sábado, 31 de diciembre de 2011

SENTIDO CONTRARIO

En este mundo de inequidades, la sumatoria de las tristezas de muchos son las alegrías de otros tantos de igual magnitud, pero en sentido contrario, les había dicho el profesor de historia contemporánea de la Facultad.
Parecía que se encontraba en clase de física y, aquella frase le hizo pensar que el curso que acababa de comenzar iba a ser más difícil de lo que imaginaba.
Al terminar la clase, tuvo que recurrir al diccionario para saber lo que significaba inequidad, una palabreja que no había escuchado nunca. Leyó que era maldad. 
Por un momento se sintió feliz; cada día al terminar las clases acudía a una asociación de ayuda a exdrogadictos. Ella nunca había consumido drogas, pero su hermano había muerto de una sobredosis unos años antes y, desde entonces, se propuso que nadie más volviera a pasar por aquello.
No sabía que aquel día iba a ser diferente; había llegado a la asociación a las 5 en punto, como todos los días y, tras colocarse la bata y los guantes, se había dirigido a su despacho a esperar a que llegaran para darles su dosis diaria de metadona.
Por su cabeza seguía barruntando la frase del profesor de historia: "la tristeza que yo sentí con la muerte de mi hermano es ahora la alegría que siento por ayudar a los demás". Era el mejor resumen que podía sacar de aquello que había escuchado. Lo que no entendía muy bien era como las alegrías de muchos podían ser las tristezas de otros; no se consideraba una persona que se alegrara de los males ajenos y, a pesar de considerarse una mujer adulta, en su último año de carrera, en ella seguía viviendo esa niña que no veía la maldad en los otros.
Por fin comenzaron a llegar. Los conocía a todos por su nombre o por el mote y sabía de sus vivencias y de sus alegrías y frustraciones; con muchos de ellos había pasado largas horas de conversación en las que le habían contado por qué habían caído en el mundo de la droga y lo que luchaban por salir de él. Había reído y llorado con ellos y comprendía perfectamente su situación.
A las ocho de la tarde llegó; hoy lo hacía más alterado que ningún día. Esperó su turno yendo y viniendo por el pasillo, sin poder estarse quieto.
Cuando por fin le tocó su turno entró en el despacho en el que ella se encontraba, le dijo que llevaba muy mal día, que necesitaba más metadona de la habitual. Le contestó que no, que ya sabía que cada uno tenía su dosis y que no podía superarla. Aquello no era lo que quería oír. En un arrebato de cólera sacó una navaja y la clavó en el cuerpo de la joven tantas veces como dosis necesitaba. Cogió los estuches que quedaban con la metadona y salió del despacho cerrando la puerta.
Mientras se desangraba en el suelo comprendió el sentido total de la frase: ahora él es feliz con la metadona y yo estoy triste porque mi vida se apaga.
Y así, mientras sus ojos se cerraban, volvió a escuchar la frase de su profesor y comprendió que esta vez, era en sentido contrario: En este mundo de inequidades, la sumatoria de las tristezas de muchos son las alegrías de otros tantos de igual magnitud, pero en sentido contrario.

(Frase de Alfredo Claver)

viernes, 30 de diciembre de 2011

INOCENCIA ADULTA

¡ Al fin, hemos perdido la inocencia! -exclamó ella excitada-, y sus compañeras asintieron a su afirmación.
La primavera de sus días ya había pasado y el verano había desembocado en un otoño sin tristezas ni penas. No se creían que la vida hubiera pasado tan deprisa, que sus ilusiones de niñas ya hubieran quedado atrás y que ahora debieran afrontar con madurez lo que la vida les ofrecía.
Habían sido un grupo muy unido: siempre cerca unas de otras, compartiendo los buenos y malos momentos, por lo general malos, porque su trabajo no era agradable,  porque sus vidas estaban supeditadas a las de otros, porque quisieran o no, tenían que estar siempre ahí.
Apenas superaban los treinta años y ya se sentían como flores marchitas que nunca van a encontrar el jardín en el que permanecer en todo su esplendor.
Había llegado el momento en el que, por esas cosas raras que tiene el destino, tenían que enfrentarse al mundo por ellas mismas, demostrar su valía, volver a nacer, y, a partir de entonces, vivir.
Mientras preparaban sus minúsculas maletas para alejarse de aquel lugar, cada una soñaba adonde le llevarían sus pasos. Todas temían el momento de separarse; habían sido muchos años de reclusión en aquellas cuatro paredes que ahora iban a ser cerradas para siempre, o quizá no; quizá otras chicas como ellas ocuparían sus camas, sus pequeños armarios con las cuatro pertenencias que tenían y volverían a vivir lo que ellas ahora querían olvidar.
El destino quiso que un cliente, uno de los llamados "habituales" y que había pasado por el lecho de todas ellas, les regalara un décimo de lotería que, a los pocos días, resultó premiado.
Todas podían abandonar ahora ese prostíbulo en el que se habían visto obligadas a entregar su cuerpo a cambio de palizas y amenazas, de silencios por miedo a represalias a sus familias.
Ahora, ese miedo que da la sumisión forzosa, había desaparecido y juntas habían pagado con la misma moneda y ahí, tendido en el suelo, su carcelero pedía ayuda sin ser oído por ninguna de ellas.
"Ahora somos libres, nuestra deuda está saldada, nuestra vida es nuestra y hemos demostrado que si queremos  podemos hacerlo", dijo la más veterana de todas, ¡ Al fin, hemos perdido la inocencia! -exclamó ella excitada-.

(Frase de Intichurin Iskaywari)

jueves, 29 de diciembre de 2011

ESPERA

El viento golpeaba con virulencia en los cristales y temía que aquello les impidiera llegar hasta su casa.
Nunca había visto algo igual: los árboles que había delante de su ventana se zarandeaban de un lado a otro como si fueran plumas, alguna señal de tráfico caía al suelo arrastrada por aquel vendaval.
No podía apartar la nariz del cristal y preguntarse: ¿Podrán llegar?.
La noche iba cayendo poco a poco sobre la ciudad. Llevaba todo el día en casa sin salir por el miedo a que le pudiera ocurrir algo, a que ese viento se la llevara lejos, a que una teja le cayera sobre la cabeza.
Sabía que no había podido cumplir su promesa de ir a verlos por la tarde, como hacía todos los años, pero las autoridades habían declarado alerta por los fuertes vientos y tuvo que quedarse en casa.
Lloró porque no podía hacer nada. No sabía si su llanto era de rabia, de miedo, de impotencia, pero sí sabía que en algún lugar ellos estaban preparados para ir a verla y que, probablemente estarían como ella: suspirando porque aquel maldito viento parara y les dejara llegar hasta su casa.
Otros años había nevado, había llovido o una niebla espesa no dejaba ver nada; pero, en esas ocasiones, ella siempre había acudido a su cita vespertina y ellos le habían correspondido con su visita nocturna.
No quiso cenar, tenía un nudo en el estómago que le impedía pasar cualquier tipo de alimento. Al final, optó por un yogur, "para que no te despiertes esta noche con hambre" le habían dicho. ¡Qué más le daba tener hambre o no! Había incumplido su palabra de ir a verlos y podrían estar enfadados y no corresponder la visita.
Llegó el momento de tener que acostarse; el viento no arreciaba y su desesperación fue en aumento. No quería apartar su nariz del cristal, esperando verlos llegar en cualquier momento; pero, al final, tuvo que irse a la cama.
La mañana siguiente llegó. Al abrir los ojos recordó lo ocurrido la tarde-noche anteriores y, con la velocidad que le daban sus piernas de seis años, corrió hacia el salón de su casa.
Junto a su zapato había dos pequeños paquetes con su nombre.
¡Lo habían conseguido!, ¡habían ido a su casa!, claro eran los reyes MAGOS y nada, ni tan siquiera el aire había podido con ellos.
Junto a la ventana vio unas piedras y un pequeño papel, lo cogió y leyó: "Dejamos aquí estas piedras puesto que el viento ha parado y ya no las necesitamos para evitar que se nos lleve. M, G y B".
Volvió a apoyar la nariz en el cristal y simplemente murmuró: "Gracias, el año que viene yo también me pondré piedras y no os fallaré".

(Frase de Mª Teresa Araza)

LIBRE

No era la primera vez que ocurría, pero cada vez que abría los ojos parecía suceder por primera vez y en su rostro se reflejaba la felicidad.
Su mundo se había desmoronado por completo aquella mañana en que se quedó sin trabajo, en que tuvo que volver a casa antes de hora y enfrentarse a la amargura de tener que decirlo a su familia.
Nunca esperó esa reacción: le dijeron que saliera a buscar otro trabajo, que nadie de su posición social podía haber sido despedido, que era una vergüenza para toda la familia.
¿Y sus sentimientos, y sus pensamientos?
Nadie tenía en cuenta eso; sólo les importaba que el "buen nombre" de la familia no estuviera manchado; y él era la oveja negra.
Pasó días y días recorriendo oficinas, talleres, fábricas, cualquier sitio en el que le pudieran dar un trabajo y así, recuperar el apellido que parecía haber perdido.
No sabía si era peor el vagar por las calles en busca de un trabajo o tener que volver a casa y escuchar los reproches de todos.
Llegó el día en que tomó la decisión: se fue de casa; se dio cuenta de que no todo era aparentar ser quien no era y tratar de engañarse a sí mismo.
Cambió de ciudad y, a partir de entonces, vivió en la calle. Dormía en los parques: en verano cerca de las fuentes que aliviaban el calor, y en invierno tapado con hojas y entre arbustos que lo protegían del frío.
Cambió su nombre y su apellido; sintió libertad al hacerlo. Se despojó de todo aquello que lo había atado no a una vida, sino a una mentira.
Ahora era libre, era feliz sin tener nada más que el cielo ante sus ojos cada vez que despertaba por la mañana. Nadie le pedía explicaciones, nadie le decía lo que tenía que hacer.
Aquella mañana, el sol volvía a brillar sobre su rostro, volvió a sentir la libertad en su cuerpo; sabía que sería así hasta el fin de sus días, ya que no era la primera vez que ocurría.

