viernes, 7 de octubre de 2011

UN COLEGIO ESPECIAL


Todos los días pedía un café después de comer, por supuesto, descafeinado.
“Thank you very much”, decía cuando se lo dejaban delante, “¿Cuánto le debo?”. “Nada”, le respondía la amable señorita, “Hoy es mi cumpleaños y la invito yo”. Y así era un día tras otro.
Tantos años viviendo en Inglaterra había hecho que aún quedara en ella algo de aquella lengua, por lo  que , de vez en cuando, comenzaba a cantar canciones en inglés.
En otro lado de la estancia, una antigua residente en Francia, al oír a su compañera entonando aquellas canciones, comenzaba con su repertorio de Edith Piaff.
Este internacional concierto era seguido por algunos de sus compañeros, que sonrientes, seguían a una y a otra, sin saber lo que decían, pero con la alegría en sus rostros por aquella música que “deleitaba” sus oídos.
En otro lado, uno se preocupaba por si su padre habría ido o no a labrar los campos, era la época en que todo tenía que estar preparado. También ansiaba el momento de poder salir e ir a la matacía, a ver cómo las mujeres preparaban las tortetas, las longanizas, y después, todos juntos almorzaban.
Por la mañana, tres días a la semana, tenían que acudir al gimnasio. La mayoría se quejaba y protestaba, pero una vez que estaban ahí, disfrutaban con los ejercicios: “arriba la pierna derecha, abajo”, “arriba los brazos, abajo”….., durante media hora el cuerpo parecía tener vida independiente y obedecía las órdenes que el profe les daba.
Después venían las clases más aburridas para la mayoría o, mejor dicho, aquellas que requerían más esfuerzo: había que pensar.
La hora de la comida era la más divertida
Ninguno tenía el sitio asignado, así que se sentaban con quien querían. Unas veces, la mayoría, no llegaban a tiempo de sentarse con sus amigos, así que no quedaba otra que hacerlo en el lugar vacío.
La comida solía ser muy buena, era variada, pero siempre estaba ella, la que decía: “Esta carne es de burro”, y algunos soltaban una ligera carcajada, mientras otros permanecían pendientes de que la comida llegara a su lugar: a la boca, y no manchar nada por el camino.
Después de comer, la mayoría dormitaba en los sillones y otros permanecían viendo la tele. A decir verdad, no se enteraban mucho de lo que decían, porque el sopor era mayor que la “interesante” programación.
En los días de verano aprovechaban para salir al jardín y disfrutar de los rayos del sol cuando el calor ya era soportable, y en invierno permanecían dentro distrayéndose con algún juego.
Se servía la cena pronto y, poco a poco, iban hacia sus habitaciones a dormir. Las noches solían ser tranquilas, a no ser que alguno tuviera una pesadilla y comenzara a gritar, pero eso sucedía en cualquier otro colegio.
Sabían que siempre estaban ellas, esas señoritas tan amables, que acudirían si necesitaban algo.
Era un cole en el que aprender, aprender a volver a vivir, a no olvidar o, quizá, a esperar el final. Era un cole sin horarios de visita, la entrada era libre y  la mayoría recibía las visitas de sus hijos y sus nietos. Era un cole en el que no había bicicletas en la entrada, sino sillas de ruedas. Era el cole de nuestros mayores, de aquellos que nos enseñaron a vivir, a ser personas y al que nosotros, al igual que ellos nos llevaron de pequeños para que aprendiéramos, los habíamos llevado para que no olvidaran y no nos olvidaran.


2 comentarios:

  1. aunque no os lo creáis es el tercer comentario que escribo. Si se borra lo envío a paseo y no lo repito más.¡¡Y no se os ocurra reíros!!.Repito por tercera vez que es admirable que hay gente que sea capaz de dedicarse en cuerpo y alma en pos de lograr arrancar una sonrisa a los demás. En gente que hace unas fechas había perdido toda la ilusión y que ahora se ha reencontrado así misma. Es maravilloso en ver como acogen,beben cada palabra esforzándose en hacerlo bien . Es darles una ilusión de sentirse completos y esas sonrisas de complicidad o pillearía al saber algo que otra persona no sabe. Esa mirada luminosa y esa sonrisa de felicidad no tiene precio. Gracias por ser como eres y ojala hubiese mucha gente como tu. En nombre de todos gracias

    ResponderEliminar
  2. mirar si soy burro que este comentario era para el relato de una clase magistral.Desde luego tendré que venir a este colegio donde espero me cojan con cariño. Aquí tendrán paciencia conmigo y perdonaran estos lapsus.Es vivir en un sitio donde más o menos todos tienen las mismas inquietudes,donde la vida transcurre plácidamente sin otra obligación que vivir. Donde todos nos apoyamos y damos ánimos cuando las fuerzas o la mente decae. Además recibimos las visitas de nuestros familiares he hijos siendo para nosotros un rato de alegría y serenidad en ver que esos seres tan nuestros nos quieren.En fin que es un espacio hecho a nuestras necesidades es maravilloso tener un sito donde solazarnos a nuestras anchas. Es un buen colegio

    ResponderEliminar