miércoles, 30 de noviembre de 2011

MI MALETA

Preparaba mi maleta con entusiasmo para emprender una nueva etapa de mi vida y la llenaba de ropa, de fotos, de cosas importantes para mí.
Recuerdos de hace años que vienen a mi cabeza, cuando recién dejada la adolescencia me trasladé a París.
Han pasado más de veinte años y sigo enamorada de la ciudad; sus edificios, sus calles, su olor y, sobre todo, ese ambiente bohemio que me marcó para siempre.
Recuerdos de una residencia de estudiantes en la que compartía alojamiento con chicos estadounidenses que me asombraban por su forma de ver la vida tan diferente a la mía.
Recuerdos de llamar a casa por teléfono cada semana, por supuesto a cobro revertido (algo que los jóvenes de ahora no sabrán ni lo que es) y escuchar la voz de mi padre diciéndome: "Ça va?".
Entonces no existía ni Eurodisney, ni el barrio de la  Defense. Era la ciudad ideal para vivir: un sitio en el que eras completamente anónimo; en el que pasabas los días entre clases y visitas a museos y monumentos, o simplemente, te dejabas llevar por las calles.
Recuerdos de pasear un día por esas calles y escuchar desde un balcón "Islas Canarias" y comenzar a llorar recordando lo lejos que estaba de los míos (siendo que nunca he estado en Canarias).
En esos momentos sentías ganas de volver a tu tierra, con tu gente.
Siempre se ha dicho que la tierra tira. A mí me tira París. Volver a perderme en sus calles, volver a ver los puestos en la orilla del Sena, volver a los Bistrot del Barrio Latino, volver a sentirme bohemia en un ambiente en el que no desentono y, aunque lo haga, nadie me dirá nada.
Sigo soñando con el día en que pueda regresar y esta vez para quedarme. Al fin y al cabo lo que nos ata a nuestra tierra son cosas materiales: nuestra casa, nuestro coche,... Lo que realmente importa es lo que pongamos en la maleta de nuestro corazón y de nuestros recuerdos. Nuestro hogar somos cada uno de nosotros y nuestras riquezas son nuestros valores como seres humanos.
Tengo la maleta preparada. Esta vez no pesa nada. Simplemente llevo una foto de las personas que me dieron la vida. Las tres personas que formamos mi familia nos iremos juntos. Todo lo demás lo llevo en mi corazón y en mi cabeza. No sé dónde nos llevarán nuestros pasos. Quizá París sea esa felicidad que sigo buscando. Esperaré a que llegue el día en que pueda partir...

martes, 29 de noviembre de 2011

QUÉ DIRÁN

Me sigue asombrando la gente que tiene poco fondo, que vive de las apariencias, que todo su mundo gira en torno al qué dirán.
No entiendo a los que piden préstamos a los bancos para irse de vacaciones o para organizar eventos familiares en los que todo tiene que ser lo más de lo más.
Ya no es cuestión de tener o no tener dinero, es cuestión de mirar más allá del físico de las personas, de intentar ver que todos tenemos un fondo, aunque algunas veces llego a dudarlo.
Llega un momento, conforme te vas haciendo mayor, en que las apariencias te importan un bledo; buscas en las personas algo más que aquello que pretenden aparentar ser y no son. 
Es normal en los adolescentes de hoy en día que toda su ropa sea "de marca" y, a ser posible, que se vea cuanto más mejor; estamos en la sociedad del consumismo, del querer y  no poder, pero hacerlo como sea. Pobres chicos y chicas, sobre todo estas últimas, si no van vestidas con lo último que sacan las casas de moda, se ven relegadas a un segundo plano; no pueden entrar a formar parte de según que "grupos". La pena es que son demasiado jóvenes para darse cuenta que no merece la pena entrar en esos grupos, que se está mucho mejor fuera, siendo uno mismo, con personalidad, con valores más allá de lo superfluo.
La cosa es más grave cuando los adultos siguen comportándose como si fueran quinceañeros y nos quieren hacer comulgar con ruedas de molino, aparentando ser lo que no son y pretendiendo, con sus palabras, que nos sintamos ofendidos por no llevar ropa de tal o cual tienda, sino por vestirnos con ropa que no es de marca, que es mucho más barata y más asequible a nuestros bolsillos;  por no irnos de vacaciones a ningún sitio o porque nuestras reuniones favoritas son en casa en torno a un café y un bizcocho que hemos hecho.
Es en esas ocasiones cuando te das cuenta de lo vacíos que están por no intentar ver cómo eres en realidad y, ni siquiera, saber cómo son ellos. Claro que, las personas que piensan y se comportan así, no pueden ver más allá de un palmo de sus narices y de sus carísimos gustos.
No me gusta esta sociedad en la que se nos juzga por cómo vamos y no por cómo somos; en la que la etiqueta de un pantalón o de una chaqueta tiene más valor que una palabra o un gesto.
Sinceramente, a mí el qué dirán hace mucho que dejó de importarme; sólo me preocupa qué dirán de mí aquellos que realmente me conocen como persona y no como un maniquí ambulante, cosa que nunca he sido ni quiero ser.

lunes, 28 de noviembre de 2011

PATITOS

No sé qué debió pasar el día en que nací.
Sé que algunos se alegraron porque llegara a este mundo y que para otros resultó indiferente. Es así en la existencia de cualquier persona.
Nunca vi en sus rostros ningún atisbo de desprecio hacia mí, de rechazo por no ser como los demás, todo lo contrario: en sus ojos siempre había amor, ternura, calor.
Siempre me trataron como a alguien normal, pero yo sabía que no lo era. Me sentía diferente. Estaba en el lugar inadecuado en la época menos apropiada.
Cuando llegó mi época adulta mis diferencias salieron a la luz. No era algo físico, simplemente yo no era como los demás: no me gustaba el mundo que me rodeaba, prefería soñar y perderme en épocas remotas en las que simplemente podía ser yo; no me gustaban las cosas que estaba viviendo, pero tampoco quería poner fin a mi vida; quería luchar por ser simplemente yo.
Cuando intentaba hacer algo para conseguir un momento de felicidad, las cosas se torcían y ya no llegaba ese segundo en el que disfrutar.
Dicen que algunos nacen con estrella y otros estrellados. No me considero de este segundo grupo, sencillamente soy diferente; tengo otros sueños y otros anhelos.
Cada día, a través de un invento llamado redes sociales, voy conociendo a personas que se parecen a mí, que desean otras cosas, que quieren ser ellos mismos, que buscan y encuentran algo que no hay en el mundo que les rodea.
No puedo decir que me guste seguir siendo el patito feo, pero soy como soy y, ahora, ya no voy a cambiar, ni tampoco quiero convertirme en cisne. Necesito ese pequeño empujón que me ayude a volar, a desplegar mis alas y conocer un mundo que no es tan malo como yo creo que es. Al fin y al cabo, me doy cuenta que somos muchos los que lo necesitamos, que podemos ayudarnos y emprender juntos nuestro vuelo todos los que seguimos siendo patitos.

