lunes, 3 de octubre de 2011

288 ROSAS BLANCAS

 “Cada nueve de noviembre,
   como siempre sin tarjeta,
   le mandaba un ramito de violetas
                                          ( Cecilia )

No era nueve de noviembre, era el veinticinco. No era sin tarjeta, siempre había una con un cariñoso mensaje. No era un ramito de violetas, era una docena de rosas blancas.
No recuerdo cuando le dije que las rosas blancas eran mis favoritas. Tan limpias, tan llenas de sencillez, tan puras. Seguramente sería en una de nuestras conversaciones en el balcón.
La primera docena llegó en el año 1987. Aquello fue una maravillosa sorpresa. Estuve un buen rato contemplando aquel maravilloso ramo: ¡era para mí!. Todos los capullos estaban aún sin abrir y decidí hacerles una fotografía.
Nunca había visto nada tan hermoso, tan sencillo, tan frágil y que a la vez me hacía sentir tan fuerte, tan amada.
Recuerdo que cogí una de las rosas y la guardé en el diccionario de Francés-Español de Larousse;  por aquel entonces era el libro más voluminoso que tenía. Si hubiera sido ahora, estaría entre las páginas de “Los pilares de la tierra” de Ken Follet.
A medida que pasaban los años y se acercaba el veinticinco de noviembre, ambos nos hacíamos los despistados: él no me comentaba que las tenía que encargar con un mes de antelación y yo no le decía que las esperaba ansiosa.
Cuando llegaba el día, él ya sabía a que hora iba a estar yo en casa, me encargaba de decírselo con sutileza.
Era nuestro juego: ambos lo sabemos, pero los dos callamos.
Y puntual como un reloj, llegaba mi ramo. Y me sorprendía, sí, a pesar de estar esperándolo me sorprendía. Me hacía sentir la persona más especial e importante de la tierra. Las fotografiaba. Las cuidaba y mimaba hasta que poco a poco iban soltando sus pétalos.
El año pasado volvió a llegar el ramo, precioso, exquisito. No sé qué fue lo que me hizo coger uno de aquellos capullos y guardarlo en otra página del mismo diccionario que veinticuatro años antes había empleado y que aún conservaba la primera rosa.
En enero de este año se fue.
No habrá más rosas blancas en mi casa.
Llegará el veinticinco de noviembre y te las llevaré a esa tumba que es la mortaja de mi corazón. Y junto a ellas pondré una tarjeta: “Te quiero papá”.

1 comentario:

  1. Delicioso y maravilloso recuerdo,lleno de sutiles y bonitos recuerdos.Rosas que significan ternura y blancas que es pureza. Durante veinte y cuatro años. Símbolo para él de cariño,para ti de mil sensaciones a cual de todas las placentera,era un entente cordiales en la que ambos guardabais durante un año. los sentimientos para recogerlos en ese ramo de rosas, físicamente no está pero su recuerdo pervive a través de cada pétalo soñado. Bellos recuerdos los que anidan en tu corazón y lo hace más hermoso. Me alegro de ser partícipe de esos recuedo y por ello te doy las gracias Pilar

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