(Frase de Carlos Migliaccio)

miércoles, 28 de diciembre de 2011

MIS OJOS DE NIÑA

Cuando llegan estos días y todo cambia, no puedo por menos, volver a verlo todo con ojos de la niña que un día fui.
La ilusión de que mi casa sea la más bonita del mundo, iluminada con las luces del árbol, con el belén colocado y, cada día, acercando a los reyes hasta que lleguen al portal.
Es fácil volver a ser lo que un día fuimos y dejarnos contagiar por esa inocente alegría que da el no saber, el soñar, el creer que existe la magia.
En mi cuerpo de mujer está el alma de la niña con coletas que se despertaba temprano para ver lo que habían dejado los reyes, esos señores que había visto en el balcón del Casino la tarde de antes y a los que había hecho promesas que antes o después acabaría por no cumplir, pero que las había hecho de corazón.
Cuando las coletas desaparecieron y la magia se fue con ellas todo cambió, excepto una mañana: la del 6 de enero. La mañana de la ilusión, la mañana en que los sueños se han hecho realidad, la mañana en que mi zapato sirve para algo más que para poner el pie.
Cuando crecemos, la navidad trae alegrías y penas: el recuerdo de los que ya no están, un cierto sentimiento de soledad, nostalgia de tiempos pasados…
Pero como todos los años, en enero, volveré a ponerme las coletas y junto a la peque que hay en mi casa descubriremos que, por un día, los sueños se hacen realidad y la niña que hay en mí, volverá a sonreír y pensará que, por un día, es maravilloso volver atrás.

martes, 27 de diciembre de 2011

MATEMÁTICAS

La mayoría de nosotros hemos odiado las matemáticas en nuestra época escolar y casi considerábamos seres extraños a aquellos a los que les gustaban.
Sin embargo, y con el paso del tiempo, te das cuenta que están presentes en todos los días de nuestra vida.
Cuando somos pequeños sumamos ilusiones, sueños, sumamos amigos y juguetes; restamos los cromos que cambiamos y las pinturas que perdemos; multiplicamos nuestras victorias en los juegos y las buenas notas; dividimos el bocata para compartirlo y nuestros pequeños tesoros entre nuestros amigos.
De mayores todo cambia: sumamos problemas y preocupaciones, miedos y tristezas; restamos alegrías y amigos, que pasan a ser conocidos; multiplicamos los gastos y ello nos hace dividir nuestros ingresos.
No tendría que existir tanta diferencia, pero la sociedad impone.
Deberíamos seguir sumando ilusiones y no perderlas hasta que llegara el momento en que se hicieran realidad: restaríamos preocupaciones a nuestra vida y no disminuiría el tiempo que pasamos dándole vueltas a la cabeza intentando solventar cosas que no están en nuestras manos; multiplicaríamos nuestras sonrisas y nuestras palabras amables y aumentarían los buenos momentos entre familia y amigos; dividiríamos los enfados y las noches sin dormir.
Los cromos que de pequeños cambiábamos por otros que no teníamos, son ahora las monedas que tenemos en nuestras manos y que cambiamos por lo que necesitamos para vivir. Las victorias de nuestros juegos son las noches en que nos acostamos con la conciencia tranquila de haber hecho lo correcto y estar a gusto con nosotros mismos. El bocata que compartíamos es el café que tomamos con nuestros amigos y conocidos y que debe llegar a nuestros labios sonrientes.
Si realmente las matemáticas fueran tan sencillas nadie las odiaría, todo el mundo estaría feliz por aprenderlas y por esperar que, al final de su vida, pudiera decir que había sacado un 10.

lunes, 26 de diciembre de 2011

UN BICHO RARO

Todo cambia a nuestro alrededor y nosotros cambiamos con ello.
Como es conocido por todos el "Gordo" de Navidad cayó en mi tierra, una buena parte en mi ciudad, y yo, por esas cosas raras que tiene el destino, tuve el número en mis manos, pero por aquello de no llevar dinero para ir a trabajar mas que lo justo para un café y el pan, lo dejé pasar.
En estos momentos, si hubiera llevado algún billete en la cartera, tendría cuatrocientos mil euros más en mi cuenta bancaria y, parecerá el típico pataleo de la persona a la que no le ha tocado, pero casi prefiero que no me hayan tocado.
No es una rabieta, ni el consuelo de los tontos, pero cuando lo comenté con una persona allegada a mí me dijo: "Algo mejor te deparará la vida".
Después de analizar el año que he pasado, lo bueno y lo malo, lo perdido y lo logrado, lo triste y lo alegre, me quedo con esa frase.
Nadie puede decir que no le hubiera gustado que le tocara la lotería, pero algunos somos tan tontos o, estamos hechos de otra forma, que preferimos que la vida nos traiga otras "cosas" que no sean dinero.
No creo que seamos seres extraños por buscar y querer conseguir aquello que no se paga con dinero y que todos sabemos lo que es. Tampoco vivimos del aire pero nos gusta ir a trabajar y acostarnos por la noche con la conciencia tranquila de haber cumplido con nuestro deber.
Creo que si hubiera llevado ese billete y comprado el décimo que tuve en mis manos, en estos momentos sería una persona con deudas saldadas, comprando como una loca para mi hija todo lo que no necesita pero en el fondo, sintiéndome exactamente igual que me siento ahora: esperando que la vida me traiga algo mejor.
Seguramente para muchos seré un bicho raro, pero me alegro de no haberlo comprado y poder seguir siendo yo.

sábado, 24 de diciembre de 2011

FELIZ NAVIDAD

Sinceramente hoy era un día que no me apetecía que llegara.
Desde que me he despertado estoy triste, con ganas de que todo pase rápido y volver a la rutina.
Pero siempre hay personas que te sorprenden y te hacen cambiar la forma de ver las cosas.
Esta vez ha sido mi hija. Con tan solo ocho años ha traído una sonrisa a mi cara y con ella las ganas de disfrutar del día de hoy.
Se ha levantado y me ha traído un "libro" con todos sus trabajos del colegio; todo su esfuerzo del primer trimestre ya terminado. Mientras me lo daba me ha dicho: "Lo he tenido escondido porque te lo quería dar hoy para que estuvieras contenta¨".
Creemos que los mayores somos los que sorprendemos a nuestros hijos con sus regalos de papá noel o de reyes, pero la sorpresa que me ha dado mi hija no tiene precio y no la venden en ningún sitio.
No habían salido de mi boca las palabras que todo el mundo dice en estas fechas, pero todo ha cambiado:
Ahora sí he descubierto lo que significa Feliz Navidad.

viernes, 23 de diciembre de 2011

CUENTO DE NAVIDAD

¿SÓLO HAY UNA NOCHEBUENA?
(Rescatado de mis escritos del año 1985)

La verdad es que nunca he comprendido a los humanos ni llegaré a comprenderlos: tanto hablar y hablar de proteger la naturaleza y todo el rato está pasando gente con un abeto debajo del brazo o en la baca del coche para que adorne un rincón de su casa. Creo que he tenido suerte, porque yo no pego mucho en esta época del año y nadie pretenderme arrancarme del suelo para llevarme a su casa. ¡Ah, perdón!, se me había olvidado decirlo: soy una palmera. Me siento un poco triste, porque ahora los niños no vienen a jugar a mis pies, ciertamente lo comprendo, porque hace frío y la noche cae muy pronto sobre la ciudad. Pero también soy muy feliz, porque cuando anochece todo se ilumina con un montón de lucecitas de colores que alegran la vista de la plaza donde me encuentro. Todo esto me recuerda lo que me ocurrió el año pasado, también en navidad.
No sabría decir que día fue, porque la verdad, yo no entiendo mucho de calendarios, sólo sé que la gente iba muy feliz por la calle y siempre se oía la misma palabra: Nochebuena. No sé qué querrá decir, porque para mí todas las noches del año son buenas, claro está, menos aquellas en las que hace tanto frío. El caso es que las calles se quedaron vacías más pronto de lo habitual y yo no comprendía el porqué. Estaba mirando las luces que iluminaban la calle cuando noté algo a mis pies: miré y vi a un niño pequeño sentado al lado de mi tronco, estaba llorando.
"¿Qué te pasa?, ¿por qué lloras?", le pregunté. Él se miró extrañado en todas las direcciones y como no vio a ninguna persona cerca, volvió a colocar su cabecita entre las manos.
"¿Por qué no me contestas?", le volví a repetir, "¿qué te pasa?. Mirando hacia arriba dijo: "¿Me estás hablando tú?".  "¡Claro!", respondí, "¿Quién si no?. Dando un respingo se levantó del suelo y corrió a esconderse detrás de un arbusto.
"¿Pero, por qué te escapas?, no voy a hacerte ningún daño, sólo quiero saber por qué lloras". El niño se frotó los ojos con fuerza mientras me miraba. Yo no comprendía a qué venía su asombro, entonces me di cuenta: los humanos no saben que nosotras también podemos comunicarnos y, después de tanto tiempo escuchándolo, yo ya había aprendido el lenguaje de los humanos.
"No tengas miedo pequeño", le dije, "quiero ser tu amiga y no quiero verte llorar, además creo que es una noche muy importante para vosotros".
No sé por qué dije eso, el niño comenzó a llorar más fuerte que antes y, corriendo, vino y se abrazó a mi tronco.
"Estoy solo", me dijo entre sollozos, "y tengo mucho miedo; no quiero pasar la Nochebuena en la calle, quiero volver a casa con papá y mamá, pero no sé hacerlo".
Bajé una de mis ramas y la pasé por alrededor de su cuerpo, al principio la rechazó, pero luego la aceptó de buen grado. Le dije que se tranquilizara, que yo le ayudaría a encontrar a sus padres.
Me dijo que si era tonta, que yo no me podía mover y que sería imposible encontrarlos.
Los dos nos quedamos en silencio, entonces se me ocurrió preguntarle qué quería decir eso de Nochebuena; "¿es que vosotros los humanos no vivís con alegría el resto de las noches"?. Me respondió que en Nochebuena se reúnen las familias y es una noche de paz y amor.
Comenzó a llorar de nuevo, "Pero yo estoy solo".
"Bueno, bueno, no te preocupes, siéntate junto a mi tronco y yo te cubriré con mis ramas para que no tengas frío. Mientras tanto miraré desde aquí arriba a ver si veo a tus padres".
Mi pequeño amigo pareció convencerse y sentándose se quedó profundamente dormido.
Al poco rato oí voces de adultos que llamaban a un niño. "Serán sus padres" pensé.
No sabía como avisarles; miré a un lado y a otro. Junto a mí un abeto lucía en todo su esplendor sus hermosas luces. "¿Me dejas que mueva tus ramas para que las luces se vean más?", le pregunté. Asombrado ante tal petición me dijo que sí. Con toda la fuerza que pude, comencé a moverlas para que las vieran. Y así fue, los padres del pequeño, extrañados ante aquel movimiento de mis ramas sin que soplara nada de viento, se acercaron a mí y cogiéndolo en brazos le abrazaron y besaron
Cuando ya se iba a marchar se volvió y me dijo: "No quiero dejarte aquí sola". "¿Con quién hablas?", preguntó su madre. "Con mi amiga la palmera", respondió. "Vamos hijo, estás asustado y cansado y debemos irnos a casa".
"No te preocupes", le dije mientras se alejaba, "soy muy feliz al verte con tus padres y piensa que ésta es mi vida y aquí tengo muchos amigos".
Me quedé muy contenta y satisfecha por haberle ayudado y, a partir de entonces, supe lo que quería decir Feliz Navidad y comprendí que yo había disfrutado de la Nochebuena sin saber lo que era.