viernes, 25 de noviembre de 2011

TU PEQUEÑA

Hola papi:
Sabía que iba a llegar el día de hoy y estaré toda la mañana esperando las rosas blancas que nunca llegarán.
No te puedes imaginar lo que te echo de menos.
Intento ser fuerte, hacerme a la idea de que nunca más te volveré a ver, pero en días como hoy el dolor es más insoportable que nunca.
Me siento como una niña y te necesito. No te imaginas cuanto te necesito.
No llegará tu llamada para decirme "felicidades pequeña" y sé que seguiré mirando el teléfono, con tu número aún guardado en mis contactos, esperando un milagro.
No tengo que contarte como me van las cosas, porque tú estás conmigo, estás en mí; porque todas las noches le doy un beso al anillo que me dijiste que te guardara y que jamás abandonará mi mano; porque tu nieta me dice que yayo es la estrella que más brilla en el cielo; porque sé que te fuiste cuando creíste que tenía mi vida encaminada; porque sé que quieres que sea feliz.
Pocas personas entenderán que nunca fuimos amigos, que simplemente éramos un padre y una hija, pero que sentíamos adoración el uno por el otro, con nuestros defectos y nuestras virtudes. Como decía mamá, éramos Romeo y Julieta.
Te doy las gracias por enseñarme a ser quien soy, por aprender contigo a hablar y a escuchar, por darme tanto amor, por decirme siempre "Adelante, tú puedes".
Sólo quiero que sepas que seguiré; que seré feliz; que todos los días estarán llenos de rosas blancas; que comprenderé que estás, como tú me decías, en un lugar mejor del que nadie vuelve.
Seguiré mi vida con la familia que he formado y haré lo que me enseñaste a hacer: simplemente ser una mujer buena.
Te quiero papá. Tu pequeña.

jueves, 24 de noviembre de 2011

UNA ESTRELLA BRILLANDO

Se suele decir: "Qué solos están los muertos".
Cada uno tendrá sus creencias y compartirá o no esa frase. Para mí no están solos, están llenos de vida en nuestros corazones, en nuestros recuerdos, en esas prendas de ropa que, después de mucho tiempo aún cogemos y apretándola contra nuestra nariz, mantiene su olor.
No es esto un pensamiento tétrico ni luctuoso, todo lo contrario, es saber que los que se han ido físicamente de nuestras vidas están ahora en nosotros. Ya lo estaban antes de partir, pero ahora lo hacen las veinticuatro horas del día. 
Nada me parece más hermoso que contemplar una noche clara y estrellada y pensar que una de esas estrellas es la persona que me cuida, la que va conmigo a todas partes, la que se alegra conmigo y por mí, la que llora conmigo y por mí.
Es bonito recordar que aquella persona que se fue decía que, en su próxima vida, querría reencarnarse en otra cosa. Y tú buscas esa cosa, y la encuentras, y ves en ella algo distinto, especial, que te hace sentir bien.
No creo que los muertos estén solos. Somos nosotros los que lo estamos porque no sabemos asumir que esas personas tan queridas no nos volverán a dar un beso o un abrazo, pero están en los besos y abrazos que nosotros damos a los demás. No sabemos asumir que un día, más tarde o más temprano, todos nos iremos y dejaremos aquí nuestros recuerdos, nuestras enseñanzas, nuestro olor.
No hay nada más bonito que pensar que un día seremos una estrella brillando en el cielo y que alguien, desde aquí abajo, nos mirará y sonreirá.

miércoles, 23 de noviembre de 2011

ME GUSTARÍA.....

Alguna vez me he planteado qué me gustaría ser si no fuera yo.
Son demasiadas las respuestas que me vienen a la cabeza; no me gustaría ser otra persona, preferiría ser algo, una cosa.
Me gustaría ser agua para poder recorrer valles verdes y hacer un largo camino hasta llegar al mar; para poder dar de beber a aquellos que no tienen; para mojar a los niños recién nacidos y notar su suave y delicada piel; para caer en los campos que esperan sedientos.
Me gustaría ser el sol para dar vida a la tierra y los seres que la pueblan, para dar calor a las personas que, sin hogar, pasan frío en los días de invierno, para hacer crecer plantas y árboles, para llenar de luz todos los rincones.
Me gustaría ser fuego para calentar los corazones fríos de la gente, para dar luz en casas pobres y desamparadas, para calentar un plato de comida que llevar a la boca.
Me gustaría ser un árbol, alto, fuerte, lleno de hojas, para dar sombra en los cálidos días de verano, para que los pájaros se posaran en mis ramas y construyeran sus nidos, para dar frutos y que las personas se alimentaran.
Me gustaría ser una nube para poder tapar el sol en los días agobiantes de calor, para poder soltar el agua en las zonas secas, para que los niños jugaran a ver formas, para no tener límites ni fronteras.
Me gustaría ser un libro para hacer llorar a algunos y reír a otros, para hacer soñar, para provocar polémicas y tertulias entre amigos, para que los niños aprendieran a leerme y los mayores no olvidaran.
Me gustaría ser una flor para que los niños me cogieran y me olieran, para ser una declaración de amor, para ser una despedida a alguien que se va, para ser un hola a un ser que llega a la vida.
Tantas y tantas cosas me gustaría ser que todas se resumen en una: me gustaría ser la felicidad que dan las pequeñas cosas.

martes, 22 de noviembre de 2011

CUÉNTAME UN CUENTO

De pequeña soñé que yo era la "Bella Durmiente" y me despertaba en medio de un bosque. Comencé a caminar y me encontré una "Caperucita Roja"; como hacía un poco de frío me la puse y seguí caminando entre los árboles. 
No había nadie pero, de repente, noté un extraño olor, mas que extraño era apestoso; miré y vi a "Tres Cerditos" trabajando; se estaban construyendo unas casas y con el esfuerzo sudaban. Me alejé de ellos y, al momento escuché una agradable música: era una flauta. Vi a un señor que la tocaba y, al preguntarle, me dijo que era "El Flautista de Hamelin". Le pregunté cómo se llegaba a dicho pueblo, pero debí entender mal las indicaciones, porque lo único que encontré fue una casita en medio del bosque. Llamé a la puerta y me abrieron dos niños que me dijeron que se llamaban "Hansel y Gretel". Después de invitarme a caramelos, me indicaron el camino para llegar al pueblo más cercano.
Continuando mi camino, escuché de nuevo una musiquilla; no era una flauta. En un claro del bosque había una casita en la que vivían ocho personas: eran "Blancanieves y los siete enanitos"; silbaban y bailaban y, al momento, me contagiaron su alegría. Tuve que dejarles para intentar llegar al pueblo más cercano. Mi alegría desapareció cuando me encontré a una niña llorando; le pregunté qué le pasaba y me dijo que se llamaba "Cenicienta" y que no le dejaban ir a un baile. Le dije que no llorara, que encontraríamos la solución. Un ruido nos asustó a las dos; de entre los árboles apareció un monstruo, un ser peludo y enorme. Olvidándome de aquella chica, salí corriendo y me escondí tras unos matorrales; miré a ver dónde estaba y la ví con aquel extraño ser; parecen "La Bella y la Bestia", pensé.
Al ver que ya no me necesitaba , proseguí mi camino. Pensé que ya no me iba a ocurrir nada más. Oí un llanto y me acerqué a ver quien era: un "Patito Feo" lloraba desconsoladamente porque nadie le quería; le dije que no se preocupara, y me contestó que "Pulgarcito", un niño subido en una de sus alas y al que yo no había visto, se lo repetía constantemente, pero no podía evitarlo.
Dejé a los dos amigos hablando y, por fin, llegué a una hermosa ciudad. En la puerta de la muralla había un "Soldadito de Plomo" al que le pregunté que ciudad era aquella. Me dijo que era la del "Rey Midas". No sabía muy bien quien era ese señor, pero debía ser muy importante. La ciudad estaba en fiestas, por lo que me comentó "El Gato con botas", habían encontrado "La Gallina de los Huevos de oro" y todos estaban felices y contentos.
Me uní a las celebraciones. El rey salió a saludar con su hijo, "El Príncipe Valiente". Pude hablar con él y me dijo que en realidad no era el hijo del rey, sino que lo había adoptado de pequeño, que en verdad se llamaba "Peter Pan", pero que con el rey había encontrado al padre que nunca tuvo.
Cansada de tanto caminar, entré en un pequeño establo. Había un cervatillo llamado "Bambi", que me dejó apoyar la cabeza en su pequeño lomo. Me dormí y soñé con un chico llamado "Aladino" que me llevaba en una alfombra mágica al feo y humano mundo de la realidad.

