miércoles, 17 de octubre de 2012

PRÓLOGO de "CONFESIONES DE UNA BRUJA"




Cuando me desperté aquella mañana no recordaba para qué me había puesto el despertador, siendo como estaba de vacaciones. Al poco caí en la cuenta: había quedado con una bruja.
Parecerá cosa de niños, pero realmente tenía una cita con Conchy, una bruja de esta época.
Tras los rituales de ducha, vestirme, desayuno, etc, salí a la calle pensando en cómo sería. Solamente habíamos hablado a través de una red social, pero ahora el encuentro iba a ser cara a cara.
Tengo que decir que iba un poco nerviosa: ciertamente se crea o no en estos temas, impone saber que te vas a enfrentar con alguien que tiene un “algo” especial.
Nos dimos dos besos y nos sentamos a tomar un café.
Me sentí muy a gusto, como si nos hubiéramos conocido de toda la vida; había algo en ella que trasmitía paz, tranquilidad, un deseo de cogerle la mano y que aquella serenidad se contagiara.
Siempre miro a los ojos de las personas con las que hablo y, esa mañana, no iba a hacer una excepción. Conchy tiene una mirada profunda, de las que te hacen pensar que te están desnudando el alma, pero que a la vez te dice: “no te preocupes, calma”.
Comenzamos a plantearnos cómo podríamos escribir este libro. Yo, le había llevado los otros dos libros que tenía publicados de relatos cortos y, ambas, llegamos a la conclusión de que así sería la mejor forma de hacerlo: escribir pequeños relatos sobre las historias que le habían sucedido e intentar con ello dar un poco de esperanza a las personas; de ayudarles a buscar la respuesta a sus preguntas, el camino a la resolución de sus problemas, el aprender a disfrutar del hoy y del ahora, el ser personas, con todo lo que conlleva, pero intentando ver lo positivo de la vida.
Decidimos levantarnos y cambiar de lugar, Conchy iba a echarme las cartas y no queríamos que fuera en una terraza de la calle, así que fuimos a un bar más acogedor, más íntimo.
Conchy me dijo que mi padre, fallecido hacía un año, me había dado algo para que se lo guardara y que yo lo llevaba. Iba a responderle cuando añadió que, años antes, me había regalado otra cosa igual y también la llevaba. ¿Quién, excepto mi marido, mi padre y mi madre sabían que mi padre al ingresar en el hospital donde falleció me dio su alianza y me dijo que se la guardara? ¿Quién, excepto ellos tres sabían que años antes, con oro de unas muelas que se le habían caído a mi padre me hice una alianza? ¿Quién, excepto ellos tres, sabían que nunca me quitaba esos anillos y que siempre me acompañaban?.
No quiero decir con esto que me haya convertido en una ferviente seguidora de estas artes , pero sí que creo que Conchy tiene “algo” que, a partir del día en que nos conocimos, hizo despertar en mí la tranquilidad y la paz que llevaba tanto tiempo buscando.
Nuestra conversación duró más y más tiempo y fueron varios los encuentros que tuvimos para poder elaborar este libro.
En él, soy una mera redactora de lo que Conchy me ha contado, de sus experiencias, de sus encuentros con otras personas, de sus anhelos, de sus ganas de dar amor sin recibir nada a cambio, de su facilidad para trasmitir tranquilidad, de su visión de la vida como un camino que nosotros mismos nos marcamos con nuestra actitud; esa actitud para ella siempre positiva a pesar de su enfermedad; esa actitud que le hace buscar el bien en los demás y ser feliz con ello.
Los relatos que componen este libro carecen del nombre de sus protagonistas, puesto que son personas que aún viven y que, probablemente prefieran permanecer en el anonimato y, aunque así no fuera, quiero preservar la intimidad de todo el mundo y ante todo, sus creencias y su relación con Conchy.
Si algo he aprendido tras escribir este libro, ha sido encontrar la felicidad en mí misma y en las cosas simples que nos rodean, ver y no mirar con ojos positivos la realidad que me rodea y dejar atrás un pasado algo difícil para vivir un presente feliz que me llevará a un futuro dichoso.
Aquí comienzan las “Confesiones de una bruja” con el único empeño de mostrar lo que una sola persona, Conchy, hace para intentar conseguir que todos tengamos una vida mejor y alcancemos nuestros sueños y metas. De cada uno dependerá ya creer o no creer lo que en este libro se relata.

PILAR LACHÉN, filóloga  y escritora

jueves, 11 de octubre de 2012

ME LLAMO PILAR

Me llamo Pilar porque mi padre así lo quiso; porque esperó y esperó hasta que su cuarto hijo fue una chica y le pudo poner ese nombre que tanto le gustaba. Ese nombre de la tierra que amó durante toda su vida: Aragón; ese nombre que suena contundente, que indica fuerza.
Un nombre masculino para una mujer.
Un pilar de una casa sustenta y soporta el peso de todo y se mantiene firme; sin él, todo se iría abajo.
Yo procuro ser ese pilar fuerte, el que aguanta lo bueno y lo malo; el que sufre porque le sale alguna grieta, pero resiste; el pilar sobre el que mi hija descarga sus penas, mi marido sus preocupaciones,...
Pero también soy esa Pilar mujer que necesita una caricia, una palabra bonita, un beso robado.
Un nombre no indica nada; somos muchas las que nos llamamos así; pero en recuerdo a la persona que lo decidió y a la que amé hasta el día de su muerte y seguiré amando mientras respire, seguiré luchando cada día por ser el pilar que sostiene la casa y siempre con una sonrisa en los labios.

domingo, 16 de septiembre de 2012

DEMOSTRANDO HUMANIDAD




En estos días se produce la vuelta a la llamada “normalidad”: los niños al colegio, los adolescentes al instituto y los adultos al trabajo.
Soy de las personas que tienen suerte y tengo un trabajo.
En estos días no he escuchado a nadie protestar por tener que volver al trabajo, algo que era habitual otros años. Este año sólo se escuchan frases de tipo: “mañana a la rutina”, “volvemos a empezar”, etc.
Creo que todos estamos demostrando la humanidad que llevamos dentro, al darnos cuenta de lo afortunados que somos y que podemos dejar atrás los días de asueto y descanso porque nos espera reincorporarnos a nuestros puestos de trabajo, frente a tantos miles  de personas que hay en nuestra ciudad, muchos de ellos conocidos, amigos e incluso familiares, que no tienen que reincorporarse a nada.
Todos somos conscientes del gran problema que eso supone, no sólo en la economía de las familias, sino en la salud mental de aquellos que no tienen un puesto de trabajo.
Mi más sincera enhorabuena a los que no protestan por volver a trabajar, a los que han sonreído en su primer día de vuelta a la normalidad, a los que se han dado cuenta de que son afortunados, a los que han demostrado humanidad.

lunes, 10 de septiembre de 2012

PREPARANDO LA VUELTA AL COLE




Ya ha llegado el día en que los pequeños vuelven a reencontrarse con sus compañeros, en el que las aulas se vuelven a llenar de gritos y risas hasta que alguien pone orden.
Probablemente a muchos les habrá costado dormirse y en sus estómagos estará ese cosquilleo de saber si volverá a estar con sus compañeros del año pasado, con quién se sentará, cómo serán los libros…
Pero no es un año como los demás; muchos no podrán lucir con orgullo la mochila, el estuche, las pinturas, todo nuevo; habrá que volver a llevar las del año pasado; pero en su vocabulario sí que  habrá una palabra nueva: crisis, esa que los mayores repetimos tantas y tantas veces y que ellos ya han aprendido y, lo peor de todo, han comprendido. Niños que preguntan a sus padres si son pobres, niños que lloran porque quieren ser como los demás y poder estrenar su material escolar en un día tan especial, niños crueles (como son los niños) que se ríen de los que llevan lo mismo del año pasado.
En nuestras manos como padres está el que esos niños que no pueden “estrenar”, que no llevan libros nuevos porque esperan que en el colegio se los presten, que tienen las pinturas a medio usar, no se sientan cruelmente desplazados de los otros.
Debemos, como padres, sentarnos con nuestros hijos y explicarles que no todo el mundo puede, que una pintura nueva no tiene importancia, que lo verdaderamente importante es volver a ver a sus compañeros y comenzar una nueva etapa de aprendizaje, sin distinciones, sin risas crueles, todos juntos para aprender un poquito más.

miércoles, 5 de septiembre de 2012

TENGO MIEDO

No entiendo nada de la prima de riesgo, de la compra de deuda, etc,. Puede ser porque sea de letras o porque mis problemas se limitan al día a día y a vivir la realidad que se toca con las manos.
En mi calle, como por arte de una magia negra, todos los establecimientos comerciales tienen a una persona en la entrada, sentada, con un cartel pidiendo dinero o comida; y no son inmigrantes (con los mismos derechos que todos, eso ante todo), son personas de mi país.
Tengo miedo del día en que vea una cara conocida y no pueda darle nada, porque cada céntimo cuenta, porque ahí donde están ellos esperando a que yo les dé algo, mis compras se limitan a pollo, pavo, leche, arroz, pasta, ..., los productos básicos que necesitamos para comer y seguir viviendo.
Tengo miedo del día en que esas personas se cansen de pedir y no recibir y entonces decidan entrar a robar en dichos establecimientos, porque yo también lo haría, porque no podría ver cómo mi hija pasa hambre. No tendría ninguna duda, lo haría.
Tengo miedo del día en que todo esto estalle; cuando las personas que ya no tienen nada, las que no pueden trabajar, y lo confirmo NO PUEDEN, porque querer, todos queremos hacerlo, cuando esas personas se lancen a las calles para intentar conseguir un trozo de pan que llevar a la boca de sus hijos. Puede ser una exageración, pero casi te hace rememorar las películas del oeste en las que el más fuerte gana, y todo a través de la violencia.
Tengo miedo del día en que realmente todos nos unamos contra esos dirigentes de nuestro país, contra esa oposición que calla y, por lo tanto, otorga, contra los banqueros, contra todos los que siguen cobrando sueldos astronómicos y no se quieren bajar de la poltrona, ni ceder un ápice para que los españoles tengamos una vida digna. Y no digo los españoles de a pie, porque de a pie somos todos: ellos y nosotros.
Tengo miedo de que mi hija vuelva al colegio y se encuentre con que no hay profesores para enseñarle lo que le corresponde aprender a su edad, de que algún niño "mayor" le quite el bocadillo o algo de ropa, porque no tiene; y en parte podría comprenderlo.
Sencillamente, tengo miedo de lo que se nos viene encima.

viernes, 31 de agosto de 2012

¿LA HUMANIDAD DE LOS TONTOS?