CARTERAS

Ayer viendo las noticias en la tele, más que nada por aquello de que el gordo ha caído en mi Huesca, vi a los nuevos ministros y al presidente del gobierno ocupando sus nuevos cargos.
Y, mira por donde, me viene a la cabeza algo, que no sé si será una tontería o puede ser algo útil.
Vi al señor Rajoy llegando a la Moncloa con su cartera recién estrenada en la cual se leía impreso en letras de color oro: Presidente del Gobierno; lo mismo con todos los ministros que iban tomando posesión de su cargo. Fue entonces cuando pensé: "¿No es un poco idiota que vayan con esas carteras con el rotulito cuando todos sabemos lo que es cada uno?".
Sinceramente en un primer momento me recordó a los niños en su primer día de colegio, con la salvedad de que los pequeños no llevan la inscripción: "Estudiante de 3º de Primaria" o algo similar.
Pero pensándolo mejor, quizá sea una buena idea.
Tal cual están las cosas deberíamos ir todos con un rótulo en la solapa en el cual pusiera la profesión que tenemos o la que teníamos y para la cual estamos preparados: electricista, médico, carpintero, abogado, soldador, profesor, ...., así igual era más fácil conseguir trabajo, aunque probablemente, muchas personas se pondrían el cartelito en letras enormes para destacar su posición y otras lo harían en, lo que podríamos llamar, tamaño políticamente correcto.
Probablemente todo esto sea una estupidez como otra cualquiera, pero a veces de las cosas más simples surgen las grandes respuestas.
¿Alguien me puede decir si serviría para algo?

miércoles, 21 de diciembre de 2011

GERMÁN: UN PAPÁ NOEL EN MI TRABAJO

Germán es un chico como otro cualquiera de los que hay en nuestras ciudades.
No voy aquí a relatar su vida, pero sí que quiero destacar los valores que tiene como persona y como compañero de trabajo.
Hay pocas personas en este mundo que hagan lo que ayer hizo Germán en nuestro trabajo.
Una de sus alumnas de doce años de edad está a punto de perder a su madre enferma de cáncer.
La niña es sonriente, alegre, parece ajena a lo que se le viene encima; pero es cuestión de días que pierda a la persona que le ha dado la vida.
Ayer Germán vino con un regalo para ella. Le pregunté. Me dijo que le había hecho gracia a la peque la palabra brócoli en inglés y, que cada vez que la oía, se echaba a reír. 
Germán se fue a comprar un brócoli de peluche y se lo trajo.
Cuando se lo dio no sé cual de los dos fue más feliz, seguramente Germán.
Realmente da gusto trabajar con personas así, porque son eso: personas; no se limitan a hacer su trabajo, se preocupan por los demás, intentan que todo sea más fácil y más agradable, y eso no tiene precio.
No voy a relatar ahora cuando yo comencé a trabajar con Germán, porque también me ayudó y me apoyó en todo momento; simplemente quiero rendirle mi pequeño homenaje por ser como es: una persona con corazón.
Gracias Germán.

MADRE E HIJA

La ventana que tengo al lado del ordenador es perfecta para cotillas.
Sentada desde aquí puedo ver a la gente que pasa por la calle, los coches, un maravilloso parque.
Tengo suerte de tener esta ventana, pero no para cotillear, sino para darme cuenta de lo afortunada que soy.
Todas las mañanas, a las nueve y cuarto, una madre y una hija se paran frente a mi ventana a esperar.
La chica no llegará a los treinta años. Va siempre muy guapa vestida. Me resulta gracioso que, en estos días de frío, lleve el gorro a juego con la manta que cubre sus piernas.
Va en silla de ruedas. 
Mientras esperan, la madre se dedica a hacerle mimos y las veo reírse, darse besos y abrazos.
Siempre puntual llega la ambulancia, en cuyo lateral pone Paralíticos cerebrales. Entonces descienden los dos; mientras uno habla con la madre y la hija, el otro hace descender el aparato que eleva la silla y la introduce en el vehículo.
Besos sin fin a la hora de separarse. 
La ambulancia cierra las puertas y desaparece de mi vista, al igual que la madre.
Minutos antes de ver todo esto, yo he ido al colegio a llevar a mi hija.
Mi hija va andando y, por su edad, casi siempre va corriendo.
No hay tanta diferencia entre esa madre y yo: besamos a nuestras hijas, les deseamos un feliz día y nos vamos a nuestras obligaciones, hasta la hora en que vuelven a casa.
Es aquí, sentada y viendo a esa madre cuando me doy cuenta de lo afortunada que soy, ¿o no?.  Mi hija, si todo sigue igual, se irá de casa y hará su vida y surgirá el síndrome del nido vacío. Esa madre tendrá todos los días a su hija en casa y la besará y abrazará hasta el final de sus días, no habrá síndrome de ningún tipo; habrá luchado todos y cada uno de sus días para ver la alegría en el rostro de su hija enferma.
¿Cuál de las dos es más afortunada?

martes, 20 de diciembre de 2011

CARTULINA Y PINTURAS

No ha habido discusiones; nadie protestaba porque le quitaran las pinturas, lo rotuladores o la goma. Ayer fue uno de esos días en que uno se siente relajado y feliz en su trabajo.
Después de entregarles la cartulina, previamente plegada, todos han comenzado a copiar las palabras mágicas escritas en la pizarra: "Je vous souhaite Joyeux Noël et bonne année 2012" o "I wish you  Merry Christmas and a happy new year 2012".
Después se han entregado a la difícil tarea de que de sus manos saliera ese precioso dibujo que ilustrara esas palabras y que entregarían a sus padres.
Ayer se pidieron ayuda unos a otros y se la prestaron; ayer no compitieron por ser el elegido para salir a la pizarra; ayer se preguntaron los unos a los otros si les gustaba su felicitación y todas eran maravillosas.
Estos pequeños, que siguen dándole patadas al diccionario de español, se esforzaron en pronunciar correctamente en otros idiomas su felicitación de navidad y, en cierto modo, lo consiguieron.
No han despertado en mí el espíritu navideño, pero han confirmado que mi trabajo me encanta, que hay días en que terminas con los nervios desquiciados y te gustaría dedicarte a otra cosa porque no consigues poner orden y que te atiendan, porque es mejor estar hablando con el de al lado que atender a lo que intentamos enseñar; pero en días como ayer ser "profe" es lo mejor que te puede pasar.

lunes, 19 de diciembre de 2011

UN MUSLO DE POLLO

Lo que quiero contar es simplemente algo que me ocurrió y que aún está dando vueltas en mi cabeza.
El viernes pasado quedé con un amigo a tomar un café; estuvimos conversando sobre varias cosas que no vienen a cuento. Nos despedimos y me dirigí a una tienda de alimentación que hay debajo de mi casa.
Antes de entrar me encontré con un conocido, algo habitual en una ciudad pequeña como ésta.
Mientras hablábamos, la gente entraba y salía de la tienda.
Un señor de unos cincuenta años pedía dinero para poder comprar algo. Nadie le hacía caso, todos iban demasiado deprisa para atenderle y, me imagino, que muchos irían con el dinero justo para hacer la compra.
Vi como se iba poniendo nervioso; tanta gente entrando y saliendo y nadie parecía percatarse de su presencia.
Varias veces se acercó donde estábamos hablando y nos pidió dinero, pero nosotros seguimos con nuestra conversación, algo que nos parecía lo más importante en aquel momento.
Al final nos separamos, deseándonos lo mejor para estos días y yo me dispuse a entrar en la tienda.
Aquel hombre, que hasta entonces había estado pidiendo dinero me agarró del brazo y me dijo: "Por favor, sáqueme algo de comer".
No sé si fue el tono desesperado de su voz, los nervios que tenía al ver que nadie le hacía caso, pero al entrar en la tienda me puse a mirar qué era lo que podía comprarle.
Al final opté por un muslo de pollo ya guisado con patatas y champiñones; 1'50 euros. Compré el resto de las cosas que necesitaba y salí.
Ahí seguía pidiendo. Me acerqué y le dije: "Tenga"; me miró y con una pequeña sonrisa me dijo: "Muchas gracias, señora".
En ese momento pensé que me había equivocado al comprar aquello; quizá alguna torta, algún paquete de galletas y otra cosa hubiera sido mejor; pero pensé que lo que había cogido le serviría, por lo menos, para comer un día.
Desde entonces, sigo pensando que me equivoqué en la elección, pero ahora ya no puedo hacer nada. Simplemente espero que, en algún sitio, haya podido encontrar a alguien que le preste un minuto de microondas para calentarlo y comérselo.
Siendo como soy, seguiré dándole vueltas a la cabeza y preguntándome si estuve acertada con la elección de la comida.

domingo, 18 de diciembre de 2011

VILLANCICOS

"En el portal de Belén" comenzó la historia de la Navidad. Algunos dicen que fue un "25 de diciembre" y que todo fue porque nació un niño, me hubiera gustado preguntarle: "Dime niño, ¿de quién eres?".
Debió ser un niño muy guapo porque su nacimiento se anunció a todo el mundo, "Los campanilleros" se encargaron de hacerlo y, fue tan grande su entusiasmo que el tañir se oía  como si hubiera "Campana sobre campana"; hasta hubo un "Tamborilero" frente al sitio en que nació. Hubo gran revuelo en las zonas vecinas al lugar del nacimiento y las gentes se decían unas a otras "A Belén pastores" y los que ya se dirigían al lugar, gritaban a sus monturas: "Arre borriquito"
Por si ni lo sabíais, no es cierto eso de que "Hacia Belén va una burra", sino que eran tres y todo el mundo asombrado cuchicheaba: "Ya vienen los Reyes Magos", creo incluso que hasta "Los peces en el río" lo hablaban; porque que tres señores tan distinguidos se dirigieran a conocer a ese niño, era algo verdaderamente inusual.
Todo el mundo se concentró frente al portal, incluso "La marimorena", sí esa que siempre monta jaleo donde quiera que va, pero esta vez se comportó y lo único que decía asombrada mirando al pequeño era: "Ay del chiquirritín", ¿de dónde se sacaría esa palabreja?.
Se pasaron todo el día ahí y unos a otros se decían: "Canta, rie, bebe" que "Esta noche es Nochebuena" y decidieron seguir celebrándolo a lo largo de la historia.
"En Navidad" todo es posible, se suele decir, incluso que cantemos en latín "Adeste fideles" sin saber lo que significa, pero pongamos todo nuestro corazón en ello; creo que hasta sería capaz de lanzarme con un "O Tannenbaum" alemán sin tener ni idea del idioma germano.
Pero es época de alegría, impuesta o no, y creo que simplemente es necesario decir "Feliz Navidad".