lunes, 21 de noviembre de 2011

UN MENSAJE

El otro día me llegó un mensaje al móvil:
"mñn kdams dnd siempre, ok? sno llm. bss"
Yo, que estoy acostumbrada a leer las palabras enteras y verdaderas,  me estuve un rato hasta que conseguí descifrar lo que me estaban diciendo.
Parece que el lenguaje de los móviles está de moda y somos "raros" los que escribimos todas las palabras, con sus vocales y sus consonantes; incluso cometemos la osadía de poner las tildes.
No sé por qué se tiene que emplear esta amplia gama de abreviaturas, al fin y al cabo, el coste del mensaje es el mismo y la persona que lo recibe, en este caso yo, no se vuelve loca intentando averiguar qué le están diciendo.
Lo peor de todo no es que se escriban de esta manera los mensajes, sino que ya han pasado al lenguaje escrito de cada día.
Por mi trabajo he visto escritos de jóvenes en los que aparecen las mismas abreviaturas que en los mensajes de móvil. 
Si ya de por sí andaba mal la cultura en este país, ¿cómo nos va a ir a partir de ahora si nos dedicamos a escribir así?. Es imposible que nuestros jóvenes manejen con fluidez nuestra rica lengua si se dedican a escribir con abreviaturas y, para más inri, son incapaces de leer un libro. Y encima ¡Presumen de ello!.
Por suerte o por desgracia a mí me gusta leer; devoro libros, es algo que viene de familia. Pero no puedo imponer que todo el mundo lea, que descubra el maravilloso mundo de los libros y así, de paso, aprenda a escribir sin faltas de ortografía.
Lo siento por mis contactos del móvil, pero yo los seguiré enviando con todas sus letras y sus tildes. No sé hacerlo de otra manera, y tampoco quiero. Por que yo envío mensajes, no sms.

viernes, 18 de noviembre de 2011

SIMPLEMENTE PERSONAS

A estas alturas no vamos a hablar de machismos y feminismos. Considero que todos somos personas y como tales se nos ha de tratar, sin tener en cuenta lo que tengamos entre las piernas.
Pero sí es cierto que en algunos aspectos de nuestra vida cotidiana aún siguen prevaleciendo ciertos prejucios tanto para unos como para otras. 
Si en la puerta de un colegio vemos a un padre a las 9 de la mañana llevando a sus hijos, cosa que antes no hacía, no pensaremos que tiene fiesta, que tiene un horario vespertino, sino que simplemente le han echado del trabajo y está en el paro.
Dando gracias el hecho de que un hombre vaya a la compra solo es algo habitual. Volvemos al pero, si lleva la lista de la compra en un papel, "seguro que se la ha hecho su mujer".
No es esto un alegato a favor de los hombres, es simplemente dejar constancia de lo que nos gusta hablar sin saber; opinar sobre los demás y cuanto más sepamos, mejor.
Tampoco soy feminista, pero he vivido en mis carnes el hecho de no obtener un trabajo porque "podría quedarme embarazada"; aunque realmente lo que me molesta es que a las señoras casadas se las llame "señora de". Creo que únicamente somos de nuestros padres que nos hicieron y nos parieron.
Doy gracias por ser española y no tener que cambiar mi apellido por otro.
Cada día los hombres se integran más en las labores domésticas y las mujeres ocupan un amplio número en el mundo laboral.
Hay mujeres que les encanta un partido de fútbol y lo viven con la misma pasión que cualquier hombre; al igual que hay hombres que lloran viendo películas de las que podríamos denominar "pastelito".
Creo y espero que por fin lleguemos a un mundo habitado sólo por personas, que dejemos a un lado la guerra de sexos. La naturaleza es muy sabia y nos ha dotado a cada uno con aquello que podemos soportar.
Cuántas veces una mujer habrá deseado tener la fuerza de un hombre para poder abrir ese bote que se resiste, y cuántas veces un hombre habrá deseado tener la ternura de una mujer para consolar a un amigo.
No distingamos. No busquemos guerras donde no las hay. Seamos simplemente personas.

jueves, 17 de noviembre de 2011

UN BESO POR INTERNET

Qué triste es ver dónde nos está llevando esta sociedad en que vivimos.
Todos estamos demasiado ocupados para los demás; siempre hay algo más importante que hacer que dedicarle dos segundos de nuestra vida a una persona que nos necesita o que, simplemente, le podemos decir "hola" y será suficiente para hacerla feliz.
¿Tanto nos cuesta dejar de ser el ombligo del mundo? 
No me gusta vivir en un mundo en el que las personas no importamos, en el que las cosas han pasado a un primer término que no les corresponde. 
Por suerte o por desgracia pertenezco al grupo de personas que necesitan todos los días una caricia, una sonrisa, un gesto amable y, por supuesto, soy la primera que lo hago. Creo que si yo lo necesito, los demás también. ¡ Tonta de mí !.
A estas alturas de mi vida ya no puedo cambiar: seguiré dando abrazos, besos y caricias sin que me lo pidan. Lo que sí que cambiaré, o espero hacerlo, es no esperar nada a cambio, no poner la mejilla porque lo más probable es que me lleve una bofetada.
Afortunadamente hay dos personas en mi vida que me dan un beso todas las mañanas. Pero ¿y todas esos seres humanos que no tienen a nadie que se lo dé?. Personas que están solas o, que estando acompañadas, se sienten solas.
Utilicemos las redes sociales no sólo para escribir tonterías. No sabemos si la persona que está al otro lado necesita ese beso, esa caricia o esa palabra amable que hace tiempo que no recibe.
Todos tenemos un segundo en nuestra vida diaria para desear un feliz día a los demás, para que no se sientan solos, para que al abrir esta maravillosa ventana que es internet puedan encontrar ese beso que no tienen en la realidad.

