jueves, 20 de octubre de 2011

SOLEDAD

Me encontraba sola en una casa conocida, la mía.
Pensé que era por los malos momentos que había pasado, por mi situación actual y el futuro que me esperaba por la delicada salud de mi madre.
 Decidí salir a la calle a ver si me encontraba a alguien con quien poder hablar un rato y olvidarme de todos aquellos problemas que barruntaban por mi cabeza, y sí, me encontré a un conocido. Nos fuimos a tomar algo y estuvimos hablando durante un rato: nos pusimos al día de nuestras vidas; la verdad es que no habían cambiado mucho desde la última vez que nos vimos: mismo trabajo, mismas obligaciones, mismas diversiones, misma vida.
Cuando nos separamos me volvió a invadir la misma sensación de soledad, y no soy alguien a quien le guste ese sentimiento, así que entré en una tienda, sin ánimo de comprar nada, pero por lo menos estaría acompañada.
Vueltas y más vueltas entre todo lo que vendían. No hablé con nadie. Nadie me habló.
Llegué a casa, al rincón de la soledad, y estaba toda mi familia: mis padres y mis hermanos y hermanas. ¿Debería haberme alegrado de que estuvieran ahí, verdad? No; me sentí atrapada en un mundo que me agobiaba por momentos. Me preguntaba cómo mis padres habían podido tener tantos hijos; eso era una casa de locos. Yo no quería seguir los pasos de mi madre y tener un montón de embarazos. Pero era eso o la soledad.
Opté por refugiarme en la cama. Seguía pensando en que llegaría el día en que me dijeran que ya era lo bastante mayor como para seguir viviendo con ellos y me tendría que marchar a formar mi propia familia. Me aterraba la idea. Me tenía que hacer fuerte; buscar el valor que me faltaba para afrontar el futuro.
Y lo encontré: estaba dentro de mí. Me dije que yo era mi propio hogar, mi propia familia y que no necesitaba a nadie para vivir mi vida, al fin y al cabo nacemos y morimos solos, no era tan difícil vivir solos.
Aquella noche huí de casa sin decir nada. Intenté ser lo más sigilosa posible: entre tantos como éramos, alguno se podía despertar.
Cuando llegué a la puerta desplegué mis alas y eché a volar hacia la soledad y hacia la libertad, no quería ser la siguiente abeja reina.

2 comentarios:

  1. y nada que no hay manera. Esto lo hace por fastidiarme lo se.Ahora soy la abejita Maya y estoy solita y deprimida. No te fastidia.Ésta no sabe de que va con tanto zángano a mi alrededor agasajándome. preparando sin cesar el lecho donde yacer,encima pongo¡o un montón de huevos para que la prole no decaiga. Y la susodicha pensando en la soledad ¡ Será posible!!.Desde luego nadie estamos contentos con lo que tenemos

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  2. Es una sensación normal. Soledad ¿es estar sóla/o? No. La verdadera soledad es estar acompañado y sentirte sólo/a. Esa es la verdadera soledad y la que puede llegarte a amargar. Hay que hablar, reir, llorar, sentir... y buscar la soledad querida. La que aún sólo/a, llegas a encontrarte con ella y te sientes reconfortado/a. El título del Blog es una buena medicina: "Vivir, pensar, decir"...

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