Soy oscense, aragonesa y española, por este orden, pero sin llegar a extremismos. Amo mi tierra, ésa que hace años fue Reino de Aragón y que actualmente es "algo" olvidado entre el País Vasco y Cataluña. Me emociono al llegar las fiestas de San Lorenzo, reivindico el "Canto a la Libertad" del genial Labordeta como himno de Aragón, pero a la vez soy española, con todos sus pros y todos sus contras.
Estoy cansada de injusticias, de corrupciones, de un país, mi país, que se está yendo al garete a pasos agigantados. Se me revuelve el estómago con las noticias que se oyen cada día, con la ya tan veces nombrada crisis que todos sufrimos y con los caraduras que sacan tajada de todo esto.
Pero es mi país, en el que me tocó nacer, ése que todos echamos de menos cuando estamos en el extranjero (o cuando podíamos ir), ése que decimos de botijo y pandereta. Me gusta la alegría de sus gentes, la cultura de la calle y de las relaciones con los demás, ése de diversidades culturales que, en lugar de enriquecernos nos separa, ése que se une ante acontecimientos deportivos y se separa para salir adelante, ése en el que se reniega de su bandera y de su himno, un himno que muchos tararearemos hoy antes de comenzar el partido de fútbol.
Estamos en los días de "la roja" y roja debería ser nuestra sangre para luchar contra tanta corrupción, contra tanta tomadura de pelo. Pero lamentablemente, la roja son sólo once jugadores de fútbol que consiguen unir a un país y no la sangre que, ardiendo por nuestras venas, debería unirnos para luchar contra todos aquellos que quieren destruirlo.
No soy amiga del fútbol, pero hoy me vestiré de rojo y me iré a disfrutar de noventa minutos durante los cuales olvidaré que tengo problemas, que hay crisis, que hay caraduras, que hay extremismos y que JUNTOS podríamos hacer por nuestro país (nos guste o no pertenecer a él) muchas más cosas de las que hacemos, porque protestar lo hacemos muy bien, pero unirnos es una asignatura pendiente.