SOY UN PÁJARO

Todos decimos que ya somos adultos, que hemos madurado, que nuestras vidas dependen de nosotros mismos, que no tenemos que dar explicaciones a nadie.. Pero no es cierto.
Siempre queremos tener a alguien ahí detrás que, de vez cuando, se alegre por nosotros, llore con nosotros, nos dé un abrazo y nos diga: "Esto está bien o está mal".
Dicen que los pájaros son libres, pero vuelan en bandadas.
Nosotros somos igual; necesitamos nuestra bandada para seguir el vuelo de nuestra vida.
Es terrible sentir el vacío que trae la soledad, la impotencia que sentimos al vernos solos ante una situación ya sea triste o alegre.
Hay personas que olvidan. Nos olvidan. Ya no somos importantes en sus vidas. Pero ellas lo fueron un día en la nuestra y nosotros queremos que lo sigan siendo.
Por suerte la vida nos trae amigos, verdaderos amigos, seres que están ahí, que ríen y lloran con nosotros, nos aconsejan, nos escuchan.... pero nunca sustituirán a los otros.
Soy un pájaro que un día dejó su bandada y echó a volar con otros, pero sigo queriendo a los de antaño y, de vez en cuando los necesito, aunque ellos me hayan olvidado.

miércoles, 16 de noviembre de 2011

PLOF

Hay días en que uno se levanta triste, pero no le importa que le cuenten un chiste o le hagan alguna broma para reírse un poco.
Días en que nos quedaríamos en la cama completamente apáticos, pero si nos quedamos tumbamos, tenemos un gusanillo dentro que nos dice que hay que levantarse y comerse el mundo.
Días en que ir al trabajo se hace algo aburrido y monótono, pero a la vez son los días en que mejor funciona todo.
Días en que no te apetece hablar con nadie, ni tan siquiera saludar, pero de repente llega la persona que hace que tu conversación sea más fluida y más intima, más agradable, y esperas que esa tertulia no termine nunca.
Días en que levantas la persiana, ves nubes y te cabreas porque hasta el cielo está en tu contra, pero en cuanto sale un pequeño rayo de sol, deseas que se cubra para volver a las nubes que abrigan tu intimidad.
No creo que exista una definición para ese estado de ánimo, más bien es imposible definirlo.
Hace muchos años me inventé un término para esa "situación" y decidí que a partir de entonces estaría viviendo uno de mis días plof. 
Son días maravillosos en que te descubres a ti mismo pero confundes a los demás.
Todos hemos tenido algún día plof y lo seguiremos teniendo; disfrutemos de ellos, realmente es cuando mejor sabremos cómo somos nosotros mismos.

martes, 15 de noviembre de 2011

GRANDES DESCUBRIMIENTOS

No tengo nada en contra de la ciencia, todo lo contrario: me parece impresionante y digno de admiración algunos de los descubrimientos que hacen.
Sin embargo creo que en nuestra vida hay otros descubrimientos más importantes. Los que somos personas de a pie nunca olvidaremos el día en que descubrimos que esa cajita que guardaba mamá en uno de sus cajones "personales" contenía todos los dientes que se nos habían caído. En ese momento se mezcló la alegría de volver a recuperar algo que era nuestro, con saber que habíamos sido un poco tontos buscando al Ratón Pérez por los bolsillos de la americana de papá.
Ni que decir tiene los días de campo en primavera, cuando mirábamos al cielo para ver pasar una cigüeña con un paquete en el pico y pensar dónde llevaría ese bebé y suplicándole que, por favor, apretara bien el pico para que no se le cayera. Los compañeros del cole se encargaron de enseñarnos la realidad, ya que en mis tiempos, no era un tema de conversación entre padres e hijos, ni se daban clases de educación sexual.
Pero el gran descubrimiento de nuestra vida fue saber quiénes eran los Reyes Magos. Nunca olvidaremos la cara de la persona que nos lo dijo, por muchos años que hayan pasado; nunca olvidaremos a nuestros padres confirmándonos la terrible noticia que nos negábamos a creer. 
Seré una ingenua o quizá no quiero olvidar a la niña que llevo dentro de mí, pero cada vez que a mi hija se le cae un diente, el Ratón Pérez viene por la noche y se lo lleva, dejándole un regalito. Ahora soy yo la que tiene la cajita con todos sus dientes, pero la tengo bien alta, para que no llegue a cogerla. 
Este fin de semana hemos estudiado el aparato reproductor, así que de la cigüeña mejor ni hablamos.
Lo que nunca dejaré que olvide será la mágica noche de los Reyes Magos. Yo la sigo viviendo con la misma intensidad que lo hacía de pequeña; sigo esperando esa pequeña tontería que no sé lo que es, pero que lleva mi nombre escrito; sigo yendo a ver la cabalgata y a gritar como una loca para que Sus Majestades me miren y me saluden.
Quizá mis deseos para los Reyes no sean los mismos de cuando era niña, pero siguen siendo eso: deseos y sueños. 
Sólo espero que el día de mañana mi hija tenga los mismos hermosos recuerdos que tengo yo, no por el hecho de que le han traído cosas carísimas o todo lo que ella había pedido, sino porque dos personas, su padre y yo, por una noche y por todas las noches y los días, hemos procurado ser los reyes magos de sus sueños, al igual que nuestros padres lo fueron de los nuestros, y ese sea su gran descubrimiento.

lunes, 14 de noviembre de 2011

QUIERO VOLVER A SER YO

Siempre he sido un maniático del orden y hoy por hoy lo estoy pasando fatal.
Sé que no es mi culpa que todo esté hecho un caos, que las cosas no sean cómo tienen que ser, pero aún así me siento muy mal.
Es algo superior a mis fuerzas y, en teoría, tendría que poder dominarlo, no el hecho de sentirme así, sino que todo esté al revés, que todo esté cambiando.
A medida que pasan los años cada vez cambian más las cosas, hay más desorden en mi existencia y, para colmo de males, la gente me critica por ello.
Todos quieren que vuelva a ser como era, que los tiempos de antaño vuelvan, ¿qué voy a hacer?.
No me siento a gusto conmigo mismo, ni con las críticas que recibo. Quisiera volver a ser el de antes: el que lloraba cuando debía, el que soltaba un soplido de vez en cuando, el que helaba las pieles de los demás...
Simplemente no puedo.
Algo o alguien está haciendo que, en cierto modo, comience a desaparecer mi existencia; que mis hermanos, tanto el que va antes como el que va después que yo, sean más fuertes y que su presencia esté durante más tiempo junto al resto de las personas.
No quiero desaparecer, no quiero que mis hermanos ocupen mi sitio y pasen de uno a otro sin contar conmigo.
Quiero volver a ser el que siempre fui: el otoño que traía el agua y los primeros fríos, el que provocaba tiernos recuerdos de mi antecesor el verano y anticipaba las largas tardes de mi hermano pequeño el invierno.