sábado, 17 de diciembre de 2011

CUANDO NOS HACEMOS MAYORES

No hay nada comparable a la inocencia y sinceridad infantiles, aunque a veces sea demasiado cruel.
De pequeños no nos callamos ante las cosas, lo decimos todo tal cual lo pensamos y sentimos. ¡Cómo cambian las cosas cuando nos hacemos mayores!.
En una reunión con amigos o familiares que no nos resulta agradable, los pequeños no tienen ningún inconveniente en decir: "Jo, que rollo", "me aburro", "me quiero ir", etc.; mientras, los mayores aguantamos el tipo, nos tapamos la boca para que no se vean nuestros bostezos, nos limitamos a sonreír si alguien nos mira o contestamos con monosílabos.
Se aproxima la navidad y con ella los regalos... los peques directamente dirán: "esto no me gusta", "jo que feo", "este juego es una pesadez"; en cambio nosotros, los mayores, agradeceremos todo con una sonrisa y al llegar a casa archivaremos lo que nos han regalado y que nos ha parecido sumamente feo e inútil y, a pesar de que nos hayan dicho que se puede cambiar, nuestra respuesta habrá sido: "no, no, es precioso".
Llega un momento, cuando te hacer mayor, en que te gustaría seguir teniendo esa sinceridad que tienen los niños; saber decir que te aburres y te vas, sin tener que poner ninguna excusa; saber decirle a una persona que, sencillamente, no te cae bien y prefieres no estar con ella; saber decir que, la próxima vez que te hagan un regalo piensen en tus gustos, no en los suyos.
¿Hacerse mayor significa hacerse hipócrita?.
No me gustan las hipocresías ni las mentiras, pero tampoco quiero volver a ser niña otra vez. Quizá por esto hay personas que no me hablan, porque en mi cuerpo de "mayor", sigo teniendo respuestas de niña y, sin hacerlo de forma tan brusca como los niños, protesto cuando me aburro, cambio los regalos que no me gustan, me voy de los sitios en los que no estoy a gusto o simplemente no voy.
Creo que esto no hace que sea una maleducada ni una antipática, simplemente soy así y prefiero estar a gusto conmigo misma y con aquellos que me hacen sentir bien, que perder el tiempo en situaciones que no me agradan.
Cuando nos hacemos mayores perdemos todo el valor humano que teníamos de niños frente a los demás; la sociedad nos obliga a ser de una forma que no nos gusta. Por una vez, aprendamos de los niños y seamos nosotros mismos.

viernes, 16 de diciembre de 2011

NO ME GUSTA HABLAR DE ESTO

No me gusta escribir sobre temas políticos ni judiciales, simplemente porque no entiendo de la materia, pero lo que estamos viviendo ahora ya me supera.
Leyendo en la prensa diaria nos encontramos todos los días con el tema estrella del año: el caso Urdangarín y, mis escasos conocimientos sobre la materia hacen que me plantee: qué hace este señor campando a sus anchas siendo que ya lo han imputado, que tienen pruebas,.... pues probablemente estará preparando unas Merry Christmas en Washington mientras aquí, los ciudadanos de a pie intentamos preparar unas Navidades como podemos.
No se nos ocurra deberle dinero al banco, porque nos llueven las comisiones por impago y tenemos que apechugar con ellas y, nuestros hijos, que reciban como regalo cualquier cosa menos lo que han pedido, porque nuestro presupuesto no nos lo permite.
Esto ya se parece a los tiempos de antaño en los que, con el "por ser vos quien sois" estaba todo permitido.
No sé que futuro le espera a este señor y a su familia y, sinceramente, tampoco me importa mucho; a mí me importa lo que ocurre en mi casa y en las casas de las personas a las que aprecio: problemas para llegar a fin de mes, para encontrar un trabajo, para no sucumbir al hecho de decirles a nuestros pequeños que los reyes y papá noel somos nosotros y que no podemos hacer más de lo que hacemos.
Por mucho que sea yerno de quien es, queda demostrado que el dinero no da la felicidad; ellos, en su mundo de creerse lo que no son, disfrutarán de todas las comodidades, pero nosotros, en nuestro mundo de realidad habremos regalado a nuestros hijos lo mejor que tenemos: valores morales y sociales que no se pagan con ningún dinero.

CAJA DE BOMBONES

Forrest Gump tenía razón: "La vida es como una caja de bombones, nunca sabes cuál te va a tocar".
Pero lo que se le olvidó decir es que no sabes si te va a tocar comerte el que nadie quiere o te va a tocar ser a ti el que nadie quiere.
Desde que nacemos ya nos viene impuesta una familia que, en algunos casos, no es la que nosotros hubiéramos querido, si no que le pregunten a todos los que pasan hambre y sufrimiento; en otros casos, somos nosotros el bombón amargo de la familia, el que es distinto al resto de la caja y al que siempre dejan para el final.
Otros tienen la suerte de nacer en familias acomodadas y son siempre el plato dulce de todo.
Cuando nos desvinculamos de nuestra familia y formamos la nuestra, somos nosotros los que elegimos a los bombones que queremos que formen parte de nuestra caja: nuestra pareja y nuestros amigos; pero nuestros hijos vuelven a repetir el ciclo y ellos no eligen, les venimos impuestos.
Tal cual están los tiempos, no podemos elegir quiénes deben compartir nuestro trabajo, al igual que tampoco elegimos a nuestros vecinos de comunidad.
En contadas ocasiones tenemos la suerte de entrar a formar parte de un grupo de trabajo en el que nos sentimos a gusto, bombones de nuestro trabajo que nos apetece ver todos los días, porque sencillamente hemos tenido la suerte de ir a parar a una caja en la que todos somos iguales y nos tratan como a iguales.
En las comunidades de vecinos siempre está el bombón-cotilla, el bombón-antipático, el bombón-que-pone-pegas-a-todo y el bombón-que-pasa-de-todo. Visto como vivimos en la actualidad, tampoco tenemos mucha relación con los bombones-vecinos, cada uno vamos a nuestro aire y, si podemos evitar encontrarnos con alguno, mejor; para eso se hicieron los ascensores: para salir corriendo a cogerlo y no tener que esperar a alguien a quien no queremos darle conversación.
Lo único cierto que tiene pertenecer a una caja de bombones es que, tarde o temprano, a todos nos comerán ya seamos dulces o amargos. Y por qué no decirlo: no está mal que, por un día y sin que sirva de precedente, alguien nos llame bombón.

jueves, 15 de diciembre de 2011

CONCENTRACIÓN

La verdad es que los deportes no son mi fuerte; cuando era joven sí que practicaba alguno, pero una vez superados los cuarenta el cuerpo sólo me pide "sillón-bol", algún paseo y si consigues que te admitan en gimnasia de mantenimiento por un módico precio mejor.
Hay cosas que sigo sin entender de algunos deportes: ¿por qué los jugadores de fútbol se concentran antes de un partido?.
Hay que comprender que es su trabajo, pero si todos fuéramos iguales, mis compañeros de trabajo y yo  nos concentraríamos todos los domingos por la noche para comenzar la semana. 
Se supone que han estado entrenando juntos, que saben las estrategias, me imagino que sabrán el horario del partido, entonces ¿para qué lo hacen?. En mi trabajo cada uno prepara sus clases, sabe a quién le tiene que dar y a qué hora y no necesitamos juntarnos para nada antes de comenzar.
Otra cosa que no comprendo es por qué en algunos deportes como el fútbol, baloncesto, balonmano, etc el público grita a sus jugadores para animarlos, en cambio en el tenis o en el golf hay que permanecer en silencio porque si no, no se concentran.
Quizá ahí esté el quid de la cuestión. Si no se gritara en los partidos de fútbol, los jugadores no necesitarían concentrarse el día de antes, pero claro, el desahogo de adrenalina que supone para los hinchas ya no tendría razón de ser.
Entonces, ¿los espectadores de unos deportes son más "fogosos" que los de otros?; ¿sienten más pasión por el hecho de gritar más?; ¿unos son una banda de gritones y los otros un respetable público?; ¿es el público el culpable de que se tengan que concentrar antes?.
Sinceramente, no entiendo nada de nada; creo que deberé concentrarme conmigo misma y lanzarme a la cancha de las calles para que algún entendido en la materia me lo explique.

martes, 13 de diciembre de 2011

IGNORANCIA

Cuando la vida te sorprende; cuando la llamada que esperas no llega; cuando aquellos a los que has amado no están a tu lado;  cuando sientes que no te comprenden,  no le des más vueltas a la cabeza: es lo que llamamos ignorancia.
No molestan los desprecios de gente que opina de ti sin saber, sin preguntar, sin querer entender que todo tiene un porqué.
Somos humanos, somos egoístas y nos construimos un mundo "perfecto" en el que aquellos que no son como nosotros, no tienen cabida.
Nadie es perfecto, aunque muchos se crean que lo son; nadie puede opinar sobre los demás sin meterse en su piel; nadie tiene que decirte lo que has de hacer si no vive tu vida; nadie puede olvidar que todos tenemos un pasado y que tenemos que cargar con él.
Todos necesitamos de vez en cuando una palabra amable, un gesto de cariño, una caricia de alguien a quien en un pasado amamos.
Pero llega un momento en que te planteas si esa palabra, ese gesto, esa caricia te apetece recibirlo.
Somos dueños de nuestros actos, de nuestros pensamientos, de nuestros sueños y nadie tiene derecho a cuestionarlos sin antes ponerse en nuestro pellejo, sin preguntarnos simplemente: ¿Por qué?.
No debemos sentir odio, ni rencor, ni ningún mal pensamiento hacia aquellas personas que, una vez, formaron parte importante de nuestras vidas, y ahora han desaparecido por completo. Tan sólo debemos sentir lástima por ellas, porque en su mundo de perfección no se han parado a preguntarnos, porque nos juzgan y nos critican sin saber.
¡Qué triste es la ignorancia!; poco personas podemos considerarnos si juzgamos sin pararnos a escuchar, si criticamos sin pretender ayudar, si nuestra "perfección" nos impide ver los problemas de los demás.
No perdamos más tiempo, no hablemos sin saber, no apartemos de nuestro lado sin escuchar, no olvidemos nunca preguntar ¿Por qué?.

lunes, 12 de diciembre de 2011

CASAS DE CRISTAL

Me estaba acordando del primer día de clase de mi hija este curso.
Al salir le pregunté qué habían hecho, me contestó que les habían preguntado qué habían hecho en verano y ella, después de decir que había ido a la piscina añadió: "Mi mamá se duerme cuando suena la música de "Sálvame". Tuve que taparme la boca para que no me viera reír.
Le dije que había cosas que no se podían decir, que pertenecían a la intimidad de la casa.
En cierto modo es envidiable la actitud de los niños; para ellos no existen fronteras entre la casa y la vida en la calle, todo es un conjunto, todo forma parte de su vida y no hacen distinciones.
La vida es la que te se enseña a ser discreto, a no decir más allá de lo considerado "políticamente correcto", pero ¿quién marca esos límites?.
No voy a exponer ahora todo lo que ocurre en mi casa, porque eso es parte de mi vida y de la de mi familia, pero hay ocasiones en las que me gustaría gritar a los cuatro vientos las alegrías y las penas, los ratos de risas, las conversaciones,....
¿Qué sería de muchos si las casas fueran de cristal y se pudiera ver todo lo que ocurre en su interior?. Para algunos sería una liberación: podrían dejar de sufrir en silencio lo que ocurre dentro de cuatro paredes que son una cárcel; para otros sería que los demás descubrieran que realmente no son lo que son, que su casa es el camerino en el que vestirse para enfrentarse al qué dirán de la calle; para otros les daría lo mismo cómo fueran las paredes, ya que son exactamente igual dentro que fuera de ellas.
No me gusta preguntar a los demás sobre su vida; si tienen algo que decirme, ya lo harán y si quieren saber algo sobre mi vida yo seré la que lo cuente. Tampoco tengo nada que esconder; desde pequeña me enseñaron a ser en la calle como soy en casa.
Quizá por eso la vida golpea y hace daño, porque muchos seguimos creyendo que somos niños y, olvidándonos de la discreción impuesta por la sociedad, creemos que vivimos en casas de cristal.