Viendo lo que ocurre a mi alrededor, en mi país, no me queda más remedio que pensar que sólo tienen humanidad aquellos que son o somos tontos.
Nos tenemos que apretar el cinturón, o eso nos dicen, para conseguir salir del desastre económico en el que unos caraduras nos han metido y nos dicen que tengamos "humanidad" con aquellos que no pueden llegar a fin de mes y, en cada vez más casos, a principio de mes. Y como personas de bien y con ciertos principios morales, que creo aún quedan en las personas de a pie, lo hacemos; y ayudamos, y apretamos esa correa que nos ahoga cada vez más procurando echar una mano al de al lado, mientras los que están arriba y nadan en la abundancia de la mentira y el engaño constante, siguen con los bolsillos llenos, presumiendo de lo que ellos llaman "humanidad".
Tenemos que .soportar ver cómo a un elemento, porque no tiene, por lo menos para mí, la calificación de persona, sale de la cárcel por "humanidad", porque está enfermo. ¿Es esa la misma humanidad que él tuvo con las tres personas que asesinó y con las dos que retuvo durante días y más días?
¿Acaso tengo que volverme un ser sin moral, sin ningún principio y machacar al que tengo al lado para poder sobrevivir , para no llorar porque no llego a fin de mes, para que todo me vaya bien y le pueda dar a mi hija un futuro o un presente cada vez más negro?
Podría seguir y seguir, pero cada uno bastante tenemos con el día a día y sus problemas. Siempre me queda la tranquilidad de que me puedo ir a dormir con la conciencia limpia, porque creo que sí que entiendo lo que es la "humanidad", y pensarán de mí que soy tonta, pero nunca me tendrán que dar lecciones de moralidad o de lo que es vivir en sociedad.

viernes, 3 de agosto de 2012

LA MAÑANA



Ya casi podemos tocar con los dedos la mañana del día de San Lorenzo, la del 10 de agosto, la que nos vestimos de blanco inmaculado y verde.
Hay pocas mañanas bonitas en el año, pero para los que somos o nos sentimos oscenses, ésta es la más maravillosa de todas.
El olor a albahaca, la música de los danzantes, la alegría en los rostros y alguna que otra lágrima que resbala por nuestra mejilla y que intentamos ocultar tras las gafas de sol.
Mañana de reencuentros con aquellos que hace tiempo que no veíamos; mañana de ver la procesión “donde siempre” y después ir a tomar un café; mañana de mover los pies al ritmo de los dances de nuestra ciudad; mañana de echar de menos a aquellos que ya se han ido de nuestro lado.
Cierro los ojos y veo pasar a papá con la Cofradía de Caballeros de San Lorenzo; camisa blanca, pañoleta al cuello y una sonrisa que iluminaba todo. Mamá, a mi lado, lo observaba orgullosa, vestida con los colores de nuestras fiestas, dichosa de tener a todos sus hijos y nietos junto a ellos en esa mañana tan especial.
Este año pasarán mis sobrinas con la Cofradía acompañando a San Lorenzo, y mis hermanos y yo, junto con los demás pequeños de la casa, volveremos a cerrar los ojos y sabremos que ahí donde estáis ahora, seguiréis sonriendo y diciéndonos: “No hay mañana más bonita que la del día de San Lorenzo”.

lunes, 2 de julio de 2012

ES-PA-ÑA

Llegas a casa tras ver como la selección española de fútbol gana la Eurocopa y comienzas a plantearte un sinfín de cosas. 
Mientras dura el partido todo son gritos de "España, España", sí, ese país al que pertenecemos, ése que está completamente roto, ése dividido en comunidades que nos separan, ése en que uno realmente se plantea ¿qué coño estamos haciendo los ciudadanos de a pie?.
Críticas a los jugadores de fútbol por el dinero que se van a embolsar por ganar, pero ¿quién los critica por lo que ganan cuando juegan en nuestro equipo?, sinceramente es una vergüenza en ambos casos. 
Críticas a los "representantes gubernamentales" porque van a ver el partido, aunque casi es mejor que estén ahí que no con su labor de seguir destrozando el país.
¿En qué país vivimos?
Somos incapaces de ponernos de acuerdo en nada para solucionar los problemas. Si  nos manifestamos por cualquier motivo, con total seguridad habrá varias manifestaciones paralelas; pero si hasta la banda terrorista  ETA era una, unida y las asociaciones de víctimas de sus asesinatos son varias y siempre en desacuerdo.
Si en las instituciones que nos representan hay que poner intérpretes para personas que saben hablar perfectamente la lengua de Cervantes pero no les sale de sus nobles partes hacerlo y seguimos derrochando dinero; si nos sentamos delante de la tele a ver y escuchar las miserias de famosillos de tres al cuarto que cobran lo que la mayoría no ganamos en un año de trabajo y luego comentamos con los demás la vergüenza de que existan programas así; si tenemos memoria de pez y en dos minutos se nos ha olvidado aquello por lo que habíamos protestado tanto el día de antes.
Surgieron movimientos ciudadanos, esos que parecían que iban a hacer que de una vez por todas nos uniéramos y lucháramos todos juntos contra toda la corrupción, la injusticia y la podedumbre de este país (recordemos las manifestaciones tras el asesinato de Miguel Angel Blanco, el 15M, etc).¿Cuánto duraron?.
No somos capaces de unirnos por nada ni por nadie. Protestamos, nos quejamos, pero siempre por separado y mientras no consigamos unirnos, no conseguiremos absolutamente nada y nos seguirán toreando, nos tomarán el pelo y nosotros seguiremos yendo cada uno por nuestro lado intentando conseguir lo mismo que quiere el que está protestando, al igual que nosotros, pero en la calle de al lado. Esto seguirá siendo un país llamado ES-PA-ÑA y mientras los de a pie no hagamos algo por quitar los guiones que lo separan lo tenemos bastante difícil.

miércoles, 27 de junio de 2012

ROJA

Soy oscense, aragonesa y española, por este orden, pero sin llegar a extremismos. Amo mi tierra, ésa que hace años fue Reino de Aragón y que actualmente es "algo" olvidado entre el País Vasco y Cataluña. Me emociono al llegar las fiestas de San Lorenzo, reivindico el "Canto a la Libertad" del genial Labordeta como himno de Aragón, pero a la vez soy española, con todos sus pros y todos sus contras.
Estoy cansada de injusticias, de corrupciones, de un país, mi país, que se está yendo al garete a pasos agigantados. Se me revuelve el estómago con las noticias que se oyen cada día,  con la ya tan veces nombrada crisis que todos sufrimos y con los caraduras que sacan tajada de todo esto.
Pero es mi país, en el que me tocó nacer, ése que todos echamos de menos cuando estamos en el extranjero (o cuando podíamos ir), ése que decimos de botijo y pandereta. Me gusta la alegría de sus gentes, la cultura de la calle y de las relaciones con los demás, ése de diversidades culturales que, en lugar de enriquecernos  nos separa, ése que se une ante acontecimientos deportivos y se separa para salir adelante, ése en el que se reniega de su bandera y de su himno, un himno que muchos tararearemos hoy antes de comenzar el partido de fútbol.
Estamos en los días de "la roja" y roja debería ser nuestra sangre para luchar contra tanta corrupción, contra tanta tomadura de pelo. Pero lamentablemente, la roja son sólo once jugadores de fútbol que consiguen unir a un país y no la sangre que, ardiendo por nuestras venas, debería unirnos para luchar contra todos aquellos que quieren destruirlo.
No soy amiga del fútbol, pero hoy me vestiré de rojo y me iré a disfrutar de noventa minutos durante los cuales olvidaré que tengo problemas, que hay crisis, que hay caraduras, que hay extremismos y que JUNTOS podríamos hacer por nuestro país (nos guste o no pertenecer a él) muchas más cosas de las que hacemos, porque protestar lo hacemos muy bien, pero unirnos es una asignatura pendiente.

lunes, 25 de junio de 2012

HÉROES DE CARNE Y HUESO



Pocas cosas en esta vida son tan difíciles como ser padres. Cuando nuestros hijos son bebés o tienen pocos años de vida es fácil alimentarlos, cuidarlos cuando están enfermos, jugar con ellos,…, pero pasan los años y esos pequeños enanos crecen y comienzan a preguntar, comienzan a enfrentarse con un mundo, algunas veces cruel, que les enseña que no todo es alegría y risas, que, de vez en cuando, llegan bofetadas que nadie espera y que, en sus aún pequeñas cabezas, no tienen respuesta.
Entonces recurren a nosotros y simplemente nos dicen “¿por qué?”. ¿Quién es capaz de decirles que, superados los cuarenta nos seguimos haciendo la misma pregunta?.
Siempre había creído que el punto principal en la educación de un hijo es no desautorizar a su padre o a su madre; pero esas pequeñas cabecitas no paran de funcionar y lloran intentando comprender las injusticias de la vida, buscando en nosotros la solución a todos sus problemas, la garantía de que papá y mamá lo pueden arreglar todo.
No hay mayor dolor para un padre o una madre que el sufrimiento de un hijo, y de ese dolor se sacan las fuerzas, creces hasta convertirte en un gigante y le dices a tu hijo que luche, que se enfrente a los problemas, que la vida es difícil, que el dolor existe, y él te mira con cara de incomprensión: sus papás no tienen la solución para todo. Y es entonces, cuando ves ese rostro desamparado, incrédulo, cuando salen las palabras del corazón y dices: “Papá y mamá siempre estarán contigo y te apoyarán, te querrán, te levantarán cuando te caigas y te enseñarán a hacerte mayor”. En ese momento tu hijo sonríe, vuelves a ser su héroe o su heroína, a tener el remedio a todos sus problemas, a pesar de que, por dentro, sabes que no es así y que sus héroes son de carne y hueso y también lloran y se preguntan ¿por qué?

lunes, 18 de junio de 2012

CINCO SENTIDOS



Los niños en el colegio aprenden los cinco sentidos y para lo que se emplea cada uno.
Los adultos nos hacemos selectivos y los empleamos a nuestro antojo.
Vemos lo que queremos ver, todo aquello que no nos es agradable a nuestros ojos lo apartamos de un plumazo, con un efectivo giro de cuello o con un rápido movimiento en nuestras manos que nos colocan las gafas de sol.
Escuchamos las palabras agradables y nos ponemos unos tapones imaginarios en nuestras orejas para no escuchar a aquellos que nos buscan, a aquellos que realmente necesitan ser escuchados.
Olemos los perfumes, las flores, el aire fresco de una tormenta, pero huimos del olor a podredumbre de la sociedad que nos rodea, ésa cada vez más corrompida y putrefacta.
Saboreamos los alimentos que nos gustan, el sabor de un beso de amor y nos alejamos de lo que pueda dejar en nuestros labios un amargo gusto a infelicidad.
Tocamos los cuerpos hermosos, las obras increíbles que la naturaleza pone a nuestros pies y nos guardamos las manos en los bolsillos ante todo lo que resulte áspero a nuestro tacto.
¿Alguna vez hemos pensado que podemos ser nosotros los que estemos al otro lado y necesitemos todos y cada uno de los cinco sentidos de otra persona?
Si de niños nos enseñaron, de adultos no olvidemos. El sexto sentido que todos tenemos de ser humanos, de ser personas, es el que debe prevalecer por encima de los otros cinco y demostrar y, a la vez, demostrarnos, que no somos insensibles, porque ante el dolor, la soledad, la miseria, la tristeza y la amargura de las personas todos nuestros sentidos se han de poner en marcha y reaccionar. Todos hemos necesitado alguna vez de los demás y algunos seguimos necesitando. Somos personas: vemos, oímos, olemos, saboreamos y tocamos, pero ante todo, sentimos.