domingo, 13 de noviembre de 2011

MUJER TENÍA QUE SER

Espero que mis amigos hombres no se tomen a mal lo que voy a escribir.
El día que nací muchas personas dijeron: "Por fin es una chica", lo cual quiere decir que no es tan malo pertenecer al sexo femenino.
Aquello desde luego no me marcó para nada, pero sí lo hizo el hecho de tener que enfrentarme en mis juegos familiares a tres varones más mayores que yo. Soy consciente y acepto que la naturaleza nos ha dotado con menos fuerza física que a los hombres. En cierto modo se lo agradezco. Ya que no podía devolver algunos golpes, aprendí a hacerlo de forma verbal, con lo cual desarrollé un cierto cinismo y el arte de saber decir alguna "bordería" con toda la elegancia del mundo y, no por ello, ser menos que cualquiera de mis contrincantes masculinos. Tengo que dar gracias por haberlo aprendido; para mí, es más fuerte la pluma que la espada y, en este mundo que nos movemos, es más fuerte la palabra.
A medida que fui creciendo me di cuenta de las ventajas que tenía ser mujer; pero realmente alcancé el grado máximo de la ilusión de pertenecer al género femenino cuando escuché la palabra mamá; cuando pasé a ser la confidente, enfermera, payasa, compañera de sueños y de juegos, bruja, y apoyo de mi hija.
Suelo meterme con mi pareja y mis amigos hombres diciéndoles aquello de que no saben hacer dos cosas a la vez; bueno, saber saben, pero no las hacen bien.
Aunque lo que más recuerdo es un día de verano conduciendo por las calles de Huesca: las aceras abarrotadas de gente y yo a lo mío, que en ese momento era conducir mientras cantaba (dos cosas bien hechas); de repente, un hombre se puso a cruzar la calle por donde no debía y tuve que pegar un frenazo para no atropellarlo. El hombre en cuestión se quedó petrificado, al igual que yo, y su única "disculpa" por lanzarse a la calzada de aquella manera tan irresponsable fue: "Mujer tenía que ser". No sé si estuvo bien o no la contestación que le di sacando la cabeza por la ventanilla del coche, bajada por el calor:  "Y a ti quién te parió, ¿una vaca?", pero creo que fue el día en que más personas me han aplaudido, tanto hombres como mujeres.
Agradezco pertenecer al sexo femenino, con sus pros y sus contras; con las veces que no me han dado un trabajo porque "podía quedarme embarazada", porque para muchos soy "el sexo débil", porque algunos pueden creer que "soy una histérica o estoy con la regla". Todo esto me hace ser más fuerte y saber que, en mis  "batallas" frente a algunos hombres, mis palabras van a ser más fuertes que sus puños. 

sábado, 12 de noviembre de 2011

NO SE LO DIGAS A NADIE

Cuántas veces habremos empleado esta frase y, sin embargo, somos nosotros los primeros en hacerlo.
Recuerdo en la serie de televisión sobre la vida de Santiago Ramón y Cajal cuando le dicen que le han concedido el premio Nobel, y él acude a su mujer y  dice: "No se lo digas a nadie, pero nos han dado el Nobel". 
No sé si esa frase es ficción o realidad, pero si ese algo fue tan público, ¿qué ocurre con las cosas que comentamos para después añadir esta coletilla?.
Podemos creer que es una frase de niños y sus juegos, pero sería engañarnos a nosotros mismos. Siempre hay algo, ya sea de nuestra propia vida o de la vida de otros, que queremos comentar con alguien, y es entonces cuando empleamos la dichosa frase.
Creo que de niños es una frase sin maldad, los niños no la tienen. ¡Cuánto deberíamos aprender de ellos!. 
En nuestras palabras y, sobre todo, si nos referimos a algo malo de otra persona o que le puede perjudicar, siempre comenzamos nuestro relato con "no se lo digas a nadie".
Desde hace unos meses y, tras una serie de circunstancias que no vienen a cuento, he decidido no volver a emplear esta maldita frase. 
Lo que quiera decir lo diré y si la persona a la que se lo he dicho quiere trasmitirlo, que lo haga. A decir verdad, desde el momento en que empleamos la frase, sabemos que, en breve, va a estar en boca de muchas personas.
No puede condicionar a nadie a expresar lo que quiera; para eso prefiero quedarme callada.
No hay un bien más preciado que el silencio pero, entre tú y yo, esto, no se lo digas a nadie.

viernes, 11 de noviembre de 2011

EL TRABAJO MÁS DIFÍCIL DEL MUNDO

De pequeño no pensaba que cuando creciera me dieran tal responsabilidad.
Nací en una familia normal y corriente; la única excepción es que tuve un hermano gemelo.
Desde pequeño vieron que yo era muy despierto, que sabía permanecer atento a aquello que se me explicaba, que procuraba ayudar a los demás, en resumen, que era muy "avispado".
Conforme fui haciéndome mayor me fueron inculcando cuales serían mis labores en un futuro. Al principio era un juego y a mí me divertía; poco después me di cuenta que aquello tenía mucha responsabilidad. Muchas veces pedía que me cambiaran de clase, que no quería seguir estudiando aquello tan complicado; pero mis peticiones cayeron en saco roto: había nacido para eso y tenía que hacerlo.
Muchos días llegaba a casa llorando y suplicándole a mi padre que no me hiciera volver al día siguiente, que cuando terminara mi preparación no sabría desempeñar mi trabajo, que no quería que la vida de los demás estuviera en mis manos. Mi padre intentaba convencerme diciendo que estaba en una buena escuela, que no iría a trabajar hasta que se dieran cuenta de que estaba bien preparado para ello; pero no me consolaba.
Pasó el tiempo y con él llegó el final de mis estudios. Llegó el día en que tuve que enfrentarme a mi trabajo; me acompañó un "veterano" en la materia y, aunque parezca mentira, no me pareció tan difícil.
Durante unos meses estuve siempre acompañado hasta que me aprendí cómo funcionaba todo, dónde debía ubicarse cada uno y lo que tenía que hacer.
Por fin llegó el día en que tuve que ir yo solo a trabajar, me coloqué en mi sitio y poco a poco fueron llegando. Al principio de uno en uno, pero yo sabía que, en horas concretas, aquello sería un hervidero. Procuré no ponerme nervioso y me dije a mí mismo que podría hacerlo, que estaba preparado.
Llegó el momento que había esperado y odiado: cientos y cientos, todos a la vez, cada uno en una dirección; y ahí estaba yo, en medio de todo procurando poner un poco de orden.
Pasó el rato y me quedé solo; me di cuenta que ninguno había resultado dañado y que todos habían partido hacia sus destinos sin ningún problema.
Desde aquel día no me da miedo ir a trabajar, todo lo contrario, me siento orgulloso de tener el trabajo más difícil del mundo: dirigir el tráfico del cielo a mis congéneres los pájaros.