domingo, 11 de diciembre de 2011

TENGO QUE HACERLO

Otros años por estas fechas mi casa ya estaba decorada con todos los adornos propios de navidad.
Este año aún no hemos puesto nada.
Tengo la excusa de que todas las cajas están fuera de casa, guardadas en otro sitio, pero antes o después habrá que ir a buscarlas y comenzar el despliegue: el árbol, el belén, las puertas.....
De momento aquí estoy a salvo: no hay nada que me recuerde las fechas que se avecinan; pero van a llegar quiera o no quiera.
Siempre he dicho que yo no tengo espíritu navideño; este año ha desaparecido por completo. Pero tengo una personita en casa que suspira porque llegue la navidad, porque todo en casa esté "bonito" y tampoco ella tiene que pagar mi tristeza y mi desgana.
Cuando yo era pequeña mi padre iba a buscar un árbol con alguno de mis hermanos para adornarlo en casa y colocábamos el belén entre todos.
A medida que la siguiente generación fue llegando a este mundo, su yayo se esforzaba por hacer un belén gigantesco para que todos disfrutáramos.
Será extraño y duro, muy duro, pasar una navidad sin aquellos que hasta ahora han formado parte de ella durante toda mi vida.
Me siento sola y triste teniendo que enfrentarme a días de alegría; pero tengo mi familia: somos tres personas que se quieren, que tienen que seguir adelante. Esas dos personas no se merecen verme triste, son mi apoyo de cada día y por ellas tengo que sacar fuerzas de donde no las encuentro para que disfruten, para que no olviden estos días.
Ellos dos se merecen una sonrisa en mi cara y que les diga: Feliz Navidad, que cante villancicos, que la casa esté adornada y que yo disfrute con y por ellos.
Seguramente de mis labios saldrán esas palabras: Feliz Navidad, aunque mi corazón me diga todo lo contrario y mi cabeza se niegue a admitir lo que me rodea y  sienta que la soledad me rodea y la tristeza me invade.
Por ellos dos lo tengo que hacer y sólo espero conseguirlo.

viernes, 9 de diciembre de 2011

TATUAJE

Es cierto el dicho "De este agua no beberé", doy fe de ello.
Siempre he sido antitatuaje y, en cierto modo, no me gusta ver esos brazos en los  que no asoma ni un ápice de piel y que, seguramente, están llenos de obras magníficas y de grandes sentimientos, pero debido a su gran acumulación no permiten ver nada.

Hace tres años mi hija salió de su habitación con un papel en la mano: "Es para ti", me dijo. En aquella hoja había dibujado un muñequito extraño: el cuerpo era un triángulo, las piernas dos palos, la cabeza sin cara y dos alas pequeñas asomaban por detrás.

"¿Qué es, cariño?", le pregunté. Su respuesta me hizo cambiar la idea que yo tenía sobre los tatuajes: "Soy yo, soy tu angelito y quiero ir siempre contigo". 
No me dio tiempo a pensar y tampoco quise hacerlo; era algo que me pedía mi hija: estar siempre conmigo, y a eso no hay madre que se niegue.
Hablé con un tatuador que conocía y, desde entonces, aquel angelito está en mi espalda. 
Cuando mi hija está en el colegio yo me pongo la mano donde está su dibujo y la noto, va siempre conmigo. 
Nadie mejoró el dibujo, se hizo tal cual lo dibujó con cinco años, tan sólo añadí su inicial en el cuerpo del angelito.
Recuerdo cuando la fui a buscar al cole y le enseñé el tatuaje aún tapado por un plástico; me abrazó y se echó a llorar diciéndome: "Mami, voy a ir siempre contigo". 
Cuando llega el verano y nos vestimos con tirantes, aún hay gente que me pregunta qué es eso y mi hija muy orgullosa dice: "Soy yo, soy su angelito". 
Ya me ha preguntado cuándo se puede hacer ella un tatuaje para dibujarme a mí, y  así estaremos unidas.... creo que más no podemos estar.
Dije que nunca me haría un tatuaje, pero hay peticiones a las que no puedes decir NO.

BLOQUEADA

El otro día, por circunstancias que no vienen al caso, tuve que acudir a mi centro de salud.
Esperaba sentada a que me tocara el turno para entrar a la consulta cuando una chica de unos veintitantos años pasó por delante de mí en dirección a las escaleras.
Pese a que estábamos en un primer piso se paró a llamar al ascensor y vi como su mano temblorosa intentaba acertar en el pulsador.
Se quedó esperando, pero no puedo decir que lo hiciera quieta; por un momento me recordó a las gelatinas que bailan cuando las movemos. 
Todo aquel cuerpo temblaba de manera espantosa y ella enredaba los dedos de una mano con los de la otra sin saber muy bien si aquello iba a terminar en un nudo o no. 
Al final, y como el ascensor no llegaba, se agachó en el suelo y se quedó ahí, como un bebé en el vientre de su madre esperando a que las puertas se abrieran.
No sabía si acercarme o no y preguntarle si podía ayudarla. Yo también me quedé como ella: bloqueada.
Por fin se abrieron las puertas y, levantándose, se metió para desaparecer de mi vista.
No fue una imagen agradable y tampoco es la primera vez que veo algo similar. 
Cada vez más proliferan los trastornos de angustia, las crisis de ansiedad y las depresiones.
¿Qué sociedad estamos creando para que las personas no se encuentren a gusto?. ¿Qué pedimos a los demás para que se tengan que enfrentar a esas situaciones?. ¿Somos realmente conscientes de su sufrimiento?.
No soy ni psiquiatra ni psicólogo, soy simplemente una persona como otra cualquiera que tiene sus momentos de tristeza y de miedo y que también tiene sus momentos de alegría, de ilusión y de esperanza; pero pienso en las personas como esa chica que sufren, que no pueden llevar una vida normal y que, probablemente, se sientan rechazadas por incomprendidas.
Quizá empleamos demasiado a la ligera los términos depresión o ansiedad. Deberíamos ponernos en la piel de las personas que realmente lo padecen y compartir un minuto de su sufrimiento. Otro gallo nos cantaría a nosotros y a ellos.

jueves, 8 de diciembre de 2011

EL MEJOR REGALO

A pesar de tener "ya" ocho años, mi hija aún sigue creyendo en los Reyes Magos y en Papá Noel.
No seré yo la que le desvele la verdadera identidad de esos seres mágicos que, una vez al año, convierten nuestros deseos en realidades; ya se encargarán de hacerlo en el colegio, como nos ha pasado a todos, y entonces no me quedará más remedio que confirmarle la terrible realidad.
No tengo espíritu navideño, nunca me han gustado estas fechas; pero sí tengo espíritu de madre y eso es todo el año.
Mi hija se encarga de hacer listas interminables de cosas que quiere: para ella, para su padre, para mí, hasta para el gato y los peces, pero después de haberla visto llorar ayer cuando se despedía de su prima, sé que el mejor regalo que va a tener va a ser pasar la navidad con ella y esto es el secreto que tanto su padre, sus tíos y yo mantenemos callado.
Parecemos cuatro chiquillos esperando que llegue la noche en que les digamos: "vamos a cenar" y se encuentren con que lo van a hacer juntas. Tendrán horas para jugar, para pelearse, para reír, para llorar, pero lo harán unidas, como les gusta estar. Los ratos que pasan al teléfono hablando la una con la otra podrán hacerlo cara a cara y eso no se paga con ningún dinero.
Probablemente Papá Noel le deje algún regalo, pero estoy convencida de que el día de Navidad su mayor alegría será que cenó con su prima.
Será un buen ejemplo para explicarle por qué los Reyes Magos y Papá Noel no tienen que traer siempre cosas materiales, sino que lo mejor que pueden hacer es traernos felicidad.
Mientras llega el día, seguiré viendo cómo rellena hojas y hojas con nombres de cosas y llama a su prima para preguntarle qué pide ella, sin saber que su mejor regalo está ya preparado.

miércoles, 7 de diciembre de 2011

TENGO DOS AMIGAS

Puedo presumir y presumo de que tengo dos amigas.
No necesito más.
Son la noche y el día, el sol y la luna; son completamente distintas; cada una tiene sus problemas, completamente distintos a los de la otra; cada una es de un país distinto, pero ambas hablan el mismo idioma: el de la amistad.
Llevan muchísimos años a mi lado, tantos que ni recuerdo casi como surgió la amistad. Saben todo de mí y yo de ellas.
Me escuchan y me hablan, y me dicen tanto lo que quiero oír como lo que no. Entre nosotras no hay hipocresías, las cosas se dicen a la cara tal cual son: buenas o malas.
Hemos discutido, nos hemos abrazado, hemos reído juntas y hemos llorado.
Cuando estás en una situación como la mía te das cuenta de que es verdad que los amigos están cuando los necesitas. No lo digo porque ahora las necesite especialmente, las necesito siempre, y siempre están ahí, igual que yo estoy para ellas.
Podemos estar días y días sin hablar, sin saber una de otra, pero cualquier momento es bueno para llamar y decir, simplemente: "¿Qué tal estás?".
Ellas no necesitan ningún texto escrito para saber que las quiero, que en mis momentos buenos o malos están presentes, que pueden contar conmigo para lo que quieran y yo con ellas.
Vuelvo a repetir que tengo dos amigas, que no necesito más, que ellas llenan ese espacio que han ocupado durante tanto tiempo y que doy gracias porque la vida las pusiera en mi camino.

martes, 6 de diciembre de 2011

MAÑANAS DE DOMINGO

Cuando era pequeña esperaba ansiosa a que llegara el domingo y me quitaran el uniforme del cole para ponerme uno de los pocos vestidos que tenía para ir a misa.
Era un acontecimiento excepcional.
Nos poníamos lo más guapos posible y salíamos a la calle. Te encontrabas a todo el mundo. Conocías a todos. Y te paseabas luciendo tus mejores galas.
Al salir de misa parábamos siempre en el mismo kiosko y, con mi hermano pequeño, compartíamos la "perra gorda" que nos habían dado nuestros padres y nos comprábamos alguna chuchería. Recuerdo unas cajas pequeñitas que tenían unos caramelos minúsculos pero que a mí me encantaban, creo que se llamaban regalinas.
Siempre sobraba algo de esa perra gorda, era demasiado dinero para gastar.
Nos dábamos un paseo y volvíamos a casa a comer.
Ahora el domingo nos quedamos en casa, a ser posible en la cama, a recuperar el sueño perdido durante la semana y, en cierto modo, a disfrutar de la casa que tan apenas pisamos entre semana. Si nos levantamos pronto es porque hemos decidido salir de excursión a algún sitio y, si salimos a la calle por la mañana, nos ponemos el chandal y las zapatillas de deporte para ir a comprar el pan o el periódico y volver a casa.
No son  mejores unos que otros, simplemente son distintos.
Hemos pasado de ir "elegantes" a ir "cómodos", de disfrutar de un paseo por la calle a disfrutar de un rato en casa, de estar con quienes fueron nuestra familia a hacerlo con la que hemos creado. 
Creo que lo fundamental es que las mañanas de domingo las seguimos pasando con nuestra familia ya sea en la calle o en casa y, sinceramente, me encanta quedarme en la cama con mi pareja y mi hija escuchando, hablando o riendo con sus juegos o, porque no, simplemente estando.