lunes, 11 de junio de 2012

HE GANADO UNA BATALLA

La tarde tocaba a su fin y las pocas personas que habían acudido comenzaban a marchar hacia sus casas. Y ahí estaba sentada yo, esperando que alguien más se acercara, esperando a los que sabía que no iban a llegar, esperando lo inesperable.
Había sido un día lleno de emociones, una mañana inmersa en el maravilloso mundo de los libros, una mañana de hablar con aquellos que se acercaban a que les firmara el libro que había escrito, una mañana de conversar con escritores hasta entonces desconocidos para mí, una mañana en el cielo.
Pero. Siempre hay un pero. Coincidió todo con el tenis, el fútbol y la fórmula 1. ¿Cómo podía esperar que acudiera alguien?. Me enfrentaba al enemigo más poderoso que existe en nuestra sociedad: la televisión. Ella tiene ese poder del que muchos carecemos y que muchas veces envidiamos; atrae a las masas, deja las ciudades desiertas y sólo unos pocos conseguimos escapar de su hechizo y dedicarnos a otras cosas.
Cual fue mi sorpresa, cuando ya dispuesta a levantarme y marcharme del sitio que me habían reservado para que firmara mi libro, llegó un señor acompañado de su esposa. Me preguntó donde podía comprar mi libro para que se lo dedicara; se lo indiqué y procuré que de mi bolígrafo salieran esas palabras que le hicieran esbozar una sonrisa en su rostro. 
Le escribí lo que el corazón me dijo, su mujer leyó la dedicatoria en voz alta y aquel señor me dio dos besos y un abrazo con lágrimas en los ojos. "Mi mujer me lo leerá", me dijo agarrándose a su bastón de invidente.
Ayer le gané la batalla a la televisión, y la soledad que sentí por unos momentos,  desapareció desde que aquel hombre ciego prefirió un libro, unas palabras leídas por otro, unos relatos que un día imaginé.

HAZME COSQUILLAS



Yo, como todos, también necesito reír. También necesito esas manos que se acercan sigilosas a mí y me atacan, me hacen soltar las carcajadas más grandes que haya recordado, hacen que me duela el abdomen y crea que la comisura de mis labios se vaya a romper en dos.
Yo, como todos, también necesito tumbarme. También necesito que mi cuerpo se relaje y que disfrute del silencio hasta que alguien lo interrumpa para hacerme reír, para disfrutar, para volver a ser una niña.
Yo, como todos, un día fui pequeña, y probablemente, cuando alguien me vio en mi sillita de paseo se acercó y me hizo una cosquillita, a la que yo seguro que respondí con una sonrisa. Fui creciendo y me seguían gustando las cosquillas, incluso llegaba a hacer batallas, a ver quien aguantaba más sin reír.
Ahora buscamos quien nos las haga; quien sepa meter esos dedos en nuestro corazón y en nuestro pensamiento y nos haga un simple gesto, algo parecido a una cosquilla, que nos alegre un pequeño rato de nuestras vidas. ¿Por qué no podemos volver a las batallas de cosquillas? ¿Por qué tenemos que ser adultos serios y respetables, sin buscar ese espacio para disfrutar, para sonreír, para soltar una carcajada?.
Quizá nos veamos demasiado “mayores” para que venga alguien a hacernos cosquillas, como cuando éramos pequeños; pero se las pueden hacer a nuestro corazón con una palabra amable, con un gesto bonito, con una sonrisa cómplice, con un beso robado,…
Hagamos cosquillas a los demás y dejemos que nos las hagan; quizá nuestro perfecto mundo de adultos se verá lleno de alegría y de risas que por un momento nos harán ver lo equivocados que estamos en tantas y tantas ocasiones.

miércoles, 6 de junio de 2012

EL CARRITO

A POLONIO BERNUÉS Y SU ALMA DE NIÑO

La señora Mercedes está triste. Su marido murió y tuvieron que dejar el carrito que colocaban todos los días, hiciera frío o calor, lloviera o hubiera sol, en la plaza Inmaculada de Huesca.
Ahí iba Polonio como tantos y tantos niños oscenses a comprar chucherías. Ante nosotros aparecía aquel mágico y maravilloso mundo de pequeñas urnas de madera, tapadas con un cristal, en las que se podíamos encontrar todos los colores del mundo en forma de pequeños caramelos, regaliz, chicles y las cuatro cosas que alegraban nuestra pequeña cara.
Por lo general nos aupaba papá o mamá para que pudiéramos descubrir ese mundo, y con una perra gorda en nuestras manos, comenzábamos a pedir: cuatro caramelos de nata, cuatro balines, cuatro caramelos de colores, cuatro regalices. 
Todo era cuatro, porque con cuatro completábamos la peseta.
Difícil elección la que se nos ponía delante de las narices desde el momento en que nuestros pies se levantaban del suelo.
Fuimos creciendo y continuábamos acercándonos a comprar "chuches". Llegados los primeros años de la adolescencia, nuestro amable vendedor se fue haciendo mayor, aunque a veces creo que siempre fue mayor, y el pulso le fallaba. Entonces llegaban esos pequeños traviesos o, mejor  dicho, burlones y malintencionados que, tras pedirle cuatro cosas de un producto le decían que no, que querían de otro, y el pobre señor abnegado a su labor de darnos felicidad a los pequeños, recogía con su temblequeo lo que había servido y sacaba otro.
Él marchó y con él el carrito. Ese que de vez en cuando aún creemos ver en la plaza y al que, cerrando los ojos, nos acercamos para volver a pedir cuatro de lo que sea, pero que sabemos con seguridad, que va a alegrar nuestra cara.

lunes, 4 de junio de 2012

MENTIRAS



Desde pequeños nos enseñas que no debemos decir mentiras, que es algo muy feo. Conforme vamos creciendo nos hablan de las “mentiras piadosas”, ésas que no nos hacen sentir culpables de lo que decimos, pero que, al fin y al cabo, son mentiras.
Llegamos a ser padres y volvemos a inculcar a nuestros hijos que no deben decir mentiras, que hay que ir con la verdad por delante.
Es extraño, pero somos nosotros los que nos decimos mentiras y nos las creemos; creemos que el día va a ser mejor, que los problemas se van a solucionar, que todo volverá a los tiempos en que no existía ningún contratiempo y éramos felices.
Seguimos mintiendo, no a los demás, pero sí a nosotros mismos, quizá por ese deseo que todos albergamos de ser felices, de olvidar las preocupaciones cotidianas, de por unos instantes hacer que nuestros sueños se hagan realidad.
Quien no se ha dicho “hoy me va a ir bien”, “esta situación va a cambiar”, “hoy nada me va a fastidiar el día”, y lo hacemos aún a sabiendas de que todo va a seguir igual, que la rutina nos invade, que los sueños se quedan en eso: en meros anhelos.
No es bueno mentir; estoy en contra de cualquier tipo de mentira, pero no estoy en contra de los sueños, de intentar hacernos la vida más feliz con ilusiones, con planes de futuro. Es difícil separar esa pequeña línea que hay entre la mentira y la ilusión, entre crearnos sueños y creernoslos, entre mentir y soñar. ¿Quién sabe si siendo mentirosos somos más felices o más desdichados? Lamentablemente sólo el tiempo nos lo dirá; yo, por si acaso, seguiré soñando y diciéndome alguna que otra mentira piadosa.

jueves, 17 de mayo de 2012

EL PINTOR

Todos los días cogía el caballete, el maletín con las pinturas y los pinceles, el lienzo en blanco y su taburete y salía a la calle en busca de la obra perfecta, esa maravilla que pudiera ser catalogada como la mejor obra pictórica del mundo.
Cada día elegía un sitio distinto de la ciudad; una plaza, un parque, una calle. Algo en su interior le decía que aquel iba a ser el gran día, que por fin, iba a poder reflejar en su lienzo lo que llevaba años buscando.
Llegó a una pequeña plaza con columpios y, tras preparar todo su material, se sentó en su taburete a esperar. Veía pasar a las personas y miraba sus rostros; ninguno le convencía, en todos había algo que no terminaba de gustarle. 
Estaba preparado con la plumilla en la mano, siempre le habían dicho que sus dibujos a plumilla eran maravillosos, que sabía captar la realidad de las cosas, pero por momentos la plumilla se secaba, no encontraba ese rostro que quería dibujar.
Al cabo de un rato comenzaron a llegar niños a jugar, "de ellos podré sacar lo que estoy buscando", pensó y se dedicó a contemplarlos. Todos sonreían, todos jugaban y gritaban, todos eran felices, pero cuando intentaba plasmar esa felicidad aparecían los padres con el típico "nos vamos a casa", aparecían las discusiones con los otros, aparecían las caídas, y los rostros de esos pequeños se tornaban tristes. Ya no podía continuar su obra.
Pasó todo el día esperando ese momento mágico con el que llenar el lienzo; seguía ilusionado, esperanzado porque sabía que algo iba a ocurrir. Y así fue, una chica vestida de blanco pasó por delante de él; iba sola, sonreía a la nada, sus ojos estaban llenos de vida y caminaba absorta en sus felices pensamientos.
Entonces se dio cuenta, recogió todos sus enseres y se fue a su estudio. Sobre el lienzo en blanco dibujó en una esquina una pequeña sombra grisacea de una persona y firmó. El resto del cuadro estaba en blanco.
Cogiendo un pequeño papel escribió: "la felicidad está en cada persona, en su camino, en su risa, en ese blanco esperanzador que todos tenemos pero que pocos vemos". Lo colocó junto al cuadro y sonriendo se fue a descansar. Había encontrado la imagen perfecta de la felicidad.

