martes, 11 de octubre de 2011

BENDITA ADOLESCENCIA (LA DE HACE 30 AÑOS)

Manda narices que nuestro problema de hoy sea que no funciona la blackberry, no sé quién es el o la cantante de moda y no la escucho en mi mp4 por la calle y, cuando llego a casa, no tengo la Wii o la Psp para jugar.
Ni siquiera sé si lo he escrito bien o no. Está visto que no estoy hecha para la alta tecnología y, lo peor de todo, es que me voy a tener que hacer a ella.
Ser adolescente en mi época, de la cual no han pasado tantos años, significaba que las chicas empezábamos a maquillarnos, que con cualquier trapo procurábamos estar las más guapas del mundo y que nos gustaba que los chicos nos miraran mientras bailábamos con nuestras amigas en algún bar. Significaba que los chicos hacían competiciones por ver quien era el más gallito, porque su equipo de fútbol ganara los fines de  semana y porque todas se fijaban en él por lo guapo que era.
Entonces no había góticos,  ni frikis, ni chonis, ni nada similar. A decir verdad, no sé distinguir a unos de otros y no tengo ningún interés en ello. Lo más especial que te podías encontrar era a algún punki  y ya tenías tema de conversación para toda la tarde.
Llevábamos reloj para saber la hora que era y que no se hiciera tarde para volver a casa, no para tener el brazo lleno de colorines y que cada uno marcara una hora distinta: “para ver la hora, ya me miro al móvil”, me diría un adolescente de hoy en día. “Entonces, ¿para que llevas tanto reloj?”, le preguntaría yo. “Es que mola mazo”, me contestaría.
Con mis amigas nos juntábamos en algún parque o plaza para hablar y, ¡oh milagro!, eso es algo que aún se hace, pero con una sutil diferencia: con mis amigas nos hablábamos a la cara, no nos comunicábamos por sms estando a dos metros de distancia unas de otras.
Como he dicho, cada una intentaba vestirse con lo más “chulo” y no “guay” que encontraba por casa. No íbamos toda iguales, de eso ya se encargaban los uniformes del colegio. El pelo unas veces era corto, otras media melena y otras largo; por lo general nos lo recogíamos en una coleta para que se nos viera la cara y así poder lucir el escaso maquillaje que nos poníamos los fines de semana. Nunca en aquellos años creo que ninguna sufriera una contractura en las cervicales de tanto girar el cuello para quitarse la melena de la cara, ni que ningún padre o madre se volviera loco porque no conseguía distinguir a su hija del resto de chicas que la acompañaban.
Al llegar a clase, nos quedábamos sorprendidas al  ver que alguna compañera se había  maquillado para ir al cole; ahora “alucinas” si fulanita o menganita va sin maquillar o “tia, por le menos la raya del ojo”.
Se sigue manteniendo que los menores de dieciocho años no pueden entrar en los bares y beber; ¡por fin algo que aún reconozco!, así que los paseos arriba y abajo continúan: nosotras hablando y contándonos lo que nos había pasado o lo poco que habíamos visto en la tele; ahora, oyendo la música que llevo en la blackberry o en el Mp4 o, simplemente, sin hablar , porque cada una va oyendo una canción distinta.
En mis tiempos nos echábamos un noviete y presumíamos ante todas por lo guapo que era y porque, a escondidas, nos dábamos algún beso o nos cogíamos de la mano; ¿Quién no ha visto a enanos imberbes haciendo lavados de estómago con la lengua a alguna cría en cualquier calle de nuestra ciudad?, y eso que no es su novio, es un amigo.
No ha pasado tanto tiempo desde mi adolescencia a los adolescentes de hoy en día, pero sí ha pasado una eternidad desde MI adolescencia a la suya.
Creo que sólo tenemos una cosa en común: a los adolescentes nos molestan los padres. Claro que eso era cara a la calle, al llegar a casa les contabas con pelos y señales las cuitas de los demás: que si ésta fuma, que si la otra se ha dado un beso en no sé que portal. Ahora llegas a casa y, en resumen, has estado por ahí, con éstas y no has hecho nada. ¿Para qué has salido? Y,  acto seguido, agarras el mando de la Wii y vuelves a tu mundo.
No creo que la adolescencia sea una época tan difícil, lo difícil es saber que en esos  años tengo que descubrir por mí misma el mundo que se abre ante mí y no encerrarme en un teléfono, en una canción o debajo de unos pelos que no dejan ver la cantidad ingente de maquillaje que me he puesto y que no me permiten ver todo el futuro que tengo por delante.

2 comentarios:

  1. ¡¡Por fin un relato que puedo leer y opinar como persona. Menos mal. Mi adolescencia es aún mas lejana que la tuya y por supuesto distinta SOY HOMBRE. O al menos eso creía en aquella bendita época donde acababas de dejar de jugar a las chapas(tapones de las botellas) con un tacón de un zapato o de jugar al fútbol con una pelota pequeña para meterla en un albañal. Entonces no había nada más que las radios y las canciones de Rafael.Los Brinco Dúo Dinámico,Bruno Lomas Clif Richard,Pekenikes Chucb Berry,Baddy Holins o Clif Richard por recordar aquellos que alcanza mi memoria.Juntar cuatro perras para alquilar un tocadiscos y hacer una reunión(no guateque eso fue después) para bailar con las chavalas y arrimarse lo que te dejaran al son de cualquier rock de la época Perdóname,Anduriña cualquier canción extranjera o intentar ro¡bar ese beso sin el consiguiente bofetón. Para después presumir delante de los amigos (fardar fue después,Ohhhhh y el dia que acudías a la panda cogido de la mano de tu chica ese díoa era el mas feliz de tu vida aunque podía pasar que el guapo dela,pandilla te la birlara y te liabas en un "duelo a muerte" a guantazo limpio para dejar tu hombría en el lugar que se merecía No había nada mas que nuestra bendita inocencia, arrostrábamos felices las riñas y los capones de casa .El primer cigarro (dios que asco ) pero delante de las niñas fumabas y tosías a escondidas. Después te frotabas los dedos con limón, comías caramelos de menta para que no se notara el olor de tabaco.No teníamos nada y éramos los amos del mundo Cuanto daría por volver aquella época,no por mi juventud sino por mi inocencia

    ResponderEliminar
  2. Mi adolescencia es más próxima a la de perdulario, pero en uno u otro caso se trata de recuerdos entrañables, de nostalgias que a uno le ponen blandito.

    ResponderEliminar