jueves, 6 de octubre de 2011

CLASE MAGISTRAL

Preparando en casa una de mis clases de esta tarde, comencé a pensar en lo que sería mejor que hicieran: “Mejor no poner nada de gramática y que sea todo conversación”.
No me daba miedo el enfrentarme a una clase nueva; con más de veinte años de experiencia en el mundo de la docencia, se suponía que aquello era pan comido.
Pero esta clase era especial.
Ya había dado el año pasado desde enero hasta mayo y, la verdad, el resultado fue muy gratificante, creo que más para mí que para mis alumnos.
Esta tarde me esperaban dieciséis alumnos nuevos a los que quitarles el miedo a un idioma nuevo  y convencerles de que sea cual sea la edad, es buen momento para aprender.
Me decanté por comenzar por las presentaciones: How are you?, What’s your name?, etc.
Me acordé del curso pasado, en que comencé la clase hablándoles en inglés y me reí recordando la cara de asustados que pusieron todos, hasta que en español les dije: “No, tranquilos, es sólo para que veáis lo que haréis vosotros a fin de curso”.
Aquellas sonrisas de complicidad ya decían que entre nosotros iba a haber buena relación.
Tenía los temas preparados, todos estructurados, pero había un tema que no sabía si debía enseñarles o no: las enfermedades.
Pensé que lo mejor sería aprender lo básico: saber ir a un médico y decirle que  te encontrabas mal: una tos, fiebre, cosas que nos pueden pasar a cualquiera.
En ningún momento se me iba a ocurrir emplear aquella palabra.
Algunos iban a venir solos a la clase y otros en pareja. Sabía o, mejor dicho, me imaginaba lo que habían pasado todos y cada uno de ellos, porque en mi familia también lo habíamos sufrido.
Realmente estaba ansiosa por que llegara la tarde y comenzar aquellas clases. Eran especiales; todas las clases lo son, pero aquella tenía algo distinto: quizá fuera alegría o quizá fuera esperanza o quizá ilusión. No sé muy bien cómo expresarlo, pero se respiraba un ambiente de felicidad que se contagiaba. A nadie le obligaban a ir, nadie tenía que sacarse un título o aprobar un curso; todos lo hacían por el mero hecho de plantearse un nuevo reto y aprender por aprender.
Creo que todos mis alumnos son especiales, que todos tienen algo que aportarme y yo que aportarles a ellos; pero estas dieciséis personas me hacen sentirme verdaderamente útil.
No me queda más remedio que admitir que esta tarde y todos los jueves del año tendré una clase magistral; pero no por mí, sino por mis alumnos: todos ellos han superado un cáncer y me demuestran  que la vida es superación, lucha y sobre todo, mucho amor.

Gracias a la AECC por permitirme ser su profe de inglés en Huesca.

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