Para Fernando Alvira Banzo, gran pintor y el profesor que intentó enseñarme a dibujar y nunca lo consiguió porque no pudo luchar contra los genes y mis malas artes.

martes, 15 de mayo de 2012

CONSTRUYENDO HOGARES

Como todas las mañanas, me he despertado cuando me encontraba en lo mejor de mis sueños, he protestado por tener que levantarme, he dado un par de vueltas en la cama para ver si conseguía detener el tiempo, pero ha sido en vano: hora de levantarse, de comenzar un nuevo día, de volver a la rutina.
Al sentarme frente al ordenador, he mirado por la ventana y me he dado cuenta de que el árbol que me vigila y que tengo de vecino ya estaba completamente cubierto de hojas; "Con qué rapidez se ha llenado", he pensado. Pero lo que más me ha sorprendido es poder ver entre esas hojas una pareja de palomas. Una de ellas se dedicaba a bajar al suelo y coger pequeños palitos para fabricarse el nido. Ahora que me doy cuenta y vuelvo a mirar por la ventana, debajo de donde está su futuro hogar, el suelo está lleno de esos palitos, mientras que el resto de la acera está limpia.
¿Qué sería de nosotros si nos tuviéramos que fabricar nuestras casas?, si cada nueva primavera comenzáramos la construcción de lo que tendría que ser nuestro hogar, si corriera prisa el hacerlo porque esperamos inminentes la llegada de nuestra prole.
Y luego nos quejamos. Somos afortunados los que tenemos cuatro paredes que nos cobijan del frío en invierno y nos mantienen aislados del calor del verano; no tenemos que plantearnos cómo se edifican las casas puesto que otros lo hacen por nosotros; nos limitamos a decorarlas cuando ya están terminadas y a llenarlas de cosas y más cosas que, a la larga, no sirven para nada.
Creo que  no somos afortunados. Sería más bonito poder elegir cada primavera un árbol distinto en el que construir nuestro hogar; comenzar una  nueva vida; ser libres de elección; ser los dueños de nuestra casa porque está hecha con nuestras manos y, así, ser dueños de nuestro hogar.
Me dan envidia esas palomas, juntas, construyendo su efímero futuro y a la espera de unos polluelos que espero vuelvan alguna vez a construir su hogar donde lo hicieron sus padres.

lunes, 14 de mayo de 2012

VOLVER A REÍR


Nadie más que uno mismo sabe cuales son sus sufrimientos y sus penas; ese puñal clavado en el corazón con el que se levanta cada día, que le acompaña a todas horas, que le hace soltar alguna que otra lágrima.
Todos hemos perdido a alguien en esta vida y lloramos su ausencia, rogamos por tener un minuto más para estar con ellos, porque todo haya sido una horrible pesadilla de la que nos vamos a despertar.
Pero en nuestra vida cotidiana se nos plantean situaciones que, aunque parezca mentira, nos hacen reír, disfrutar de esos pequeños momentos que son mágicos, que hacen que la comisura de los labios se eleve y nos volvamos a sentir felices. Y ahí viene el problema, ¿cuándo consideramos un tiempo prudencial para volver a sonreír?.
Nuestro corazón está triste, los recuerdos se agolpan en nuestra mente y creemos que no tenemos derecho a volver a reír, a que nada haga que ese dolor desaparezca de nuestro ser.
No hay un tiempo de luto concreto, el dolor de algunas pérdidas se lleva para siempre, pero debemos volver a reír, volver a sentir alegrías, volver a vivir. Nadie puede decirnos que no debemos disfrutar de la vida; antaño quedó el año de luto que se mantenía. Ahora es el momento de pensar en cómo nos gustaría que nos vieran esas personas que ya no están con nosotros. Con toda probabilidad nos pedirían que sonriéramos, así que hagámoslo: seamos felices por ellos, pero sobre todo, por nosotros. Nuestro corazón seguirá triste y aprenderá a vivir con el vacío, pero en nuestra cara debemos reflejar una sonrisa, es la mejor manera de continuar y rendir un pequeño homenaje a los que nos dejaron, ellos también nos devolverán la sonrisa desde allá en donde estén.

domingo, 6 de mayo de 2012

TE ACUERDAS MAMÁ

Te acuerdas mamá cuando decíamos que lo del día de la madre era un invento del Corte Inglés y nos reíamos porque nunca querías que te regaláramos nada y todos los años teníamos un regalo para ti.
Te acuerdas mamá que siempre te enfadabas y nos decías que para qué  nos gastábamos el dinero, cuando siempre era algún detalle tonto.
Te acuerdas mamá cuando era el día en que te dábamos besos y te decíamos que te queríamos, aunque creo que todos los días tenías besos y un te quiero.
Te acuerdas mamá cuando poco a poco nos fuimos marchando de casa, pero siempre volvíamos ese día a verte, a estar contigo y con papá.
Yo lo recuerdo todo. Todos los días, a todas horas.
Ahora, sea o no sea un invento del Corte Inglés es un día triste para mí. Me tendré que conformar con mirar al cielo y mandarte un beso, con llorar pensando que de mis labios nunca más saldrá la palabra mamá y obtendrá una respuesta; con maldecir a la vida porque se te llevo muy pronto de mi lado; porque te sigo necesitando mamá.
Te acuerdas mamá cuando llegó tu nieta, y yo también pasé a ser mamá y nos felicitábamos mutuamente este día.
Te acuerdas mamá que me decías que no me viera llorar ni estar triste por nada, que tenía que ser fuerte, que la vida era dura. Pero tú estabas ahí y ahora me siento sola.
Cuántas veces he cogido el teléfono para contarte algo bueno o malo de lo que me pasaba y me he quedado como una tonta mirándolo y comprendiendo que al otro lado ya no había nadie.
Te acuerdas mamá de que el día de la madre siempre te decía: "¿Dónde está mi mamiiiii?". Ahora estás en mi corazón, en cada momento de mi vida, en ese dolor que es tan inaguantable, en esas lágrimas que salen y en las que se quedan, en mis recuerdos. Porque yo me acuerdo mamá.

miércoles, 2 de mayo de 2012

ESO QUE LLAMAMOS PRIMERA COMUNIÓN


Sea cerca el mes de mayo y pronto comenzará la vorágine de las comuniones. Nos volvemos locos para que nuestros hijos sean los más guapos, para que el restaurante sea perfecto, para que tengan todo y, como no, para que llegado el verano, nos vayamos a Eurodisney como regalo de comunión.
¿Qué más regalo pueden tener que ser los reyes por un día y sepan valorar lo que realmente significa ese día?
Las comuniones han pasado a ser otro acto social de “quien puede más”, de gastar lo que no tenemos, de que cuando hables de la comunión de tu hij@ la primera pregunta que escuchas es “¿Dónde le has comprado el traje?”.
Atrás quedaron las comuniones en que se juntaban los más cercanos, la familia íntima y, en la mayoría de los casos se celebraban en casa; los vestidos y los trajes eran heredados y no se hacían minibodas como ahora.
Indudablemente todos queremos que sea un día perfecto, pero perfecto ¿para quién?, para nuestro propio ego que nos hace decirles a los demás: aquí estoy yo y mi hij@ tiene lo mejor o para esos pequeños que han estado dos años preparándose para algo que, en cierto modo, casi nadie vive en sus casas.
Somos todos muy antiiglesia, más de una vez hemos dicho: con la iglesia hemos topado, pero llegado este tiempo nos olvidamos y celebramos la más fastuosa de las comuniones y todo por seguir una moda, porque a eso no nos tiene que ganar nadie.
Mis recuerdos de ese día son de una iglesia de San Lorenzo llena de niños ilusionados, de padres orgullosos y de que por primera vez me llamaron señorita; de poca gente comiendo, pero todos felices.
Espero que los recuerdos de mi hija sean los mismos, sin Eurodisney, sin enormes restaurantes, sin grandes regalos, pero con mucho amor.

jueves, 26 de abril de 2012

TODOS TENEMOS UN PRECIO

Siempre habrá alguien que diga que no tiene precio, que no se vende por nada ni por nadie, y es una opinión muy respetable, como cualquier otra.
Yo, lo tengo que reconocer, tengo precio, pero no se puede pagar con dinero.
Despertar a mi hija por las mañanas para ir al colegio y que ella se me mire con los ojos entreabiertos, me dé un beso y me diga: "Buenos días mami", es el pago que recibo por madrugar, cuando mi jornada laboral comienza bastante entrada la mañana, y podría quedarme en la cama durmiendo mucho más rato de lo que lo hago.
Estar horas en la cocina preparando la comida para que en cinco minutos desaparezca y escuches: "Qué bien he comido"; agarrarte el pelo como puedes porque los rizos se niegan a desenredarse y no tienes tiempo y que te digan: "Qué guapa estás hoy".
Hay tantas y tantas cosas que suceden a lo largo del día y que hacemos, algunas veces a regañadientes, que son pagadas y no nos damos cuenta de ello: un beso robado, un abrazo, una caricia, una mano que seca nuestras lágrimas, una sonrisa... Somos los más ricos del mundo cuando alguien, espontáneamente, nos paga con amor y amistad lo que, en un momento, hicimos nosotros sin pensar, sin esperar nada a cambio.
El dinero no lo es todo; el amor y la amistad sí. Es lo que nos hace decir: yo tengo un precio.

martes, 24 de abril de 2012

TEN, FAL

Domingo. Doce del mediodía. Plaza del mercado.
Es la cita ineludible de todos los fines de semana para ir a cambiar cromos. Ahí nos juntamos padres e hijos para intentar completar las colecciones y conseguir ese cromo que nunca aparece por muchos sobres que compremos.
Si nos centramos sólo en eso, las cosas no han cambiado tanto desde que yo misma coleccionaba los cromos de Heidi o de Marco que regalaban con los yogures. Pero sí que han cambiado: ahora si no tenemos más cromos repetidos podemos comprarlos o venderlos a otro niño por un módico precio, con lo cual salimos de la plaza con los cromos que nos faltan más una cantidad de monedas de céntimos en nuestro bolsillo.
Recuerdo la primera vez que subí con mi hija a cambiar cromos. Le conté que yo también los cambiaba con mis amigas y vecinas en el colegio o en la calle, pero que no los comprábamos. No le tuve que contar la historia de Heidi porque ya la había visto en capítulos que, como la mayoría, bajé de internet; pero cual fue mi sorpresa cuando, tras contarle la historia de Marco, y casi soltar una lágrima recordando las desventuras del pobre niño y lo que lloramos todos al verlo, mi hija me dijo: "¿Y por qué no llamó a su madre por el móvil?". Aquella respuesta me hizo ver que realmente el tiempo pasa, y demasiado rápido, con lo cual decidí hacer una colección de cromos ajena a la de mi hija y, en cierto modo, hacernos la competencia para ver quien de las dos la terminaba primero.
Es una emoción extraña volver a salir a la calle con los cromos repetidos en un bolsillo y la lista de los que nos faltan en otro. 
Como buenos niños, ellos saben perfectamente cuales tienen y cuales les faltan sólo con verlos, mientras que los padres nos dedicamos a consultar una y otra vez la lista para asegurarnos de que no nos equivocamos al cambiar; lo que hace la edad con nuestra memoria visual.
Lo mejor de todo es poder volver a la infancia durante un rato y repetir el sonsonete que tarareábamos hace ya muchos años y escucharlo en boca de nuestros hijos; ese "ten, ten, ten, fal, ten, fal, ten, ten" que nos hace revivir lo que un día nosotros hicimos y que, por unos instantes, vuelve a salir de nuestros labios y nos hace sonreír cada vez que decimos: "FAL".