lunes, 5 de diciembre de 2011

MALABARISTAS

Hace mucho tiempo que las personas dejaron de ir a la tienda cada día a comprar la comida.
Ahora solemos ir a comprar cada semana o cada quince días y llenamos el congelador, la nevera y la despensa con todo lo que necesitamos.
Es una buena opción, dados los tiempos que corren en los que no tenemos tiempo ni para respirar.
¿Pero que ocurre cuando vamos a la tienda?
Ha llegado el frío y tenemos que ir bien tapados con el abrigo, gorro, bufanda y guantes. Nos dirigimos hacia la tienda habitual, por lo general un supermercado y ahí comienza nuestro suplicio: nada más abrirse las puertas una bofetada de calor nos derriba y comenzamos a desprendernos de los guantes y el gorro.  Mientras con una mano los sujetamos, con la otra intentamos buscar el euro que nos hace posible coger el carrito que tenemos que llenar de compra.
Comienza nuestro periplo por los pasillos del supermercado, con una mano sujetamos la lista de la compra para que no se nos olvide nada y con la otra vamos empujando el carro, que no sé por qué explicación de marketing tenía que irse hacia cierto lado para que compráramos más, se dirige en todas las direcciones menos en la que queremos.
Mientras todo esto sucede, el sudor ya está cayendo por nuestra frente, así que paramos un momento, guardamos el papelito con lo anotado en un bolsillo, y nos desprendemos de la bufanda y el abrigo. Podemos continuar comprando.
Agobiados por la gente y el calor que tenemos, no nos acordamos de que la "lista" ha ido a parar a un bolsillo del abrigo que nos acabamos de quitar, así que empezamos a rebuscar en el bolso, sacando guantes, gorro, bufanda, etc, etc. De repente, nos acordamos. Otra vez la lista en la mano, el boli en la boca, el carrito que se va llenando, el bolso que se escurre del hombro, el abrigo que se cae y ya no sabemos dónde ponerlo....
Nada puede ir peor, pero sí: llegamos a la zona de congelados. Ahora es cuando volvemos a dejar el bolso encima de nuestro ya repleto carrito y nos volvemos a poner el abrigo; esta vez y, para no liarnos, hemos puesto la lista de la compra en la boca y el boli ha pasado a la oreja: todo un espectáculo de elegancia y femineidad.
Con los zapatos patinando por el peso del carro y su manía de dirigirse siempre hacia las estanterías, el boli en la boca, la lista hecha una arruga y cara de mal genio, intentamos finalizar nuestro periplo.
Por fin terminamos la lista y nos dirigimos a una caja. En todas hay cola y, pase lo que pase, siempre nos pondremos en la que va más lenta, con lo cual comenzaremos de nuevo a sudar. Esta vez ya no nos quitamos el abrigo, aguantamos como heroínas, sudando la gota gorda hasta que, una vez que hemos pasado todos los productos por el lector, vuelven a nuestro carro en bolsas.
Cuando por fin salimos a la calle, respiramos el aire helador del invierno con una gran bocanada. Ya no necesitamos ni guantes, ni bufanda, ni gorro; tenemos suficiente calor acumulado para llegar hasta casa y nos permitimos el lujo de ir con el abrigo desabrochado. Bastante tenemos con la cantidad de bolsas que llevamos y con el puñetero bolso que es incapaz de quedarse quieto en el hombro.
Llegamos a casa y, tras dejar todo sobre la mesa de la cocina, nos sentamos a contemplarlo y pensamos que ahora viene el suplicio de etiquetar y recoger.
Quizá tuvieran razón las mujeres de antes y debiéramos ir a comprar cada día, pero dejaríamos de ser las malabaristas de los supermercados y, sinceramente, es un espectáculo digno de contemplar y, además, gratis.

domingo, 4 de diciembre de 2011

LA FAMILIA DE MI HIJA

La vida no ha dotado a mi hija de ocho años del arte del dibujo; seguramente será herencia materna.
A mí, sinceramente, me da igual cómo lo haga, son todos preciosos.
Hay uno en especial que me encanta, se titula : mi familia.
Papá está el primero, el más guapo de todos, el más fuerte de todos,  dando la mano a su pequeña. Si seguimos la cadena, cogiendo su otra mano está mamá, vestida como a ella le gusta: "fashion" y no "con esa ropa que te pones mami, no me gusta nada".
Lo mejor de la estampa familiar son sus "tatos": Chusky, el gato, muy tieso y al lado de mamá, porque Chus siempre va detrás de mamá, como es el "hermano" mayor, a mamá la quiere mucho, "pero a mí más". 
Un poquito más separados están los pequeños: Pulga y Gordi, los peces. Y están ahí, sin agua, sin nada, como dos más de la familia.
Reconozco que, visto desde fuera el dibujo, somos una familia un tanto peculiar: tres personas, un gato y dos peces; pero a la vez me encanta que mi hija los sepa incluir dentro de su núcleo. No hace distinciones.
Todas las noches antes de irse a dormir viene el ritual de los besos, y siempre tienen su orden: primero papá, SU papá, después mamá, luego Chusky (si es que deja cogerse) y por último la pecera en la que viven Pulga y Gordi.
Al día siguiente por la mañana, cambia el Buenas noches por el Buenos días, pero el orden de besos sigue siendo el mismo y, a la hora de ir al cole, hay que despedirse de todos.
Llegamos ahora a la época en que vendrán los Reyes Magos y claro, en su carta no pueden faltar ni sus papis ni sus "tatos", y los "reyes" terminan un poco locos buscando algún detallito para esos seres que no piden pero agradecen.
Mi hija tiene una familia "distinta"; nunca ha pedido un hermano, ya tiene tres. Es feliz jugando con Chusky; aunque la palabra correcta sería fastidiando a Chusky y el pobre, todo abnegado, se deja coger, que le hagan bailar, que le pongan una bufanda y nunca, nunca, le ha sacado las uñas a su "tata".
Hay veces en que hasta los niños se dan cuenta de que los animales son mucha mejor compañía que las personas; por lo menos estoy convencida que no le fallarán jamás y que podrá hablar con ellos y sentirse oída, no escuchada (dando gracias, ella no ve la diferencia).
Es feliz en su mundo, en su familia y no lo digo yo, lo dice ella: todos en su dibujo estamos sonriendo.

viernes, 2 de diciembre de 2011

UNA TONTERÍA: CAMBIAR NOMBRES

No sé por qué me he puesto a pensar quién le dio el nombre a los dedos de las manos.
Desde luego con el meñique me parece que acertó poco, tendría que haber recurrido a algún término más escatológico: limpiador, desatascador..., y sí, me estoy refiriendo al pobre dedo usado para limpiarnos las orejas o llegar a lo más profundo de nuestra nariz, algo realmente repulsivo, pero que todos vemos alguna vez dentro de un coche parado en un semáforo.
Para el dedo anular ya tuvo más acierto: anular, por aquello del anillo, aunque últimamente los grandes anillos se llevan en el dedo índice, será porque el considerable tamaño no permite llevarlo en otro. Yo sigo la tradición y los que llevo van en el dedo anular, simplemente porque la costumbre ha hecho que ya formen parte de mí y no note que van conmigo.
Con el dedo corazón creo que también metió la pata. Por lo general empleamos este dedo para levantarlo hacia el cielo y mandar a alguien a algún sitio no muy agradable. En lugar de corazón creo que debía haberlo llamado "que te den". ¿Por eso será el más largo? ¿Tanto lo empleamos?. No es un gesto muy agradable que digamos, pero hasta nos divierte que los niños de pocos años aprendan a hacerlo. Sinceramente, no sé hasta que punto hay que reírse de esas gracias.
El dedo índice, llamado así para señalar, con los tiempos que corren creo que sería el dedo para pedir: pedir trabajo, pedir permiso, pedir la palabra,  pedir compañía, pedir ayuda. Últimamente no señalamos: es de mala educación señalar a una persona, es decepcionante señalar lo que vemos y no podemos conseguir. Quizá lo único a lo que se dirige nuestro dedo es hacia ese algo que todavía nos asombra o que nos trae buenos recuerdos.
En cuanto al pulgar, no sé muy bien de qué le viene ese nombre, porque si es de pulga creo que el término es equivocado, ya  que es el  más gordito de todos. Es el dedo que más movemos cuando estamos nerviosos, cuando su yema se frota contra los demás y nos hace sentirnos un poco más liberados de aquello que nos angustia; el que da vueltas con su gemelo de la otra mano para matar ratos de soledad o de espera.
No creo que nadie vaya a cambiar los nombres de los dedos, pero para mí serían: nervioso, pidón, que te den, anular y limpiador.
Cada uno que piense lo que quiera. Es una forma más de cambiar los nombres a las cosas.
Por cierto, ¿los dedos de los pies tienen nombre?; si lo tienen yo creo que deberían ser: separachanclas y el grupo: siempre juntos los cuatro; aunque los que hemos tenido la pierna escayolada alguna vez, sabemos lo divertido que es aprender a separarlos de uno en uno y sentirnos dichosos de tan excepcional logro; una forma más de pasar el tiempo en que permanecemos inmóviles y una tontería más que demostrar que sabemos hacer en las tardes de piscina.
Hay días en que sólo se nos ocurren tonterías; probablemente sean los más felices.

jueves, 1 de diciembre de 2011

"LOS CHICOS DEL CORO"

Para mis "compis teachers" y mis niños de Switch Idiomas.
Bonitas canciones y maravillosas voces que nos encandilaron hace unos años con el estreno de esta película.
Pero no me refiero a ellos con el título. Me alegra ver a los niños que, en esta época, han estado preparando sus villancicos.
Por mi trabajo, vivo el día a día de estos pequeños que, sin saber ni siquiera conjugar perfectamente un verbo en español, son capaces de aprenderse la letra de un villancico en inglés o en francés. Niños que viven con ilusión el momento en que tengan que subir al escenario y cantar ante sus padres y abuelos el tema que han aprendido durante pequeños ratos en clase.
Niños a lo que, no les pone nerviosos el hecho de recibir un regalo de más o menos dinero, sino que les altera el que sus seres queridos van a estar ahí, viendo cómo cantan y cómo se expresan en otro idioma que no es el suyo.
Niños cuyas voces no son perfectas, incluso en algunos casos desafinan, pero ponen todo su empeño y afán en hacerlo simplemente como han aprendido; en que sus progenitores estén orgullosos de ellos y de su esfuerzo.
Son "los chicos del coro" especial, un coro que canta para que otros se sientan orgullosos, para que una sonrisa les diga que lo han hecho bien, que su esfuerzo ha merecido la pena, para que unas chucherías al final de su actuación sea el mínimo premio en comparación al abrazo de los padres.
A todos nos gustaría alguna vez ser un chico de coro, que alguien se alegrara por nosotros: por nuestro empeño en la consecución de algo, por nuestro pequeño logro de cada día, por conseguir ser felices con pequeñas cosas, por dejar atrás la vergüenza y el miedo escénico, por ser simplemente nosotros y presentarnos ante los demás con una sonrisa y una bella canción en nuestros labios.