jueves, 10 de noviembre de 2011

SOY CHULO Y ME ENCANTA

Todas las mañanas me pongo hasta las orejas de desayunar, sé que me espera un día largo.
Procuro adecentarme lo mejor que puedo, pero alguno de los pelos se revuelve y no para hasta que, mojándolo consiga que vuelva a su sitio.
Siempre nos vamos los dos juntos a trabajar. Nos gusta ir de la mano. Y, desde el momento en que pisamos la calle, me hincho como un pavo y me pongo todo tieso para que la gente me vea bien.
No lo puedo evitar, me gusta que la gente se me mire, que susurren lo elegante que voy andando por la calle, lo bien que voy,…
Parece una tontería pero a mí me hace feliz.
Caminamos, más o menos, un cuarto de hora hasta llegar al trabajo. Respetamos todos los semáforos y cruzamos siempre por los pasos de cebra; es civismo y ganas de decir: si están las normas, hay que cumplirlas.
Cuando llegamos al trabajo me suelta de la mano y se dirige a su mesa. Yo me voy a mi sitio y permanezco ahí hasta que llega la hora del café; entonces volvemos a salir juntos y yo, vuelvo a lucirme en todo mi esplendor.
No suelo tomar café, no me gusta tomar nada entre horas, en todo caso, un poco de agua.
A las tres de la tarde terminamos y volvemos a casa. Yo muy tieso, elegante, servicial.
Me gusta mi trabajo, aunque sólo se limite a eso, a pasear. Sé que soy muy importante para mi pareja, que sin mí le sería difícil enfrentarse al mundo.
Soy chulo y tengo motivos para serlo, soy un perro lazarillo y me encanta serlo.

miércoles, 9 de noviembre de 2011

NO ME ARREPIENTO

Cuántas veces nos hemos planteado ayudar a los demás de forma altruista, pero por una cosa o por otra lo hemos ido dejando.
Este verano tuve la ocasión de ayudar a una persona a la que le tengo muchísimo aprecio, a pesar de que las circunstancias hagan que, actualmente, no exista ninguna relación entre nosotros.
Doy gracias por el momento en que se me ocurrió emprender la labor de ayudar a esa persona; por el tiempo que no tenía y me inventé para buscar una mano amiga, solidaria, que aportara algo de caridad para una buena acción.
Fue un mes hermoso. Ver la cara de esa persona alegrarse a medida que le comunicaba que llegábamos al fin de nuestro objetivo. Ver a una ciudad unida ante unos desconocidos que luchaban por un objetivo común. Y por fin, ver el sueño conseguido.
No me arrepiento de las horas doce horas diarias que estuve delante del ordenador pidiendo ayuda, horas que perdí de trabajo, de atender a los míos, de dar la cara públicamente (algo que nunca me ha gustado). Mi sueño se consiguió gracias a la colaboración de muchísimas personas.
Ese sueño se transformó en pesadilla cuando comenzaron a surgir acusaciones contra mí y contra la persona que más quiero en el mundo; cuando se nos tachaba de buscar nuestro beneficio, cuando después de “perder” un mes de mi vida se había conseguido lo esperado.
No puedo decir que nunca más volveré ayudar a nadie, porque es algo que no va con mi forma de ser y de pensar; pero sí que elegiré mejor quién se merece mi ayuda y quien no.
Sé que no debería hablar de este tema, pero hoy varias personas me lo han recordado y pedido; las heridas están cicatrizadas; el dolor por las palabras que he oído y leído ha pasado; la sonrisa y no el llanto están presentes en mi cara.
TODOS debemos ayudar, TODOS debemos tender una mano a quien la necesita y olvidar los mordiscos que esa mano nos ha dado después; al fin y al cabo, somos nosotros los que SALIMOS GANANDO: nuestra conciencia está limpia y nuestro corazón lleno de alegría.
¡Ayudemos a los demás!, quien sabe si algún día nosotros también lo necesitaremos. Te quiero M. Nunca nos arrepentiremos.

martes, 8 de noviembre de 2011

MI DEBATE PREFERIDO

Sinceramente, y sin ganas de meterme en el mundo político, cosa para la cual no sirvo y tampoco me apetece, me resultan mucho más gratificantes los debates entre mi hija de ocho años y sus amigos.
Ellos también hablan de cifras: de los cromos que tú tienes y yo no, de las veces que has ido en el patinete que han sido más que las que he ido yo, de las notas que he sacado en un control,…
También hablan de “delincuencia”: porque fulanito me ha pegado o menganito me ha dado un pellizco y yo no le he hecho nada. En este segundo aspecto lo más probable es que mientan, pero ¿quién no lo hace para encubrise?.
Hablan de sanidad: a mí no me gusta ir al médico porque me hace daño; pues a mí sí porque me regala el palito con el que me mira la boca, …
Hablan de desempleo: mi papá está en casa porque no va a trabajar, pero así me ayuda con los deberes y, además, no me gusta comer en el cole y prefiero hacerlo con ellos.
Hablan de pensiones: mi yayo me da monedas de las pequeñitas para que me compre chuches y me dice que cuando sea más mayor me dará de las “gordas” para que me compre otras cosas.
Hablan de inmigración: en mi cole hay un niño que tiene la piel marrón y dice que viene de un país que está muy lejos, pero yo no me lo creo, porque no se puede venir de tan lejos siendo tan pequeño.
Creo que estos pequeños mocosos debaten todos los días y, lo mejor de todo, es que entre ellos arreglan sus propios problemas; pero el problema surge cuando se mete un adulto entre ellos.
¡ Qué discutan los niños, que tengan sus debates, que solucionen sus problemas ¡ Tiempo tendrán de hacerlo en la “vida real”.

BUENOS MOMENTOS


He vuelto a esa casa en la que aún viven todos mis recuerdos; esa casa en la que fui feliz; esa casa en la que siempre había gente. Y ahora está vacía.
El olor permanece: las tortitas de pan de mi tía, la colonia de mi bisabuelo después de afeitarse, la leña apilada para ponerla en el hogar.
En mi cabeza permanecen muchas más cosas: toda una infancia de buenos recuerdos, de una gran familia unida.
Las imágenes en mi mente se remontan a mi bisabuelo con su bastón y sus gafas con un cristal ahumado, con su faja negra y su boina; mi bisabuela, pequeña, frágil, pero con una fortaleza que ya nos gustaría a muchos tener, despellejando conejos en el corral y diciéndome que no mirara, sabiendo que entre mis pequeñas manos apoyadas en la cara, mis ojos se asomaban entre los dedos para contemplar tan macabro pero a la vez excitante espectáculo; mi abuela, viuda apenas tres meses después de casarse y que vivía por y para su familia,…
Tantas y tantas cosas que los arreglos de la casa no han conseguido hacer desaparecer. Tantos días de juegos en el corral con mis hermanos viendo a mi bisabuelo, plantado en el camino del pozo para que ninguno nos acercáramos. Tantos domingos de volver a casa, oyendo el fútbol en el coche, sentada delante con mi madre, porque éramos muchos y había que distribuirse.
Fueron muchos los buenos momentos que pasé en aquella gran casa y que vivirán para siempre conmigo; pero uno estará por encima de todos; uno que yo vivo en estos momentos: las largas conversaciones de mis bisabuelos entre ellos.
Tengo la suerte de poder conversar con mi pareja, de hablar de todo y de nada y, ante todo, de saber escuchar y que me escuchen.