lunes, 23 de abril de 2012

ISTA YE A MIA TIERRA

Nací en una tierra noble, de tozudos que hacen lo imposible por conseguir lo que sea, de jotas que cantan desde las alegrías hasta las penas, de personas normales que viven el día a día como en cualquier otro lugar.
Aragón es mi tierra y Huesca mi cuna:  tierra de altas cumbres, antaño con nieves perpetuas y de grandes llanuras monegrinas; tierra de personajes ilustres y personas anónimas; tierra que se está dejando morir, que todos estamos dejando morir.
Quedan atrás las excursiones por el Pirineo y sentir que todo era mío, que aquellas cumbres a las que llegaba con mis padres eran mi hogar, que las flores no se arrancaban porque le daban color a un maravilloso paisaje; días de conocer los lugares en que vivieron antepasados que quisieron hacer de ésta una gran tierra. Lugares de naturaleza salvaje que impedían el paso, pero que como buenos aragoneses, conseguíamos pasar sin causar ningún destrozo.
No me importa que me digan que soy aragonesa y, por consiguiente, cabezota; porque lo soy; pero echo de menos la fuerza de las gentes de mi tierra para conseguir mantener aquello que la historia nos legó: ser una región importante, con fuerza y no pasar a ser provincias de clase zzz, en las que sólo se reconoce el que la naturaleza nos haya bendecido con cumbres para construir pistas de esquí.
Soy oscense y aragonesa y gracias a mis padres sé que aún queda un trocito de Pirineo salvaje en el que refugiarme y escuchar el silencioso ruido de la naturaleza.
Y seguiré cantando canciones en fabla aragonesa, y me seguiré dando cabezazos hasta que consiga lo que quiero, pero sin perjudicar a nadie, porque creo que llevo parte de nobleza dentro de mí. Y el día en que me marche, esta carcasa prestada que tengo como cuerpo se quedará aquí, en el lugar que me vio nacer, crecer, reír, llorar, aprender, ser persona.
Ista ye a mia tierra: Entalto Aragon y Entalto Uesca, a mia tierra, a mia chen y soniando.....

domingo, 22 de abril de 2012

NOCHES DE SÁBADO

Llegan las noches del tan ansiado sábado. 
Cuando eres pequeño es la noche en que te puedes ir más tarde a la cama porque al día siguiente no hay cole; es todo un privilegio y te hace sentirte mayor, así que aprovechas para jugar, para ver la tele y aguantas lo indecible a pesar de que tus ojos se cierran, acostumbrados como están los pobres a un horario que les reclama dormir.
En la adolescencia es la noche deseada; te arreglas y sales con tus amig@s; ya eres mayor; pero ahí están tus padres para ponerte una hora límite a tus descubrimientos. Es la noche en que descubres tu primer beso, tu primera bebida con alcohol, tu primer cigarrillo, tu primera decepción al ver a la persona que te gusta con otr@. Constantemente miras el reloj para no llegar tarde a casa, porque conllevaría no salir en unos cuantos sábados. Apuras hasta el último minuto y, después, corres para llegar en el tiempo límite.
Pasada la veintena ya no hay horario, no hay primer beso, no hay decepciones. Tienes libertad total y absoluta y unos pasan la noche de bar en bar, otros en algún local con los amigos y, los más afortunados, con la persona de sus sueños.
Pero ¡ay cuando pasas de los cuarenta!. Tal cual están las cosas lo más normal es que acudas a cenar a casa de algún amigo o que vengan a tu casa (la economía no da para ir de restaurantes). Sabes que si te pasas con las copas lo vas a pagar durante unos días, porque el cuerpo te dice que ya no tienes edad para tanto "desmadre". Las tertulias con tus amig@s se hacen interesantes porque estás con aquell@s en quienes confías y puedes decir todo lo que te dé la real gana; y aguantas críticas y las comprendes y te permites trasnochar, aunque sabes que en el interior de tu cuerpo hay un reloj que, al día siguiente, te despertará a la hora habitual.
Cuando tu edad ya es más avanzada acudes a bailar a algún local, si es que alguien ha tenido la idea de abrir alguno en tu lugar de residencia, y disfrutas como cuando eras niño: al día siguiente no tienes obligaciones, ni al otro, ni al otro, porque ya estás retirado, pero hay algo en esas noches que te hace alegrarte y sonreír y disfrutar y ponerte lo más guap@ posible y vivir.
Sábado sabadete, da igual la edad que tengas, es una noche que promete.

jueves, 19 de abril de 2012

MI PAÍS

Soy una ciudadana de a pie. Una persona normal y corriente de las que nos podemos encontrar en las calles de nuestras ciudades o pueblos. Me siento privilegiada por tener un trabajo, que es por horas, pero es un trabajo.
Por primera vez y, en lenguaje coloquial, me voy a mojar. 
Estoy cansada de tanta hipocresía, de tanta mentira, de tanto tomarnos el pelo.
Un señor, cuya fortuna está colocada en el número 134 de las mayores del mundo, dice "lo siento" y ya todos tenemos que estar de acuerdo y agachar las orejas y seguir manteniendo a una familia, si es que se le puede llamar familia ya que cada uno va por su lado, que a mí no me representa como española. Esos señores que pregonan en sus campañas electorales la solución a todos los problemas (los nuestros, porque ellos parece ser que no tienen a la hora de vivir el día a día) tampoco hacen que me sienta representada más allá de mis queridos pirineos. Prefiero ver a los jugadores de las selección de fútbol, a Rafael Nadal, a Fernando Alonso  y a otros grandes deportistas enarbolando la bandera de mi país y escuchando con lágrimas en los ojos nuestro himno. Prefiero escuchar a cantantes como Julio Iglesias, Montserrat Caballé, Plácido Domingo, etc, entonando sus canciones y recordando sus orígenes en este país, el suyo y el mío. Prefiero a los científicos que han tenido que marchar al extranjero, y siguen añorando su patria, y ahí donde están trabajando para hacer un bien a la humanidad, siguen recordando su tierra, esa que nosotros pisamos todos los días y a ellos les queda tan lejos. Prefiero a los grandes escritores, a los pensadores.
No entiendo nada de política y, sinceramente ha llegado un momento en que tampoco me interesa, porque vivo en un país en el que la corrupción está a la orden del día. Porque los de "arriba" pueden hacer lo que les pase por sus honorables partes sin que nadie diga nada y, los que estamos "abajo" protestamos, pero con cuidado, no sea que nos imputen por insultos a alguien y terminemos entre rejas o pagando una multa que nos sirve para vivir o, mejor dicho, para sobrevivir.
Me canso de políticos que prometen y nunca cumplen, porque con los años que tengo, he oído ya demasiadas promesas que nunca se han llevado a cabo, pero eso sí, ellos tienen sus bolsillos bien llenos y no sacan el papel para  hacer cuentas e intentar llegar a fin de mes.
Seguimos viviendo en el país de la dedocracia y no tengo que alejarme de mi ciudad para dar fe de ello. hay un dicho: "que jodido es ser de Huesca y tener memoria"; pues yo la tengo y podría hablar de los que representan a mi ciudad y a mi comunidad, pero el miedo es mayor y no me la juego.
Me siento española, me siento oscense y aragonesa, pero porque amo estas tierras, sus gentes, sus contrastes; porque confío en la justicia y en su independencia y porque como reza otro dicho "a cada cerdo le llega su San Martín".

martes, 17 de abril de 2012

FELICIDADES MAMÁ

Mamá:
No sé ni como empezar esta carta. Me gustaría que hubiera algún modo de saber que puedes leerla; que ahí donde estás ahora, te llega mi felicitación.
Ayer hizo dos meses desde que te fuiste con papá y probablemente lo hiciste para no tener que celebrar otro cumpleaños. Sé que nunca te gustaron, que odiabas que te regaláramos cosas y sabías que este año, al ser setenta y cinco los que cumplías, el regalo iba a ser especial. Y sí mamá, tienes regalo especial: estás con papá y nosotros seguimos aquí, juntos, unidos, como a ti te gustaba.
Es el mejor regalo que te puedo ofrecer, decirte que continuamos con nuestras vidas pero que estamos juntos, que ese amor que hiciste que existiera entre los cuatro hermanos no se ha roto, que nos llamamos, quedamos para comer y tus nietos pueden jugar juntos.
Pero te echo tanto de menos mamá, me haces tanta falta que me sigo sintiendo esa niña pequeña en que me transformaba cada vez que, hablando de lo que fuera, me acariciabas el pelo. Es extraño que ese recuerdo sea lo que más me duela, que no me guste ahora que nadie me toque el pelo, porque sólo tú sabías hacerlo, porque había tanto amor en aquellas caricias, porque aquellos eran nuestros momentos.
Mamá. aunque sea tu cumpleaños, tengo que decirte que estoy enfadada contigo porque te fuiste demasiado pronto, demasiado joven y nos quedaban muchas cosas por hacer juntas. Seré egoísta al decírtelo, pero no puedo evitarlo y no consigo hacerme a la idea de que ahora tengo que pensar "qué habría hecho mamá" en lugar de coger el teléfono y llamarte, porque no hay nadie al otro lado.
Mami, sólo quiero decirte que espero que pases un día de cumpleaños maravilloso, con papá, con tus padres, con todos aquellos que se fueron antes que tú y que te esperaban y te reclamaban. Hoy no voy a regalarte nada, porque tu recuerdo está presente en todos los momentos de mi vida, porque cada día miro al cielo y sé que estás ahí, ayudándome, dándome todo tu amor y estirando tu mano para acariciarme el pelo y yo cerraré los ojos y sentiré esas caricias y sonreiré y lloraré.
Espero ser la persona que me enseñaste a ser, demostrarte cada día que tu esfuerzo no fue en vano y que, desde ese balcón privilegiado en el que estás, puedas sentirte orgullosa de mí, porque soy lo que soy gracias a ti y a papá, a vuestras palabras y a vuestro ejemplo.
Felicidades mamá.
Te quiero.

