poder haber visto esa sonrisa.

lunes, 6 de febrero de 2012

SE VENDEN HISTORIAS

El otro día en la puerta de mi trabajo, que dando gracias tengo, me disponía a fumar un cigarrillo antes de comenzar la jornada, cuando en la casa que hay justo en frente vi un balcón que se abría y un señor que salía a colgar un cartel de “Se vende”.
Pensé en la pena que uno debe sentir al tener que desprenderse de la que, durante muchos años, ha sido su hogar; donde se han pasado momentos tristes y alegres, donde han crecido los hijos, donde se han creado sueños que se han esfumado y otros que se han hecho realidad.
Vemos por nuestras calles muchos carteles como ése, pero no nos paramos a pensar que detrás de cada uno de ellos ha habido vidas, ilusiones, proyectos, personas que, como cualquiera de nosotros, han intentado seguir adelante y no han podido.
Los que ya volamos hace tiempo de la casa de nuestros padres aún mantenemos en nuestra memoria cada rincón de lo que un día fue nuestro hogar, nuestras inquietudes, nuestros logros y fracasos, nuestra historia.
No son simplemente cuatro paredes con o sin muebles que pasen ahora a otras manos; son vidas de personas que están ahí o que han estado y que, por un tiempo, dejaron parte de su anónima existencia  en ese lugar que ahora ocuparán otros para comenzar una nueva historia.

sábado, 4 de febrero de 2012

MALA DIGESTIÓN

Hoy he tenido la “genial” idea de comer viendo la tele.
En estos momentos, y después de llevar más de una hora intentando hacer la digestión, aún tengo un bolo en el estómago.
En unas cadenas me han deleitado con las noticias; muertes, tragedias humanas, crisis,… ¿no se les ha ocurrido dedicar, aunque sólo sea un minuto, a una noticia agradable?. Como ser humano que soy y, por lo tanto egoísta, he decidido que ya me valía con afrontar mis propios problemas, así que he cambiado de canal. ¿Por qué lo habré hecho?: ante mis asombrados ojos un programa en el que los jóvenes van a buscar al “amor de su vida”. Esto ya me ha superado. No soy tan vieja y, en mis tiempos, era en la calle donde se buscaba ese amor: procurabas ponerte guapa, no parecer una buscona, y te quedabas embobada cuando veías a ese chico que te gustaba tanto. Con sólo verlo ya te ibas contenta a casa.
Está visto que ahora hay que ponerse el maquillaje con rodillo, buscar el mínimo de tela posible para vestirte y salir en la tele para encontrar a tu futura pareja.
Vuelta a coger el mando y cambiar de canal, esta vez a por uno de dibujos animados. Tonta de mí: creía que iba a ver los de mi infancia. Unos bicho-monstruos (no sé bien cómo definirlos) que se transforman o, mejor dicho, “evolucionan” y se dedican a matarse. Quizá eran unas noticias en versión infantil y no me he enterado.
Ante tal panorama no me ha quedado otra solución: poner el canal de música y ver la pantalla en negro. Mañana vuelvo a comer en silencio, mi salud y mi estómago son lo primero.

viernes, 3 de febrero de 2012

FUI UN PAYASO

El otro día en la red social a la que pertenezco, vi una foto en la cual ponía: Lo que han sido tus amigos en una vida anterior y, cual fue mi sorpresa, cuando vi que yo había sido humorista. 
Tiene gracia la cosa, siendo que mi foto estaba junto a la de un payaso y, sinceramente, nunca me han gustado los payasos.
Creo que si hubiera vivido ya anteriormente otra vida, me hubiera negado a volver a este mundo de locos.  Pero mira por donde, va y estoy aquí de nuevo (menos mal que esta vez no soy un payaso), aunque muchas veces tenga algo de payasa, sobre todo si juego con mi hija o hablo con mi gato.
En mi "vida" anterior debí ser un payaso con éxito, porque ahora, a pesar de que lo intento, tengo más días  de llanto que de risas. ¿Será para compensar?.
Realmente no me creo mucho esto de las vidas anteriores y posteriores; se tropieza tanto durante toda la vida que creo que quedan pocas ganas de volver, y sí así fuera, nos podrían dejar elegir lo que queremos ser en nuestra vida posterior; yo lo tengo muy claro, pero creo que, viendo al personaje en cuestión en el que me gustaría reencarnarme, tampoco sería feliz del todo.
La vida a cada uno nos viene como  nosotros la vamos haciendo y como nosotros queremos que se vaya haciendo. Cada día intentamos superar los errores cometidos la víspera y poner buena cara para seguir adelante. No es que esté descontenta con la vida que me ha tocado, todo lo contrario: tuve una infancia realmente feliz, un período que en estos momentos está en un paréntesis y ahora parece que vuelve a brillar el sol; pero creo que es la vida de todas las personas, momentos buenos y momentos malos. Seguiré tropezando y me seguiré levantando y  ¿por qué no? seguiré haciendo el payaso con mi hija y con mi gato.

