lunes, 17 de octubre de 2011

VIAJES

Si alguna vez me preguntaran cuántos países he visitado, no sabría qué responder, ¡han sido tantos!. Lo que sí podría decir son las personas que he conocido, las que me han impactado, aquellas que han dejado huella en mí.
Era un hombre solitario, con un gran corazón. Su esposa había fallecido unos años antes y él seguía manteniendo la casa exactamente igual. Todos los días, después de la ducha y el desayuno, bajaba a tomarse un café y a leer los periódicos del día. Uno de esos días, en el bar, conoció a Marie. Era belga y estaba de viaje unos días por España. Marie era la típica estudiante con ganas de comerse el mundo y en posesión de la verdad absoluta. Me cayó bien. Cuando dijo que tenía que regresar a su país, mi amigo no se sorprendió; sabía que tarde o temprano volvería a su soledad y, por tanto, no le importó que me fuera con ella.
La vida en Bruselas no me gustó mucho. Era un ambiente gris, casi siempre lluvioso. No obstante, tenía una ventaja, había gente de muchos países.
En España, Marie no nos comentó nada de su novio Hans, un alemán serio y cariñoso. “Curiosa combinación”, pensé. Trataba a Marie como a una reina. Creo que sería en compensación por las largas ausencias, ya que, como trabajador de una multinacional debía viajar constantemente.
El día que Hans tuvo que marcharse a otro de sus viajes, decidí irme con él. Nadie me esperaba en ningún sitio, y Marie sabía que Hans me podría necesitar.
Primero fuimos a su Alemania natal, después a Austria y terminamos nuestro periplo en Italia.
¡Cómo me gustó ese país!. Era tremendamente parecido a mi España. Conocí a Lucca, gran amigo de Hans y los tres recorrimos el país. Lucca tenía pocos recursos económicos, pero los compensaba con esa alegría que da el carácter mediterráneo. Cuando Hans volvió a Bruselas, me quedé con Lucca. No quería volver a ese país tan oscuro.
Un día Lucca y yo sufrimos un accidente de tráfico. Mi amigo falleció y a mí me recogieron unos noruegos que pasaban por ahí. No me había ocurrido nada y, al ver que estaba solo, me llevaron con ellos. Los días en Noruega eran heladores, pero me gustaba la paz con la que vivían.
He recorrido muchos más países, pero ahora estoy viejo y achacoso. De mi fortaleza de juventud no queda nada, mi cuerpo está blando y arrugado y sé que pronto llegará mi final.
Sin embargo, sigo conservando mi principal valor; el valor que da el llevar impreso en mis cuatro esquinas: 20 euros.

1 comentario:

  1. Esta escritora la voy a matar un día. No sé si se ha picado conmigo o es que busca fastidiarme,esto es un reto y lo acepto pero pensar como un billete vive dios !! que no es fácil.De todos mis compañeros de baja denominación soy el mas usado,no se si por más guapo o que.Me gusta circular entre la gente y he aprendido a conocerla a través de sus manos. Manos ásperas, fuertes, duras manos acostumbradas a valerse por ellas mismas. Manos que me dan un valor superior al que tengo que me cuidan¡, miman y tratan con respeto. A pesar de ser bastas me agradan por su sinceridad. Otras son muy cuidadas, blandas,suaves sin vida,esas me tratan con desprecio dándome mucho menos valor del que tengo,no me tienen ningún aprecio. se deshacen de mí prontamente como si fuese un apestado. Otras son suaves ,perfumadas, manicuradas estas me tratan con elegancia con delicadeza,me gustan por su dulzura. Otras son pequeñas,suaves traviesas , inquietas,estas me recogen y me dan un valor muy superior me guardan con otras muchas y estoy una temporada descansando. Hasta que otras arrugadas, cansadas me recogen para llevarme a un lugar del que difícilmente se sale,con otros muchos compañeros de distinto valor ahí si no hay mucha suerte no se suele salir. Y si estas viejo blando y gastado ese es el final te reúnen con otros como tu y te llevan al final de tu existencia. A la trituradora

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