lunes, 16 de abril de 2012

EL PARQUE DE ATRACCIONES

Desde el momento en que nacemos, nos vemos metidos en este parque de atracciones llamado vida.
Cuando somos pequeños nos gusta que nuestros padres se diviertan con nosotros y nos ayuden a experimentar por primera vez las nuevas sensaciones que se presentan ante nosotros.
En la adolescencia somos los más osados del mundo, y buscamos las atracciones más peligrosas, las que recargan nuestro cuerpo, ya de por sí, lleno de adrenalina.
Llegamos a la madurez y la mayoría nos subimos a ese enorme tiovivo que va despacio, despacio, dando vueltas y más vueltas; y desde él observamos: vemos a los que entran en la sala de los espejos a mirarse una y otra vez y disfrutan viendo su propio reflejo y nada más; vemos a los que nos observan y que un día formaron parte de nuestra vida, a los que sonreímos en una vuelta y a la siguiente han desaparecido; vemos a los que se siguen considerando adolescentes y son atrevidos, y siguen gritando a la vez que sus cuerpos giran y giran; vemos a los que simplemente se limitan a mirar y no disfrutan de aquello que tienen delante de las narices; vemos a los que, con cara furiosa, disparan a lo que les han puesto delante, tan sólo con el afán de lograr su objetivo, aunque sea a golpe de perdigón; vemos a los que se ríen de las personas a las que la naturaleza no ha dotado de un cuerpo diez (éstos deberían ir a la sala de los espejos); vemos a los que se meten en el laberinto y tardan horas y horas en salir, incluso algunos no llegan a hacerlo nunca.
Y nosotros seguimos dando vueltas y vueltas en la rutina, unas veces sonriendo, cuando nuestro caballito de madera está arriba, y otras tristes, cuando el caballito está a ras de suelo.
El parque de atracciones tiene muchos sitios a los que acudir y poder sentirse como cada uno quiera; nosotros tenemos la elección.

sábado, 14 de abril de 2012

HAY QUE DECIRLO

Hablando con un amigo sobre algo que había logrado y, de lo cual me alegro, me puse a pensar por qué somos tan tontos, porque no creo que exista otra palabra, para no decir clara y abiertamente lo que hemos logrado con nuestro propio esfuerzo.
Siempre tiene que surgir el típico que te dice: "Y no tienes abuela". Pues no, no tengo abuela y, tal como se están poniendo las cosas en esta sociedad que vivimos, creo que debemos empezar a presumir de lo que hemos logrado por nosotros mismos. 
Parece que nos avergoncemos de haber luchado, haber creído en nosotros, haber buscado soluciones hasta alcanzar nuestro objetivo y callamos.
Indudablemente, en mi caso, no puedo ni debo olvidar lo que lucharon mis padres para que yo pudiera estudiar, para darme una formación que hace que yo ahora pueda trabajar en lo que me gusta.
Protesté y protesté por ir a academias a aprender a escribir a máquina, a aprender idiomas, a trabajar en verano vendiendo libros o cuidando a algún niño. Reconozco que hicieron muy bien su labor y nunca se lo podré agradecer lo bastante.
Pero terminó mi etapa de aprendizaje y a partir de entonces me tuve que enfrentar yo sola a la vida laboral y al mundo que me rodeaba.
Yo soy la que estudió para terminar la carrera, yo soy la que daba clases particulares en algún rato libre para poder salir de marcheta el fin de semana, yo soy la que buscó y buscó hasta que encontró un trabajo y la que acude todos los días, esté enferma o sana, para no perderlo; yo soy la que buscó y encontró a la persona ideal con la que compartir mi vida y la que intenta criar a mi hija; yo soy la que se hincha como un pavo cuando me dicen que a mi hija se la ve una niña feliz, porque ese es mi trabajo, que sea feliz; yo soy la que procura mantener unida a la familia y calla cosas y dice otras y sigue cada día.
Estoy cansada de no poder decir lo que he conseguido por mí misma, de lo que he luchado, al igual que la mayoría para tener lo que ahora tengo. Y no, no necesito abuela, porque ya vale de alabar a los que por un abrir de piernas lo tienen como un trofeo y lo pasean a los cuatro vientos.
Soy una persona normal y tengo todo el derecho del mundo a decir que lo que tengo en esta vida me lo he ganado. Creo que deberíamos dejarnos de falsas hipocresías y levantar la cabeza diciendo lo que hemos conseguido con nuestro esfuerzo. Seguramente ese empujón que nos dieron nuestros padres haga que ya en la meta levantemos los brazos y no los bajemos y que todo el mundo sepa que estamos donde estamos porque nos lo hemos ganado.

viernes, 13 de abril de 2012

1 + 1 = 2

Leí un artículo que decía que al encontrar la estabilidad en una pareja uno se engorda. Sinceramente me parece una chorrada y no entiendo a las personas que se dedican a estudiar estas cosas con la cantidad de problemas que hay en el mundo.
Muchas cosas cambian cuando encuentras la estabilidad con una pareja: tu tiempo se divide en dos, el que empleas para ti y el que compartes; tu corazón tiene nuevos sentimientos que antes no habías tenído y, con el paso de los años, sigues fomentando cada día ese mariposeo en el estómago; ya no empleas la palabra yo, ahora es nosotros; tus prioridades pasan a ser otras.
No creo que encontrar pareja engorde; lo que si que engorda es el corazón, se hace más grande para tener a otra persona que solemos colocar en un lugar privilegiado.
Encontrar la estabilidad no significa que dejemos de ser nosotros, que dejemos de cuidarnos, que olvidemos amistades, que nuestro mundo se reduzca. Nuestra pareja y nosotros mismos debemos asumir como somos, con nuestros defectos y virtudes, con nuestras alegrías y penas, con nuestros silencios y monólogos. No debemos dejar de ser nosotros mismos y tenemos que encontrar el equilibrio entre dos mundos, en algunas ocasiones muy distintos, que se han unido.
Para mí lo más importante es que yo sigo siendo yo y mi pareja sigue siendo él y tenemos momentos para nosotros en el que pasamos a ser dos,  pero también y creo que es primordial, tenemos momentos en que somos una y uno.
Dando gracias y, a pesar de lo que digan algunos, a mí encontrar la estabilidad no me engordó, simplemente porque ya me pilló gordita, pero sí que me dio un motivo más por el que vivir y seguir cada día, algo que continúo haciendo siendo una y siendo dos.

jueves, 12 de abril de 2012

TRES EN UNO

A lo largo del día puedo llegar a ser muchas más personas de lo que pensaba.
Cuando suena el despertador, lo cual ocurre siempre que estás en lo más profundo de tus sueños, te vuelves a sentir el niño al que despertaban para ir al colegio, y te dices a ti mismo: "Cinco minutos más, porfa", te estiras en la cama y te repites varias veces que no te apetece, que no. En ese momento aparece el adulto que todos llevamos dentro y nos recuerda nuestras obligaciones, esa agenda que llevamos en el cerebro y que está repleta de cosas por hacer. Así que con cara de niño cabreado, metida en un cuerpo adulto, nos dirigimos a la ducha para intentar encontrar un equilibrio. El adulto gana: el agua nos hace darnos cuenta de la realidad y comenzamos a organizar todo lo que tenemos que hacer, solucionamos problemas y nos planteamos otros.
Una vez preparados para salir a la calle, llega el momento de ser mamá o papá, y nos dirigimos con paso firma a la habitación de nuestros hijos dispuestos a despertarlos para ir al colegio. Viendo esas caras tan relajadas vuelve a nosotros ese niño que sueña con mundos maravillosos, con colecciones de cromos, con dibujos animados; pero el mamá o la papá se miran el reloj y comienzan a despertar a los bellos durmientes.
A lo largo del día somos adultos que cumplen con sus obligaciones y que, de vez en cuando, se gastan alguna broma entre ellos, por aquello de distraerse un poco de tanta madurez.
Cuando nuestros hijos vuelven a casa del colegio, volvemos a ser niños repasando las tablas de multiplicar, la historia, los países, pero terminamos por ser el papá o la mamá que dice: "Yo ya me lo aprendí hace años, ahora te toca a ti" y pasamos a ser el adulto que pregunta, con cara muy seria, la lección. 
Volvemos a ser niños en el poco rato que nos queda para jugar con nuestros hijos, hasta que el papá o la mamá que llevamos a cuestas nos dice que es la hora de baños, de hacer cenas y de ir a dormir.
Cuando los peques duermen, es nuestro momento de relax en el sillón y buscamos algo en la tele con que distraernos y olvidar que somos adultos y padres y madres y sólo queremos ser niños que disfrutan soñando con los ojos abiertos. Pero los ojos están cansados y nos piden ir a dormir, así que nos acurrucamos entre las sábanas y, procurando dejar en la mesilla al adulto que somos, esperamos soñar con juegos, sorpresas y nubes de colores.

miércoles, 11 de abril de 2012

FRASES EN EL MURO

¿Por qué nos dedicamos a poner en nuestros muros frases y más frases sobre lo poco que nos importa lo que digan los demás de nosotros?
Si realmente nos importara tan poco, ni siquiera nos tomaríamos la molestia de poner esas frases.
No podemos decir que alguna vez hemos buscado la aprobación de los demás, nos ha gustado que nos alaben por algo bueno que hemos hecho, hasta llegamos a aceptar las críticas aunque no nos parezcan constructivas.
Es evidente que esas frases tienen razón, que aquellas personas a las que les caemos mal no tienen que tener cabida en nuestra vida; si nos critican por nuestros actos lo único que nos puede quedar es el consuelo de que, por lo menos, les hemos dado un tema de conversación.
Yo no le caigo bien a todo el mundo: como le pasa a la mayoría, hay personas que me quieren, otras que me odian y otras a las que les resulto indiferente, y así me gusta que sea, en la discrepancia de opiniones está el poder entender las cosas de muchas maneras y darnos cuenta de errores que hemos cometido y que nadie nos había hecho ver y también están las cosas buenas que hemos hecho y tampoco habíamos visto.
Yo soy como soy, con mis ideas, con mis actos, con mis silencios y mis opiniones y creo que lo principal es que yo me sienta bien conmigo misma dejando de lado, pero para siempre, a aquellos que no aportan nada positivo a mi vida. Al fin y al cabo, para dos días que estamos en este mundo, no voy a perder el tiempo en recordar a aquellos que, con toda seguridad, ya se habrán olvidado de mí.