miércoles, 30 de noviembre de 2011

MI MALETA

Preparaba mi maleta con entusiasmo para emprender una nueva etapa de mi vida y la llenaba de ropa, de fotos, de cosas importantes para mí.
Recuerdos de hace años que vienen a mi cabeza, cuando recién dejada la adolescencia me trasladé a París.
Han pasado más de veinte años y sigo enamorada de la ciudad; sus edificios, sus calles, su olor y, sobre todo, ese ambiente bohemio que me marcó para siempre.
Recuerdos de una residencia de estudiantes en la que compartía alojamiento con chicos estadounidenses que me asombraban por su forma de ver la vida tan diferente a la mía.
Recuerdos de llamar a casa por teléfono cada semana, por supuesto a cobro revertido (algo que los jóvenes de ahora no sabrán ni lo que es) y escuchar la voz de mi padre diciéndome: "Ça va?".
Entonces no existía ni Eurodisney, ni el barrio de la  Defense. Era la ciudad ideal para vivir: un sitio en el que eras completamente anónimo; en el que pasabas los días entre clases y visitas a museos y monumentos, o simplemente, te dejabas llevar por las calles.
Recuerdos de pasear un día por esas calles y escuchar desde un balcón "Islas Canarias" y comenzar a llorar recordando lo lejos que estaba de los míos (siendo que nunca he estado en Canarias).
En esos momentos sentías ganas de volver a tu tierra, con tu gente.
Siempre se ha dicho que la tierra tira. A mí me tira París. Volver a perderme en sus calles, volver a ver los puestos en la orilla del Sena, volver a los Bistrot del Barrio Latino, volver a sentirme bohemia en un ambiente en el que no desentono y, aunque lo haga, nadie me dirá nada.
Sigo soñando con el día en que pueda regresar y esta vez para quedarme. Al fin y al cabo lo que nos ata a nuestra tierra son cosas materiales: nuestra casa, nuestro coche,... Lo que realmente importa es lo que pongamos en la maleta de nuestro corazón y de nuestros recuerdos. Nuestro hogar somos cada uno de nosotros y nuestras riquezas son nuestros valores como seres humanos.
Tengo la maleta preparada. Esta vez no pesa nada. Simplemente llevo una foto de las personas que me dieron la vida. Las tres personas que formamos mi familia nos iremos juntos. Todo lo demás lo llevo en mi corazón y en mi cabeza. No sé dónde nos llevarán nuestros pasos. Quizá París sea esa felicidad que sigo buscando. Esperaré a que llegue el día en que pueda partir...

martes, 29 de noviembre de 2011

QUÉ DIRÁN

Me sigue asombrando la gente que tiene poco fondo, que vive de las apariencias, que todo su mundo gira en torno al qué dirán.
No entiendo a los que piden préstamos a los bancos para irse de vacaciones o para organizar eventos familiares en los que todo tiene que ser lo más de lo más.
Ya no es cuestión de tener o no tener dinero, es cuestión de mirar más allá del físico de las personas, de intentar ver que todos tenemos un fondo, aunque algunas veces llego a dudarlo.
Llega un momento, conforme te vas haciendo mayor, en que las apariencias te importan un bledo; buscas en las personas algo más que aquello que pretenden aparentar ser y no son. 
Es normal en los adolescentes de hoy en día que toda su ropa sea "de marca" y, a ser posible, que se vea cuanto más mejor; estamos en la sociedad del consumismo, del querer y  no poder, pero hacerlo como sea. Pobres chicos y chicas, sobre todo estas últimas, si no van vestidas con lo último que sacan las casas de moda, se ven relegadas a un segundo plano; no pueden entrar a formar parte de según que "grupos". La pena es que son demasiado jóvenes para darse cuenta que no merece la pena entrar en esos grupos, que se está mucho mejor fuera, siendo uno mismo, con personalidad, con valores más allá de lo superfluo.
La cosa es más grave cuando los adultos siguen comportándose como si fueran quinceañeros y nos quieren hacer comulgar con ruedas de molino, aparentando ser lo que no son y pretendiendo, con sus palabras, que nos sintamos ofendidos por no llevar ropa de tal o cual tienda, sino por vestirnos con ropa que no es de marca, que es mucho más barata y más asequible a nuestros bolsillos;  por no irnos de vacaciones a ningún sitio o porque nuestras reuniones favoritas son en casa en torno a un café y un bizcocho que hemos hecho.
Es en esas ocasiones cuando te das cuenta de lo vacíos que están por no intentar ver cómo eres en realidad y, ni siquiera, saber cómo son ellos. Claro que, las personas que piensan y se comportan así, no pueden ver más allá de un palmo de sus narices y de sus carísimos gustos.
No me gusta esta sociedad en la que se nos juzga por cómo vamos y no por cómo somos; en la que la etiqueta de un pantalón o de una chaqueta tiene más valor que una palabra o un gesto.
Sinceramente, a mí el qué dirán hace mucho que dejó de importarme; sólo me preocupa qué dirán de mí aquellos que realmente me conocen como persona y no como un maniquí ambulante, cosa que nunca he sido ni quiero ser.

lunes, 28 de noviembre de 2011

PATITOS

No sé qué debió pasar el día en que nací.
Sé que algunos se alegraron porque llegara a este mundo y que para otros resultó indiferente. Es así en la existencia de cualquier persona.
Nunca vi en sus rostros ningún atisbo de desprecio hacia mí, de rechazo por no ser como los demás, todo lo contrario: en sus ojos siempre había amor, ternura, calor.
Siempre me trataron como a alguien normal, pero yo sabía que no lo era. Me sentía diferente. Estaba en el lugar inadecuado en la época menos apropiada.
Cuando llegó mi época adulta mis diferencias salieron a la luz. No era algo físico, simplemente yo no era como los demás: no me gustaba el mundo que me rodeaba, prefería soñar y perderme en épocas remotas en las que simplemente podía ser yo; no me gustaban las cosas que estaba viviendo, pero tampoco quería poner fin a mi vida; quería luchar por ser simplemente yo.
Cuando intentaba hacer algo para conseguir un momento de felicidad, las cosas se torcían y ya no llegaba ese segundo en el que disfrutar.
Dicen que algunos nacen con estrella y otros estrellados. No me considero de este segundo grupo, sencillamente soy diferente; tengo otros sueños y otros anhelos.
Cada día, a través de un invento llamado redes sociales, voy conociendo a personas que se parecen a mí, que desean otras cosas, que quieren ser ellos mismos, que buscan y encuentran algo que no hay en el mundo que les rodea.
No puedo decir que me guste seguir siendo el patito feo, pero soy como soy y, ahora, ya no voy a cambiar, ni tampoco quiero convertirme en cisne. Necesito ese pequeño empujón que me ayude a volar, a desplegar mis alas y conocer un mundo que no es tan malo como yo creo que es. Al fin y al cabo, me doy cuenta que somos muchos los que lo necesitamos, que podemos ayudarnos y emprender juntos nuestro vuelo todos los que seguimos siendo patitos.

viernes, 25 de noviembre de 2011

TU PEQUEÑA

Hola papi:
Sabía que iba a llegar el día de hoy y estaré toda la mañana esperando las rosas blancas que nunca llegarán.
No te puedes imaginar lo que te echo de menos.
Intento ser fuerte, hacerme a la idea de que nunca más te volveré a ver, pero en días como hoy el dolor es más insoportable que nunca.
Me siento como una niña y te necesito. No te imaginas cuanto te necesito.
No llegará tu llamada para decirme "felicidades pequeña" y sé que seguiré mirando el teléfono, con tu número aún guardado en mis contactos, esperando un milagro.
No tengo que contarte como me van las cosas, porque tú estás conmigo, estás en mí; porque todas las noches le doy un beso al anillo que me dijiste que te guardara y que jamás abandonará mi mano; porque tu nieta me dice que yayo es la estrella que más brilla en el cielo; porque sé que te fuiste cuando creíste que tenía mi vida encaminada; porque sé que quieres que sea feliz.
Pocas personas entenderán que nunca fuimos amigos, que simplemente éramos un padre y una hija, pero que sentíamos adoración el uno por el otro, con nuestros defectos y nuestras virtudes. Como decía mamá, éramos Romeo y Julieta.
Te doy las gracias por enseñarme a ser quien soy, por aprender contigo a hablar y a escuchar, por darme tanto amor, por decirme siempre "Adelante, tú puedes".
Sólo quiero que sepas que seguiré; que seré feliz; que todos los días estarán llenos de rosas blancas; que comprenderé que estás, como tú me decías, en un lugar mejor del que nadie vuelve.
Seguiré mi vida con la familia que he formado y haré lo que me enseñaste a hacer: simplemente ser una mujer buena.
Te quiero papá. Tu pequeña.

jueves, 24 de noviembre de 2011

UNA ESTRELLA BRILLANDO

Se suele decir: "Qué solos están los muertos".
Cada uno tendrá sus creencias y compartirá o no esa frase. Para mí no están solos, están llenos de vida en nuestros corazones, en nuestros recuerdos, en esas prendas de ropa que, después de mucho tiempo aún cogemos y apretándola contra nuestra nariz, mantiene su olor.
No es esto un pensamiento tétrico ni luctuoso, todo lo contrario, es saber que los que se han ido físicamente de nuestras vidas están ahora en nosotros. Ya lo estaban antes de partir, pero ahora lo hacen las veinticuatro horas del día. 
Nada me parece más hermoso que contemplar una noche clara y estrellada y pensar que una de esas estrellas es la persona que me cuida, la que va conmigo a todas partes, la que se alegra conmigo y por mí, la que llora conmigo y por mí.
Es bonito recordar que aquella persona que se fue decía que, en su próxima vida, querría reencarnarse en otra cosa. Y tú buscas esa cosa, y la encuentras, y ves en ella algo distinto, especial, que te hace sentir bien.
No creo que los muertos estén solos. Somos nosotros los que lo estamos porque no sabemos asumir que esas personas tan queridas no nos volverán a dar un beso o un abrazo, pero están en los besos y abrazos que nosotros damos a los demás. No sabemos asumir que un día, más tarde o más temprano, todos nos iremos y dejaremos aquí nuestros recuerdos, nuestras enseñanzas, nuestro olor.
No hay nada más bonito que pensar que un día seremos una estrella brillando en el cielo y que alguien, desde aquí abajo, nos mirará y sonreirá.

miércoles, 23 de noviembre de 2011

ME GUSTARÍA.....

