Preparaba mi maleta con entusiasmo para emprender una nueva etapa de mi vida y la llenaba de ropa, de fotos, de cosas importantes para mí.
Recuerdos de hace años que vienen a mi cabeza, cuando recién dejada la adolescencia me trasladé a París.Han pasado más de veinte años y sigo enamorada de la ciudad; sus edificios, sus calles, su olor y, sobre todo, ese ambiente bohemio que me marcó para siempre.
Recuerdos de una residencia de estudiantes en la que compartía alojamiento con chicos estadounidenses que me asombraban por su forma de ver la vida tan diferente a la mía.
Recuerdos de llamar a casa por teléfono cada semana, por supuesto a cobro revertido (algo que los jóvenes de ahora no sabrán ni lo que es) y escuchar la voz de mi padre diciéndome: "Ça va?".
Entonces no existía ni Eurodisney, ni el barrio de la Defense. Era la ciudad ideal para vivir: un sitio en el que eras completamente anónimo; en el que pasabas los días entre clases y visitas a museos y monumentos, o simplemente, te dejabas llevar por las calles.
Recuerdos de pasear un día por esas calles y escuchar desde un balcón "Islas Canarias" y comenzar a llorar recordando lo lejos que estaba de los míos (siendo que nunca he estado en Canarias).
En esos momentos sentías ganas de volver a tu tierra, con tu gente.
Siempre se ha dicho que la tierra tira. A mí me tira París. Volver a perderme en sus calles, volver a ver los puestos en la orilla del Sena, volver a los Bistrot del Barrio Latino, volver a sentirme bohemia en un ambiente en el que no desentono y, aunque lo haga, nadie me dirá nada.
Sigo soñando con el día en que pueda regresar y esta vez para quedarme. Al fin y al cabo lo que nos ata a nuestra tierra son cosas materiales: nuestra casa, nuestro coche,... Lo que realmente importa es lo que pongamos en la maleta de nuestro corazón y de nuestros recuerdos. Nuestro hogar somos cada uno de nosotros y nuestras riquezas son nuestros valores como seres humanos.
Tengo la maleta preparada. Esta vez no pesa nada. Simplemente llevo una foto de las personas que me dieron la vida. Las tres personas que formamos mi familia nos iremos juntos. Todo lo demás lo llevo en mi corazón y en mi cabeza. No sé dónde nos llevarán nuestros pasos. Quizá París sea esa felicidad que sigo buscando. Esperaré a que llegue el día en que pueda partir...