lunes, 9 de abril de 2012

CHOCOLATE FELIZ

Reconozco que me gusta seguir las tradiciones que se crearon en casa de mi padres. Por desgracia ahora ellos ya no están conmigo y llegan esos días señalados en que recuerdas que siempre tenían un detalle pequeño contigo, algo que convertía ese momento en maravilloso.
Desde que yo recuerdo todos los Domingos de Resurrección, a la hora del postre, mis padres me "sorprendían" con un conejo de chocolate; según fueran los tiempos el tamaño era mayor o menor, pero nunca faltó en la mesa y nunca dejé de hacerme la sorprendida.
El año pasado mi hermano pequeño me sorprendió, esta vez sí, cuando al repartir las monas de pascua entre los pequeños de la casa y, tras haber terminado de darlas todas, se dirigió hacia mí y ante mis ojos sacó un conejo de chocolate, que colocó en mi plato sin decir nada, con una mezcla de sonrisa y llanto en su rostro.
Este año ha sido mi pareja, no ha sido un conejo, ha sido un gatito de chocolate, porque para él, nadie puede sustituir a mis padres y los conejos se han transformado en gatos. Porque sabe que me gustan estas tonterías que me hacen sentir pequeña otra vez y volver a ver la vida con ojos curiosos, expectantes, con ganas de comerse el mundo.
No me avergüenza reconocer que me gusta sentirme niña, que de vez en cuando sienta bien olvidarse de las preocupaciones diarias y dejar que nos mimen; sentir que la vida es algo más que el trabajo, la casa, las obligaciones, los problemas y todo lo que conlleva ser adulto y un animalito de chocolate es capaz de conseguir todo eso y mucho más.

domingo, 8 de abril de 2012

OBLIGADO O VOLUNTARIO

Hay algo en estos días de fiesta que casi todos hacemos y son las reuniones familiares.
Sinceramente a mí me gustan, diría que me encantan. Cada uno tiene su vida, ha formado su familia, han llegado nuevos seres pequeños, y las obligaciones del día a día hacen que escasamente te veas con los tuyos así que mucho más complicado es hacerlo con los demás. Por eso me hace tanta ilusión volver a encontrarme con "los míos" y pasar un rato agradable.
Para algunos las reuniones familiares son una tortura, no hay temas de conversación, se sienten rechazados y sólo suspiran porque llegue el momento en que puedan marcharse.
Atrás quedaron esas reuniones en que nosotros éramos los pequeños y venían nuestros tíos y nuestros primos, o nosotros íbamos a sus casas y jugábamos, disfrutábamos y llorábamos al tener que marcharnos.
Ahora nosotros somos los tíos y nuestros hijos los primos. Ahora tenemos que consolar a los pequeños cuando se separan y decirles que en muy poco tiempo se volverán a ver.
Se echa de menos a los que ya se han ido, a aquellos que crearon la familia, a aquellos que hicieron que tuviéramos hermanos y hermanas.
Cada uno tiene sus temas de conversación, cada uno lleva una vida, cada uno es como es y eso es lo que tenemos que aceptar. La vida pasa más rápido de lo que pensamos y tiene que haber momentos para todo, nos guste o nos desagrade, y las reuniones con los que hace años eran nuestra familia son uno de esos momentos.
No soy quien para dar consejos pero creo que hay que saber lo que se puede esperar de cada persona y sencillamente aceptarlo, no esperar que sean como nosotros queremos que sean, no ser como ellos quieran que seamos, ser simplemente nosotros y dejar que ellos sean como son. Dos personas, hace tiempo, formaron una familia, de ahí surgieron más, pero la esencia debe quedar y el amor que un día se tuvieron debe continuar.

miércoles, 4 de abril de 2012

SI FUERA...

Si fuera pájaro cantaría todas las mañanas al nuevo día que nace.
Si fuera pez haría burbujas que llegaran hasta la superficie.
Si fuera oso me rascaría la espalda en el árbol más grande que encontrara.
Si fuera vaca me tumbaría en los verdes pastos de mis amados Pirineos.
Si fuera gato me enroscaría en un sofá a dormir y soñar.
Si fuera ardilla jugaría a saltar de árbol en árbol y no tocar el suelo.
Si fuera sapo daría saltos para alejarme de aquellos que quisieran besarme y convertirme en persona.
Si fuera búho contemplaría la luna y las estrellas todas las noches de mi vida.
Si fuera mosca intentaría huir de los que quieren matarme pero seguiría molestándoles.
Si fuera jirafa estiraría más el cuello para llegar a tocar una nube.
Si fuera hormiga recogería migas de pan del suelo para compartir.
Podría seguir y seguir, pero desgraciadamente soy persona y no puedo cantarle todas las mañanas al nuevo día porque viene cargado de problemas; no puedo hacer burbujas porque seguro que viene alguien y las explota; no puedo estar rascándome la espalda o tirada en un prado porque tengo que ir a trabajar y pagar y pagar; no puedo dormir en un sofá porque los problemas no dejan conciliar el sueño y si duermo tengo pesadillas; no puedo dar saltos de árbol en árbol porque los hemos quemado; no puedo huir de los que quieren acabar conmigo porque todos estamos controlados; no puedo ver la luna y las estrellas porque la contaminación me las tapa;  no puedo tocar una nube porque me tratarán de loca; no puedo coger migas de pan del suelo porque alguien más hambriento que yo ya lo ha hecho.
Dichosos animales que sólo tienen que ser lo que son: animales. Pobres personas que tenemos que ser tantas y tantas cosas y no sabemos disfrutar de ser simplemente eso: personas.

martes, 3 de abril de 2012

EL PRIMER BESO

A cualquiera que le preguntemos si recuerda su primer beso, lo más probable es que nos sonría ligeramente y nos diga que sí y, es más, nos contará cómo fue aquella experiencia maravillosa: la adolescencia, el chico o la chica que tanto nos gustaba, un lugar escondido, unos corazones acelerados, unos labios que tocaban otros por primera vez y que dejaron una marca en nuestro corazón y en nuestro cerebro para siempre.
Creo que casi todos sabríamos decir exactamente el nombre de la persona a la que besamos por primera vez, el lugar y en nuestro estómago volveremos a recordar esas mariposas que revolotearon por unos segundos ante la nueva experiencia que estábamos viviendo.
La lástima es que aquel no fue nuestro primer beso. Del primer beso de nuestra vida ninguno tenemos conciencia y es algo que todos tendríamos el derecho de recordar.
Nuestro primer beso fue el de nuestra madre cuando nos tuvo por primera vez en sus brazos, cuando cogió a aquel pequeño ser que lloraba, que estaba sucio, que le había hecho pasar momentos de dolor. 
Nuestra madre nos cogió entre sus manos y nos besó con ternura, con amor incondicional, con alegría mezclada con lágrimas, con fuerza para darnos vida, con ilusión al ver nuestro rostro.
Es triste que no podamos recordar ese beso que nos dio todo lo que somos, ese beso que inició el camino de muchos otros que recibíamos cada día, ese beso que fue nuestro primer contacto con el mundo,  ese beso que nos daba la bienvenida y nos decía que iba a estar ahí siempre.
Podemos cerrar los ojos y sentirlo; el beso de una madre es algo especial y, aunque algunos ya le hayamos dado nuestro último beso y la hayamos visto partir, nunca podremos devolverle todo lo que nos trasmitió con lo que recibimos de sus labios el día en que nacimos: nuestro primer beso.

lunes, 2 de abril de 2012

HASTA LA LOCURA

A no ser que alguno seamos Romeo y Julieta, no creo que nadie ame hasta la locura; se puede llegar a querer tanto a otra persona que, por unos momentos, podemos olvidarnos de nosotros mismos, pero de ahí hasta volverse loco, creo que hay un trecho.
Si ya nos centramos en otros temas, creo que sí que nos volvemos locos o, por lo menos, lo somos durante unos instantes y dejamos de ser conscientes de lo que realmente estamos haciendo. Sólo hay que ver imágenes de campos de fútbol  o de sus alrededores en los que los llamados hinchas de un equipo, toman las ciudades, se creen dueños y señores de todo y de todos y cometen actos que rozan la barbarie con tal de defender sus colores. ¿Qué ganan con ello?, ¿su equipo es mejor por sus acciones bandálicas?.
Nunca he hablado de mis creencias religiosas, de si las tengo o no, porque creo que solo me incumben a mí, y, como mera espectadora de lo que me rodea me asustan ciertas actitudes de diferentes religiones. Creo que, en la mayoría de ellas hay un punto de bondad, de generosidad, de amor hacia los demás, pero esto no se ve, no es noticia, no hace captar seguidores. En esta sociedad que hemos creado lo que gusta es lo fanático, lo extremo, pero siempre con connotaciones negativas, nunca decir que se ha hecho el bien en nombre de cualquier dios será noticia, nunca.
Somos corderos en un rebaño cuyo pastor nos está llevando hacia cualquier tipo de fanatismo, hacia el culto extremo a ídolos de barro, a pisotear y destruir al que tenemos al lado con tal de alcanzar nuestra meta, a llegar incluso a matar o dejarnos matar por una sociedad y unas creencias que van más allá de lo racional y nos hacen rozar la locura.
Ójala, alguna vez, en algún sitio, pudiéramos leer o ver como noticia que el amor había llevado a alguien a la locura.

sábado, 31 de marzo de 2012

SOÑAR Y SOÑAR

Martin Luther King dijo: "Tengo un sueño" y a partir de ese momento muchas cosas cambiaron.
Ahora nosotros decimos: "Tengo sueño" y nada cambia. Pasamos noches en vela porque los problemas no nos dejan dormir, porque en unas horas comenzará un nuevo día en el que tener que enfrentarnos a todo lo que nos rodea. Y, aunque parezca mentira, en esas horas que pasamos sin dormir, estamos soñando despiertos, estamos solucionando nuestros problemas, buscando la mejor salida para todo y autoconvenciéndonos de que todo se va a resolver cuando empiecen a salir los primeros rayos de sol.
Esas noches solitarias, en compañía de nuestra mente, de nuestros proyectos, de nuestras ilusiones; esas noches en que hacemos mil planes y encontramos mil y una soluciones; esas noches en que los ojos se niegan a cerrarse porque saben que más allá de la oscuridad viene la luz y, con ella, todo es posible.
Podemos decir que tenemos sueño porque no hemos dormido nada, porque las horas han seguido pasando mientras nuestra cabeza no paraba de dar más y más vueltas, porque hemos imaginado, por un momento, la solución a todos los problemas que tenemos en nuestra vida, porque hemos tenido tiempo suficiente para analizarlo todo y darnos cuenta de que podemos plantarle cara a la vida y seguir.
Al igual que Martin Luther King podemos hacer que las cosas cambien en nuestra vida, en todo aquello que nos rodea y enfrentarnos a los problemas, que no puedan con nosotros porque somos más fuertes, porque podemos luchar, porque tenemos fuerzas donde no sabemos que las teníamos, porque tenemos sueño porque  hemos tenido un sueño.