lunes, 7 de noviembre de 2011

SOY LA MÁS ALTA

¡Menos mal que no tengo vértigo!
Desde estas alturas puedo tener más cerca el sol y, en verano, me gusta como sus rayos me calientan, aunque algunos días el calor es insoportable; pero me da vida.
No sabría decir si me gustan más los días de sol o los de lluvia, incluso podría plantearme si los días de niebla me gustan.
Cuando llueve me agrada estar aquí arriba. El agua cae directamente sobre mí, soy la primera que se moja y, la verdad, después del verano que hemos pasado con tanto calor, tenía ganas de que lloviera y de refrescarme un poco.
Los días de niebla son días de “intimidad”. Estando en lo alto me camuflo de la gente que pasa por debajo y no me puede ver; la niebla me oculta de todos y es entonces cuando bailo, cuando me puedo mover libremente. Si lo hiciera los días de sol, se me mirarían y pensarían que estoy loca o que algo raro sucede.
Hoy tengo miedo. Hace aire. Nunca me ha gustado. Siempre he creído que el aire me tiraría, que caería al suelo desde esta altura y moriría.
Hoy es el día. Me he hecho vieja. Ha llegado el otoño y sé que el aire me va a tirar y que la caída va a ser mortal.
Dejaré de estar aquí arriba y en mi descenso hasta el suelo me iré despidiendo de todas mis compañeras. Como estoy la más alta les podré decir adiós a todas y, al llegar al suelo me despediré del mundo.
He tenido la suerte de disfrutar de las vistas, aunque también he visto cosas que no me gustaban; pero si volviera a nacer en este árbol, volvería a elegir ser la hoja más alta.

domingo, 6 de noviembre de 2011

QUIERO SER UN PAYASO


 El circo es uno de los espectáculos que menos me gusta. Sí que me atraen los trapecistas, los acróbatas; pero si hablamos de los animales y los payasos, la cosa cambia.
He ido una vez al circo en toda mi vida y aún recuerdo cómo todos los niños se reían del payaso, mientras yo lloraba y mi pobre abuela intentaba consolarme.
Con el paso del tiempo descubrí que mi llanto se debía a que una persona estaba haciendo el ridículo, mientras los demás se mofaban.
¡Qué sentimiento más extraño es el ridículo!. ¿Quién no ha tropezado en la calle y ha avanzado unos metros como un pato antes de caer al suelo? ¿Quién no ha estornudado en el momento más inoportuno y de su nariz ha colgado alguna vela?.
Situaciones que nos han ocurrido a todos y que, con toda seguridad, se repetirán a lo largo de nuestra vida.
No es éste el ridículo al que yo me refiero, es el que nos ponemos nosotros mismos; el que hace que nos veamos feos, gordos y nos sintamos inferiores a los demás; el que provoca que nos callemos en una tertulia por el miedo al “qué dirán” cuando yo exponga mi opinión; el que nos hace no entablar una conversación con alguien por temor a que piense que busco algo más que pasar un rato distendido.
Realmente nuestro ridículo, ése que nosotros mismos creamos y que es completamente infundado, es el que nos convierte en payasos; el que no nos deja quitarnos el maquillaje de la eterna sonrisa y dejar ver nuestro verdadero rostro.
Quiero ser un payaso; quiero quitarme la careta y mostrar mi cara limpia sin miedo a que nadie se ría de mí; quiero ser la primera que se carcajee con mis propias acciones, porque serán mías, las que yo he decidido hacer o decir, no aquellas que los demás esperan de mí.

sábado, 5 de noviembre de 2011

DE NIÑA SOÑABA

DE NIÑA SOÑABA

Cuantos sueños se quedan en el camino. Cuantas ilusiones de algo que hemos empezado alguna vez y se han quedado en eso: en un comienzo.
Cuando ya llegamos a una edad un poco “respetable” esos sueños que dejamos abandonados vuelven y como casi siempre hay un pero.
Nunca aprenderemos a tocar ese instrumento del que una vez quisimos ser virtuosos; nunca viajaremos a ese país que nos atraía como un imán; todo lo haremos mañana.
Sin embargo, hay sueños que nunca tuvimos y que ahora son realidades.
Mi madre me decía: “Como no se te endurezca el corazón, que mal lo vas a pasar”. ¡Qué razón tenía!. Creía que con el tiempo el corazón se iba a endurecer, que mis deseos infantiles de tener una casa enorme para que se metieran en ella todos los pobres iban a desaparecer.
No puedo cumplir ese sueño de niña.  No puedo cumplir muchos sueños de niña.
Pero ahora hay realidades: personas que nos han necesitado en un momento determinado y a las que hemos podido ayudar sin esperar nada a cambio; aprender cosas nuevas cada día que aportan algo a nuestras vidas; disfrutar de lo mínimo y hacerlo con una sonrisa.
Nunca de pequeños nos planteamos esos sueños; nunca pensamos que existieran esas realidades.
De niña soñaba con que vinieran los Reyes Magos y me trajeran regalos. Ahora vienen cada día: en forma de salud, de trabajo, de familia, de amigos, de tantas y tantas cosas que nos rodean y a las que no damos importancia y que, realmente, son los mejores presentes que nos da la vida.
No pienso abandonar esos sueños que un día tuve: ayudar a la gente, procurar alegrar la vida a los demás y seguir soñando.

viernes, 4 de noviembre de 2011

ESPERO QUE ME DEJE


Está enfermo y viejo, pero me espera.
Siempre he querido cogerlo y que en mis manos comenzara a llorar o a reír.
La vida ha ido pasando y sigue ahí, esperándome. Lo abandoné por otro, sé que no le importó, pero en aquel tiempo era muy cara su curación y no había dinero en casa.
Tuvo otra pareja antes, pero una maldita guerra hizo que tuvieran que separarse muy pronto y, desde entonces, permaneció sólo. Estaba en manos de su compañero cuando éste murió y ahí fue cuando comenzó su decadencia. Nunca más volvió a llorar o a reír. Permaneció callado. En casa nos imaginábamos cómo debía ser su voz; cómo su compañero le habría hecho hablar y expresar todos sus sentimientos; pero ninguno de nosotros supo volver a hacerlo.
Quizá fue la pena de ver como su ser más querido caía por una bala perdida y se iba para siempre de este mundo.
Desde que yo recuerdo, siempre estaba tapado con una manta verde, tan vieja y decrépita como él; pero nunca había querido una nueva. Aquella manta era con la que él lo arropaba cuidadosamente.
Espero que aún tenga fuerzas para decirme algo; que me deje acariciarlo como hacía mi abuelo; que me perdone por haber aprendido a tocar al piano y dejarlo a él porque en casa de mis tíos ya había un piano y no había que gastar dinero; que me susurre las confidencias que le hizo mi abuelo antes de morir; que me deje que lo lleve a un sitio donde lo puedan curar.
Espero que el violín de mi abuelo me deje que yo lo toque y que, juntos, reemprendamos un bello romance interrumpido.

