lunes, 10 de octubre de 2011

COSAS

“Cuando era pequeño, mi madre me llevaba de la mano arrastrándome, ya que, por naturaleza, soy vago y nunca me gustó eso de andar.
Un día, absorta como estaba mi madre en su tertulia con una amiga y, despistado como iba yo siempre, me choqué contra una farola.
Chichón impresionante en la cabeza; unos lloros que se oían en toda la ciudad y, para colmo, la bronca de mi madre por no fijarme por dónde andaba”.

“Llegaba tarde a casa y tenía que empezar a correr si no, me esperaba el tremendo rapapolvo de mi padre y la posibilidad de quedarme sin salir al día siguiente.
Tanto corría que me puse a cruzar la calle en diagonal; por supuesto me había asegurado de que no venían coches; pero de lo que no me aseguré es de la distancia a la que se encontraba la acera de mis pies. Así que al ir a subir, todo mi cuerpo cayó abrazado a aquel árbol. La cara completamente raspada, las manos lo mismo. Pero como soy persona de buen humor, comencé a reír  a la vez que las personas que pasaban a mi lado. Y con la cara marcada, sin poder parar de soltar carcajadas que aún me provocaban más dolor me marché a casa”

Estas vivencias y muchas más que me han ido contando, han hecho que me plantee si ellos no se dan cuenta de que nosotros también sentimos, también sufrimos y reímos.
Aquella farola, probablemente sintió el golpe del pequeño y el árbol aún se estará quejando del “abrazo” que recibió.
Somos testigo mudos de la vida y de la muerte.
Conocemos todo lo que ocurre a nuestro alrededor y a todos los que habitan en nuestro mundo. Porque sí, también es nuestro mundo.
Es difícil meterse en nuestra piel, lo entiendo, pero estamos ahí. Nuestras vidas van parejas a las de todos y, aunque ellos no lo sepan, conocemos hasta sus más íntimos secretos.
Pero como buenos amigos que somos callamos. Sabemos hasta dónde podemos llegar; dónde están los límites de cada uno.
Soy un simple PC. Estoy siempre en mi mesa esperando a que vengan a aporrear mis teclas y a contar los secretos que, ni siquiera a otro humano son capaces de contar. Soy el fiel guardián de secretos inconfesables, el mensajero de alegrías y de tristezas, el albacea de tantos y tantos recuerdos que se guardan en mí.
Somos árboles, piedras, casas,…., somos cosas, pero sin nosotras las personas no sabrían vivir ni sobrevivir.

1 comentario:

  1. Caray ahora soy una cosa,¿árbol?¿río?¿banco?¿puente?.No se esta mujer que quiere de todos nosotros sacarnos a pasear y presumir de nosotros,de ese árbol bajo cuyas ramas se cobija los días de calor en ese banco cómodo en cual reposa de un día quizás aciago,o simplemente pesado sentada bajo mis ramas cómodamente s deja volar la imaginación oyendo el fluir del agua lentamente tecleando lentamente las teclas de un portátil en busca de una información precisa para su devenirse nace tarde y se encienden las farolas dando una visión completamente distinta a la de hace unos minutos.Todo se hace un cuadro en su mente digno del mejor pintor y piensa de una manera casi sin sentir que sería de su vida sin esas y otras cosa que conforman su vida.Sus vivencias. No nos hacen el debido caso hasta que no nos tienen.esa es la pena

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