viernes, 30 de marzo de 2012

APRENDIENDO DE LA TELE

Aunque la televisión no es un aparato que me guste mucho y sólo recurro a ella para ver algún concurso o alguna película, exceptuando, por supuesto, al doctor House, llevo unos días viendo un programa llamado "De buena ley", en el cual las personas van a intentar arreglar sus diferencias mediante un laudo.
He de decir que me sorprendió ayer al ver que nada giraba en torno al dinero, que ninguna de las dos partes en conflicto solicitaba ni un sólo céntimo.
Una joven de veintiún años pedía a su madre que volviera a aceptar en su casa a su padre, el cual las abandonó hacía tres años y, ahora, volvía convertido en mujer, ya que era transexual.
Me sorprendió el entusiasmo de la joven en defender a su padre y su nueva situación física y no me sorprendió la actitud de la madre preocupada por el "qué dirán" y alegando que eran la comidilla del barrio.
Quizá muchos de los que somos más mayores que esa joven, deberíamos aprender muchas cosas de las que dijo y valorar a las personas por eso: porque son personas, no porque sean hombres o mujeres, homosexuales o heterosexuales, transexuales o firmes en su sexo. La joven en cuestión alegó que su padre había cambiado de aspecto, pero que tenía el mismo fondo. Eso me sorprendió y me hizo ilusión ver que quedan personas que siguen mirando lo que hay dentro y no el caparazón que nos rodea.
Yo tengo amigos y amigas homosexuales y, nunca, los he tratado como si fueran diferentes. A mí me tiene sin cuidado con quien se va cada uno a la cama, mientras sean verdaderas personas y me traten con el mismo respeto con el que yo lo hago.
Deberíamos dejar ya de tratarlos de enfermos mentales, porque creo que, desgraciadamente, el término está mal empleado y cada cual es libre de hacer con su cuerpo lo que quiera, siempre y cuando sepa que sus derechos terminan donde empiezan los del otro.
Me gustó ver como una joven valoraba el apoyo moral de su padre y se sentía "muy orgullosa" de tener el padre que tenía.
De vez en cuando, y aunque parezca mentira, aprendes algo viendo la tele.
Por cierto, la persona que ejercía de árbitro le dio la razón la joven.

miércoles, 28 de marzo de 2012

Y LOS GRITOS SE CALLARON

Cuando somos pequeños todo va deprisa, o nosotros queremos que vaya deprisa. Vamos a todas partes corriendo, hacemos las cosas espontáneamente y sobre todo, gritamos.
Los patios de recreo de los colegios deben pasar con creces los decibelios permitidos por la ley, pero da gusto oír esas voces chillonas, penetrantes que, a veces, llegan a taladrarnos los oídos y nos hacen huír.
En los parque ocurre lo mismo: "Mamaaaaaaaaaaa, me voy al tobogán", "me he caídooooooooooooo", y nosotros a dos metros de distancia.
Los niños tienen la necesidad de decirlo todo a gritos, que sus voces se oigan, que se sepa que están ahí, que forman parte de nuestras vidas y del mundo que les rodea.
 ¡ Cuántas veces hemos buscado los padres esas pilas que llevan para que dejen de gritar !.
Llega la adolescencia, y los gritos desaparecen, ahora son mensajes en el móvil o en el ordenador, todo bajo una férrea contraseña y a escondidas de nosotros.
Crecemos, llega la madurez y con ella el silencio; cuanto menos se oiga lo que hablamos mucho mejor. Ya no tenemos necesidad de que el mundo sepa lo que nos ocurre, es más, procuramos ocultarlo y tan sólo alzamos la voz cuando algo maravilloso ha pasado en nuestra vida y queremos que todos se enteren.
¿Y si volviéramos a ser niños y gritáramos? Quizá nos pasaría como a ellos, que siempre habría alguien con una sonrisa mirándonos, alguien dispuesto a levantarnos cuando nos hemos caído porque ya lo hemos gritado, alguien atento a nuestros problemas y a nuestras alegrías. 
Si gritáramos y dijéramos lo que realmente nos sucede, probablemente nos sorprendería ver las personas que se acercan y nos acompañan en nuestros gritos. Pero los modales, la buena educación y el "qué dirán" nos vuelven silenciosos y todos esos gritos que dábamos de pequeños reivindicando nuestro lugar en el mundo y en la sociedad han desaparecido y se han callado.
Siempre nos queda esperar a que llegue la vejez y los problemas de audición hagan que tengamos que volver a gritar y decirle al mundo que estamos aquí y que formamos parte de él.

lunes, 26 de marzo de 2012

UNA TIRITA PARA EL CORAZÓN

Hay dos términos que se emplean en ocasiones a la ligera y no se les da la importancia que realmente tienen: depresión y ansiedad.
Todos, en algún momento de nuestra vida, hemos estado tristes por algo; sin saber el motivo había algo en nuestro interior que no nos permitía disfrutar de todo lo que nos rodeaba. Otras veces, nuestro cuerpo ha temblado sin poder pararlo, se nos ha podido dormir una mano, pero han sido momentos de cierta alteración muy puntuales.
No soy médico, pero creo que al igual que cuando vemos a alguien con alguna parte de su cuerpo escayolada, vendada, con un resfriado o con una marca externa de una enfermedad, preguntamos y nos interesamos por su salud, debemos hacer lo mismo con aquellas personas que REALMENTE sufren estas enfermedades que hoy, por desgracia, abundan tanto.
Muchas veces decimos: estoy depre, cuando en verdad estamos tristes; nadie dice me han amputado una mano cuando se ha hecho un corte en un dedo.
Creo que no debemos tachar a las personas que padecen estas enfermedades de cuentistas, de que no tienen nada que hacer, de que tienen la vida fácil y por eso se tienen que inventar algo. Tampoco podemos decir que los psiquiatras y psicólogos son personas que no sirven para nada, más que para dar medicación y llenarlos la cabeza de pájaros. Pensemos por un momento en que tienen que curar algo que no se ve, pero que está ahí y que, por haber tenido la mala suerte de vivirlo muy de cerca, es algo que no deseo ni a mi peor enemigo.
Mucho cuidado con los términos que empleamos, mucho cuidado con las personas que están enfermas, mucho cuidado en cómo catalogamos a los que se preocupan por ayudar.
No juzguemos a la ligera, no veamos tonterías donde hay dolor y sufrimiento, no es fácil poner una tirita en un corazón roto.

LOS POLÍTICOS

Conforme nos vamos haciendo mayores y vamos abandonando el nido que nuestros padres crearon, empiezan a surgir otras personas en nuestro nuevo círculo familiar que vienen impuestas con la pareja que hemos elegido.
No deben existir muy buenas relaciones o, por lo menos, no existieron cuando a alguien se le ocurrió ponerle el nombre de "familia política".
Pasamos a tener un padre político, una madre política y hermanos y hermanas políticos. Y es entonces cuando comienza nuestro comportamiento políticamente correcto.
Desde el día en que somos "presentados en sociedad" procuramos por todos los medios caerles bien, mostrar la mejor de nuestras sonrisas y sacar de nuestro interior hasta esos comportamientos que ya teníamos olvidados.
¡ Pamplinas!. Yo soy como soy, en mi casa y en casa de mi familia política. A mí me interesa lo que opine mi pareja de mí, lo que la quiero, todo lo que estoy dispuesta a hacer por él, y lo que opine el resto de la humanidad me tiene sin cuidado. Si estoy triste lo estaré aquí y en su casa, si estoy alegre también, al fin y al cabo nunca me han gustado las hipocresías y no voy a ser ahora la primera en serlo.
Pero la cosa cambia cuando somos nosotros los políticos, cuando nuestros hermanos o hermanas traen a casa a sus parejas: entonces analizamos; por lo general, somos despiadados y entonces entramos a matar a degüello a aquel o aquella que "ha tenido la osadía de llevarse a nuestr@s herman@s", a nuestros compañeros de juegos y de confidencias.
Surge entonces una barrera invisible que nos hace ser más cautos en nuestros comentarios, en desvelar esos secretos que antes lo hacíamos con la mayor naturalidad del mundo.
Como buenos políticos mostramos lo bonito y ocultamos la realidad, aceptamos a quienes han elegido para compartir sus vidas. ¿Quiénes somos nosotros para juzgar si no tenemos que vivir con ell@s?.
Al igual que los padres esperan la felicidad de los hij@s, debemos esperar también la felicidad de nuestros herman@s y no pretender formar parte de unas vidas que ya no nos pertenecen.
Nuestros compañeros de juegos infantiles ahora son adultos y tienen que luchar por las familias que han creado y esperar de nosotros que estemos ahí, en un segundo plano, por si llegado el momento nos piden ayuda, estar dispuestos a darla.
¡ Qué odiosa es la palabra política !

viernes, 23 de marzo de 2012

BESOS DE YAYOS

Es cierto que los tiempos han cambiado mucho y cada vez con más rapidez, pero yo sigo teniendo en mi memoria el recuerdo de mi yaya, porque no era mi abuela, era yaya.
Siempre que llegaba del colegio estaba en la cocina preparando la comida y guardándome el corrusco de pan que tanto me gustaba, me daba un beso y me preguntaba cómo me había ido en el colegio.
Quizá sean recuerdos tontos, pero son míos y hacen que en mi cara aparezca una sonrisa.
Muchos de los que ya pasamos los cuarenta no pudimos disfrutar de nuestros abuelos porque alguna enfermedad, ahora curable, se los había llevado, porque una maldita guerra se los llevó antes de tiempo o porque la vida lo quiso así.
Tengo envidia de los niños de ahora que pueden disfrutar de sus abuelos, que los van a buscar al colegio, los llevan al parque, saben como camelarlos hasta que les compran todas las chuches que quieren y, si papá y mamá se enfadan, siempre está la casa de los yayos para escapar.
Los yayos dan propina el fin de semana, siempre tienen una palabra amable, les dicen a los padres que no castiguen a sus nietos porque ahora les toca malcriar, les toca dar caprichos y así son felices.
Mi hija mira al cielo por las noches y ve dos estrellas brillando y dice: "hola yayo, hola yaya" y se enfada, porque no le dan besos, pero a la vez sonríe, porque siempre están con ella y llora porque quiere que vuelvan y está feliz, porque dice que ya están juntos y yo le cuento cuánto la querían y juntas vemos fotos y procuro guardar las lágrimas para mis momentos de soledad; nos reímos recordando "cosas de los yayos" y yo, en mi interior, maldigo y me enfado porque a mi hija no la irán a buscar sus yayos al colegio.
La historia se ha repetido y quiero conseguir que se repita del todo, y lo poco que mi hija pudo disfrutar de sus yayos lo lleve siempre en su corazón y en su pensamiento al igual que yo llevo el recuerdo de mi yaya, y de mis labios saldrán esos besos tiernos, sin exigencias, llenos de amor, de complicidad, esos besos que sólo los yayos y las yayas saben dar.