jueves, 3 de noviembre de 2011

HABLAR O DECIR


Cuando era pequeña me dijeron en el colegio: “Señorita, si estudiara tanto como habla mejor le irían las cosas”; indudablemente me callé, no por aquella frase que no comprendía, sino por el miedo al castigo. En aquel entonces y con siete años aquello no supuso nada para mí, pero ahora sí. Una vez que estudié lo que tenía que estudiar, no sin muchas discusiones con mis padres sobre mis inquietudes, mis aspiraciones y mis planes para el futuro, llegó el momento de, por fin, poder hablar.
Craso error: comencé mi época laboral en una oficina de la empresa privada y, como persona habladora que soy por naturaleza, intenté entablar relación con mis nuevos compañeros. Nadie me devolvía la palabra, nadie abría la boca  y me lanzaban miradas que después se dirigían a mi jefe. Comprendí que tampoco podía hablar, así que me dedicaba a comer caramelos para poder soportar esas terroríficas horas en la que, ni tan siquiera un “buenos días”, era bien visto.
Entendí que aquello no era lo mío. Que yo necesitaba un trabajo en el que poder relacionarme con mis compañeros, cumplir con mi obligación, pero tener algún momento distendido para compartir cualquier inquietud o problema y, de paso, quitarme los kilos que había ganado con tanto caramelo.
Encontré mi sitio en el mundo de la docencia: “puedo hablar”, me dije; es un mundo que me gusta, es más, creo que no podría dedicarme a otra cosa. Y sí, estoy todo el día hablando; hablo tanto que a veces me duele la garganta; hablo en otros idiomas, hablo en el mío y me escuchan.
Lo malo viene cuando salgo a la calle, cuando tengo que enfrentarme a la gente, cuando no es una lección lo que tengo que explicar.
Entonces no puedo hablar, tengo que decir, y eso es más difícil. Por una parte no quiero decir lo que los demás quieren oír, pero hay ocasiones en las que no queda otro remedio, es entonces cuando hablo. Cuando estoy con la gente que me aprecia como soy, no hablo, digo y me escuchan, me rebaten, y , sinceramente: me encanta.

miércoles, 2 de noviembre de 2011

CUANDO YO ERA ÚTIL


¡Cómo han cambiado los tiempos!. Entonces yo era útil, la gente me buscaba y eran muchos los que agradecían mi presencia en un momento determinado de sus vidas.
Ahora me he hecho mayor, demasiado mayor, y me encuentro en un mundo en el que todo gira en torno a la tecnología y no puedo enfrentarme a ella, a pesar de que me gustaría.
Cuando era joven acudían a mí personas de todas las edades, clases y condiciones; esperaban que yo les diera buenas o malas noticias; que hubiera una palabra amable, algo que les hiciera sonreír; esos días me gustaban, sólo daba alegrías y los veía alejarse con los rostros felices. Pero también había días en los que incluso llegaban a golpearme, porque era portadora de malas noticias; yo era simplemente la mensajera, pero sus penas y resentimientos recaían sobre mí.
Conforme me fui haciendo mayor, la gente de mi alrededor comenzó a cambiar: los jóvenes se burlaban de mi presencia y, algunos, me llegaron a pegar, simplemente por el hecho de ser más vieja y estar en un lugar inadecuado y en un momento impreciso.
Qué hermosos los recuerdos de tiempos pasados en que yo era imprescindible para la mayoría; tiempos en que trabajaba, ¡toda mi familia trabajaba!.  Ahora quedamos pocos, la mayoría han ido desapareciendo con el paso de los años y nadie ha ocupado su puesto de trabajo.
No puedo luchar contra un mundo que evoluciona, que avanza rápidamente y que me relega a un segundo plano, a un ostracismo en el que me siento vieja y olvidada. Nunca pensé que éste sería mi destino.
De vez en cuando alguien se acerca a mí y cuando oigo su voz, vuelvo a recordar los tiempos de antaño; pero ocurre en muy contadas ocasiones.
Tengo ganas de que llegue mi final, de desaparecer para siempre y dejar de sufrir este abandono en el que me han obligado a recluirme. Ni siquiera  puedo trasmitir una pequeña información, algo, aunque sea publicidad. Me siento un bulto sospechoso que desentona en un mundo de personas solitarias.
Quiero que alguien se me lleve de aquí, que mi presencia desaparezca de una vez de esta calle en la que llevo toda mi vida. Nunca una cabina de teléfono como yo podrá vencer en una batalla al móvil;  nunca más volveré a ser útil.

martes, 1 de noviembre de 2011

ESE ANILLO

Hoy es un día de esos que te gustaría que no existieran. Todos llevamos en nuestro corazón y en nuestra mente a aquellos que ya nos han dejado y, si la pérdida es reciente, parece que nunca lo vayamos a poder superar.
No me gusta el día de hoy. No necesito que me recuerden que una de las personas más importantes de mi vida ya no está conmigo; lo hago todos los días, desde el momento en que abro los ojos.
Se me parte el corazón cuando veo a mi hija pequeña llorar porque quiere volver a darle un beso, porque ya no le sirve cuando decimos juntas: mamá viene de yayo y tú de mamá, tus manos son las de yayo; y nos abrazamos, cada una su propio cuerpo y sentimos su amor por nosotras.
Es difícil acostumbrarse a no poder llamarlo para darle una buena noticia, para tomar un café, para pedir un consejo, ... Es seguir creyendo que, tras varios meses, esto es una pesadilla de la que me voy a despertar.
Cada uno llevamos el dolor de una manera y, unos antes que otros, aprenden a vivir con él. Difícil tarea la que tengo: aprender a vivir con esto.
Se marchó mi consejero, mi hombro en el que llorar, mi confidente, mi contertulio, mi mayor crítico y mi mejor fan; se marchó rápido, sin hacer ruido, igual que había vivido. Una vida intensa y plena, sin una palabra mala para nadie, sin ningún rencor.
Se marchó cuando se dio cuenta que ya no lo necesitaba, que mi vida se había encauzado y era lo suficientemente adulta como para poder vivirla sin su ayuda. Pero lo sigo necesitando todos y cada uno de los días, le sigo pidiendo consejo y sigo cogiendo el teléfono y me quedo absorta mirando su número, aún guardado en mi lista de contactos, contándole mis alegrías y mis penas.
No hay consuelo que sirva, no hay palabras para expresar el dolor porque hasta las palabras duelen.
Seguirá viviendo en mí, en todo aquello que haga; en mis alegrías y en mis tristezas, en mis éxitos y en mis fracasos y, cuando tenga una duda y quiera su consejo, le daré vueltas a su anillo, ése que colocó en mi dedo diciéndome: "Guárdamelo hasta que vuelva a casa", ése que beso todos los días, ése que mi hija acaricia, ése que nunca podré devolver a su dueño.