Alguna vez me he planteado qué me gustaría ser si no fuera yo.
Son demasiadas las respuestas que me vienen a la cabeza; no me gustaría ser otra persona, preferiría ser algo, una cosa.
Me gustaría ser agua para poder recorrer valles verdes y hacer un largo camino hasta llegar al mar; para poder dar de beber a aquellos que no tienen; para mojar a los niños recién nacidos y notar su suave y delicada piel; para caer en los campos que esperan sedientos.
Me gustaría ser el sol para dar vida a la tierra y los seres que la pueblan, para dar calor a las personas que, sin hogar, pasan frío en los días de invierno, para hacer crecer plantas y árboles, para llenar de luz todos los rincones.
Me gustaría ser fuego para calentar los corazones fríos de la gente, para dar luz en casas pobres y desamparadas, para calentar un plato de comida que llevar a la boca.
Me gustaría ser un árbol, alto, fuerte, lleno de hojas, para dar sombra en los cálidos días de verano, para que los pájaros se posaran en mis ramas y construyeran sus nidos, para dar frutos y que las personas se alimentaran.
Me gustaría ser una nube para poder tapar el sol en los días agobiantes de calor, para poder soltar el agua en las zonas secas, para que los niños jugaran a ver formas, para no tener límites ni fronteras.
Me gustaría ser un libro para hacer llorar a algunos y reír a otros, para hacer soñar, para provocar polémicas y tertulias entre amigos, para que los niños aprendieran a leerme y los mayores no olvidaran.
Me gustaría ser una flor para que los niños me cogieran y me olieran, para ser una declaración de amor, para ser una despedida a alguien que se va, para ser un hola a un ser que llega a la vida.
Tantas y tantas cosas me gustaría ser que todas se resumen en una: me gustaría ser la felicidad que dan las pequeñas cosas.

martes, 22 de noviembre de 2011

CUÉNTAME UN CUENTO

De pequeña soñé que yo era la "Bella Durmiente" y me despertaba en medio de un bosque. Comencé a caminar y me encontré una "Caperucita Roja"; como hacía un poco de frío me la puse y seguí caminando entre los árboles. 
No había nadie pero, de repente, noté un extraño olor, mas que extraño era apestoso; miré y vi a "Tres Cerditos" trabajando; se estaban construyendo unas casas y con el esfuerzo sudaban. Me alejé de ellos y, al momento escuché una agradable música: era una flauta. Vi a un señor que la tocaba y, al preguntarle, me dijo que era "El Flautista de Hamelin". Le pregunté cómo se llegaba a dicho pueblo, pero debí entender mal las indicaciones, porque lo único que encontré fue una casita en medio del bosque. Llamé a la puerta y me abrieron dos niños que me dijeron que se llamaban "Hansel y Gretel". Después de invitarme a caramelos, me indicaron el camino para llegar al pueblo más cercano.
Continuando mi camino, escuché de nuevo una musiquilla; no era una flauta. En un claro del bosque había una casita en la que vivían ocho personas: eran "Blancanieves y los siete enanitos"; silbaban y bailaban y, al momento, me contagiaron su alegría. Tuve que dejarles para intentar llegar al pueblo más cercano. Mi alegría desapareció cuando me encontré a una niña llorando; le pregunté qué le pasaba y me dijo que se llamaba "Cenicienta" y que no le dejaban ir a un baile. Le dije que no llorara, que encontraríamos la solución. Un ruido nos asustó a las dos; de entre los árboles apareció un monstruo, un ser peludo y enorme. Olvidándome de aquella chica, salí corriendo y me escondí tras unos matorrales; miré a ver dónde estaba y la ví con aquel extraño ser; parecen "La Bella y la Bestia", pensé.
Al ver que ya no me necesitaba , proseguí mi camino. Pensé que ya no me iba a ocurrir nada más. Oí un llanto y me acerqué a ver quien era: un "Patito Feo" lloraba desconsoladamente porque nadie le quería; le dije que no se preocupara, y me contestó que "Pulgarcito", un niño subido en una de sus alas y al que yo no había visto, se lo repetía constantemente, pero no podía evitarlo.
Dejé a los dos amigos hablando y, por fin, llegué a una hermosa ciudad. En la puerta de la muralla había un "Soldadito de Plomo" al que le pregunté que ciudad era aquella. Me dijo que era la del "Rey Midas". No sabía muy bien quien era ese señor, pero debía ser muy importante. La ciudad estaba en fiestas, por lo que me comentó "El Gato con botas", habían encontrado "La Gallina de los Huevos de oro" y todos estaban felices y contentos.
Me uní a las celebraciones. El rey salió a saludar con su hijo, "El Príncipe Valiente". Pude hablar con él y me dijo que en realidad no era el hijo del rey, sino que lo había adoptado de pequeño, que en verdad se llamaba "Peter Pan", pero que con el rey había encontrado al padre que nunca tuvo.
Cansada de tanto caminar, entré en un pequeño establo. Había un cervatillo llamado "Bambi", que me dejó apoyar la cabeza en su pequeño lomo. Me dormí y soñé con un chico llamado "Aladino" que me llevaba en una alfombra mágica al feo y humano mundo de la realidad.

lunes, 21 de noviembre de 2011

UN MENSAJE

El otro día me llegó un mensaje al móvil:
"mñn kdams dnd siempre, ok? sno llm. bss"
Yo, que estoy acostumbrada a leer las palabras enteras y verdaderas,  me estuve un rato hasta que conseguí descifrar lo que me estaban diciendo.
Parece que el lenguaje de los móviles está de moda y somos "raros" los que escribimos todas las palabras, con sus vocales y sus consonantes; incluso cometemos la osadía de poner las tildes.
No sé por qué se tiene que emplear esta amplia gama de abreviaturas, al fin y al cabo, el coste del mensaje es el mismo y la persona que lo recibe, en este caso yo, no se vuelve loca intentando averiguar qué le están diciendo.
Lo peor de todo no es que se escriban de esta manera los mensajes, sino que ya han pasado al lenguaje escrito de cada día.
Por mi trabajo he visto escritos de jóvenes en los que aparecen las mismas abreviaturas que en los mensajes de móvil. 
Si ya de por sí andaba mal la cultura en este país, ¿cómo nos va a ir a partir de ahora si nos dedicamos a escribir así?. Es imposible que nuestros jóvenes manejen con fluidez nuestra rica lengua si se dedican a escribir con abreviaturas y, para más inri, son incapaces de leer un libro. Y encima ¡Presumen de ello!.
Por suerte o por desgracia a mí me gusta leer; devoro libros, es algo que viene de familia. Pero no puedo imponer que todo el mundo lea, que descubra el maravilloso mundo de los libros y así, de paso, aprenda a escribir sin faltas de ortografía.
Lo siento por mis contactos del móvil, pero yo los seguiré enviando con todas sus letras y sus tildes. No sé hacerlo de otra manera, y tampoco quiero. Por que yo envío mensajes, no sms.

viernes, 18 de noviembre de 2011

SIMPLEMENTE PERSONAS

A estas alturas no vamos a hablar de machismos y feminismos. Considero que todos somos personas y como tales se nos ha de tratar, sin tener en cuenta lo que tengamos entre las piernas.
Pero sí es cierto que en algunos aspectos de nuestra vida cotidiana aún siguen prevaleciendo ciertos prejucios tanto para unos como para otras. 
Si en la puerta de un colegio vemos a un padre a las 9 de la mañana llevando a sus hijos, cosa que antes no hacía, no pensaremos que tiene fiesta, que tiene un horario vespertino, sino que simplemente le han echado del trabajo y está en el paro.
Dando gracias el hecho de que un hombre vaya a la compra solo es algo habitual. Volvemos al pero, si lleva la lista de la compra en un papel, "seguro que se la ha hecho su mujer".
No es esto un alegato a favor de los hombres, es simplemente dejar constancia de lo que nos gusta hablar sin saber; opinar sobre los demás y cuanto más sepamos, mejor.
Tampoco soy feminista, pero he vivido en mis carnes el hecho de no obtener un trabajo porque "podría quedarme embarazada"; aunque realmente lo que me molesta es que a las señoras casadas se las llame "señora de". Creo que únicamente somos de nuestros padres que nos hicieron y nos parieron.
Doy gracias por ser española y no tener que cambiar mi apellido por otro.
Cada día los hombres se integran más en las labores domésticas y las mujeres ocupan un amplio número en el mundo laboral.
Hay mujeres que les encanta un partido de fútbol y lo viven con la misma pasión que cualquier hombre; al igual que hay hombres que lloran viendo películas de las que podríamos denominar "pastelito".
Creo y espero que por fin lleguemos a un mundo habitado sólo por personas, que dejemos a un lado la guerra de sexos. La naturaleza es muy sabia y nos ha dotado a cada uno con aquello que podemos soportar.
Cuántas veces una mujer habrá deseado tener la fuerza de un hombre para poder abrir ese bote que se resiste, y cuántas veces un hombre habrá deseado tener la ternura de una mujer para consolar a un amigo.
No distingamos. No busquemos guerras donde no las hay. Seamos simplemente personas.

jueves, 17 de noviembre de 2011

UN BESO POR INTERNET

Qué triste es ver dónde nos está llevando esta sociedad en que vivimos.
Todos estamos demasiado ocupados para los demás; siempre hay algo más importante que hacer que dedicarle dos segundos de nuestra vida a una persona que nos necesita o que, simplemente, le podemos decir "hola" y será suficiente para hacerla feliz.
¿Tanto nos cuesta dejar de ser el ombligo del mundo? 
No me gusta vivir en un mundo en el que las personas no importamos, en el que las cosas han pasado a un primer término que no les corresponde. 
Por suerte o por desgracia pertenezco al grupo de personas que necesitan todos los días una caricia, una sonrisa, un gesto amable y, por supuesto, soy la primera que lo hago. Creo que si yo lo necesito, los demás también. ¡ Tonta de mí !.
A estas alturas de mi vida ya no puedo cambiar: seguiré dando abrazos, besos y caricias sin que me lo pidan. Lo que sí que cambiaré, o espero hacerlo, es no esperar nada a cambio, no poner la mejilla porque lo más probable es que me lleve una bofetada.
Afortunadamente hay dos personas en mi vida que me dan un beso todas las mañanas. Pero ¿y todas esos seres humanos que no tienen a nadie que se lo dé?. Personas que están solas o, que estando acompañadas, se sienten solas.
Utilicemos las redes sociales no sólo para escribir tonterías. No sabemos si la persona que está al otro lado necesita ese beso, esa caricia o esa palabra amable que hace tiempo que no recibe.
Todos tenemos un segundo en nuestra vida diaria para desear un feliz día a los demás, para que no se sientan solos, para que al abrir esta maravillosa ventana que es internet puedan encontrar ese beso que no tienen en la realidad.