jueves, 2 de febrero de 2012

PUNTO MEDIO

Somos inconformistas, somos rebeldes, somos humanos. Cuando hace frío esperamos el verano y cuando hace calor esperamos el invierno. A muchos les encantan la primavera y el otoño; a mí, sinceramente, la primavera sólo me gusta la de Vivaldi y el otoño me gusta por la caída de las hojas y porque hace despertar más los sentimientos.
Soy del grupo que prefiere los climas extremos: mucho calor y mucho frío, nada de medias tintas. ¿Tendrá algo que ver con cómo vemos la vida?.
Para muchos las cosas son blancas o negras, nunca grises; otros encuentran algo en ese color intermedio; un punto donde todas las cosas y todas las personas tienen cabida. Pero ¿dónde está ese punto?.
Seguramente todos nosotros tenemos una forma de comportarnos que creemos es la adecuada y correcta, pero algunos verán que somos extremistas y que en nosotros no hay mitades. Al contrario, a nosotros nos costará, en ocasiones, encontrar el punto medio de otras personas; puede que haya ocurrido una situación concreta que nos hace tachar a una persona de una cosa u otra y se quedará ahí, en un extremo.
Hay que aprender a ser parciales, a buscar que las cosas y las personas tienen un otoño entre el verano y el invierno, y una primavera entre el invierno y el verano. La línea recta que une los puntos de buenos y malos puede ser  muy larga y, mientras la vayamos recorriendo, encontraremos sitios en los que estamos a gusto, personas que se han quedado ahí y a las que conocemos, cosas que nos hacen ser felices.
Seguiré apostando por los extremos, en cuanto al clima se refiere, pero empezaré a buscar primaveras y otoños en las personas y, por supuesto, intentaré aplicarlos a mi vida: no todos somos buenos o malos, también están los "medios" y puede que en ellos encuentre algo más de lo que espero y que probablemente me sorprenderá.

miércoles, 1 de febrero de 2012

LUCES Y SIRENAS

Volviendo de mi trabajo en el coche, me tuve que apartar para dejar pasar a una ambulancia que venía a toda velocidad con las sirenas aullando; al momento, la misma operación pero con un coche de la policía. "Un accidente", pensé y, efectivamente, al lado de mi casa había sucedido un accidente.
No me va mucho este tema de ir a cotillear lo que ha ocurrido, así que, de lejos, vi los coches con las luces y un numeroso grupo de gente mirando y me fui  a mi casa.
En la vida hay personas que, a veces, encienden la sirena y ponen las luces para avisarnos de que están pasando malos momentos y necesitan nuestra ayuda; desgraciadamente a todos nos ocurre alguna vez. Lamentablemente son sirenas que no escuchamos y luces que no vemos; y hacemos lo mismo que con una ambulancia o un coche de policía: nos apartamos.
No nos gustan los problemas ajenos; nuestra respuesta es que bastante tenemos con los nuestros. Pero eso sí, buscaremos ayuda donde sea para que nuestra luz y nuestra sirena dejen de girar y de sonar cuando nos veamos en un apuro y volveremos a hacer caso omiso de las señales de los demás.
Deberíamos ver esas luces y escuchar esas sirenas que están a nuestro lado, que nadie nos tiene que mostrar en un informativo de televisión, que no aparece en ninguna foto de ningún periódico, que no es motivo de tertulia radiofónica y que, de cerca que la tenemos, hace que nos apartemos y la dejemos pasar. ¿No nos gustaría que alguien respondiera a nuestra luz y a nuestra sirena?. Hagamos lo mismo.