jueves, 29 de diciembre de 2011

ESPERA

El viento golpeaba con virulencia en los cristales y temía que aquello les impidiera llegar hasta su casa.
Nunca había visto algo igual: los árboles que había delante de su ventana se zarandeaban de un lado a otro como si fueran plumas, alguna señal de tráfico caía al suelo arrastrada por aquel vendaval.
No podía apartar la nariz del cristal y preguntarse: ¿Podrán llegar?.
La noche iba cayendo poco a poco sobre la ciudad. Llevaba todo el día en casa sin salir por el miedo a que le pudiera ocurrir algo, a que ese viento se la llevara lejos, a que una teja le cayera sobre la cabeza.
Sabía que no había podido cumplir su promesa de ir a verlos por la tarde, como hacía todos los años, pero las autoridades habían declarado alerta por los fuertes vientos y tuvo que quedarse en casa.
Lloró porque no podía hacer nada. No sabía si su llanto era de rabia, de miedo, de impotencia, pero sí sabía que en algún lugar ellos estaban preparados para ir a verla y que, probablemente estarían como ella: suspirando porque aquel maldito viento parara y les dejara llegar hasta su casa.
Otros años había nevado, había llovido o una niebla espesa no dejaba ver nada; pero, en esas ocasiones, ella siempre había acudido a su cita vespertina y ellos le habían correspondido con su visita nocturna.
No quiso cenar, tenía un nudo en el estómago que le impedía pasar cualquier tipo de alimento. Al final, optó por un yogur, "para que no te despiertes esta noche con hambre" le habían dicho. ¡Qué más le daba tener hambre o no! Había incumplido su palabra de ir a verlos y podrían estar enfadados y no corresponder la visita.
Llegó el momento de tener que acostarse; el viento no arreciaba y su desesperación fue en aumento. No quería apartar su nariz del cristal, esperando verlos llegar en cualquier momento; pero, al final, tuvo que irse a la cama.
La mañana siguiente llegó. Al abrir los ojos recordó lo ocurrido la tarde-noche anteriores y, con la velocidad que le daban sus piernas de seis años, corrió hacia el salón de su casa.
Junto a su zapato había dos pequeños paquetes con su nombre.
¡Lo habían conseguido!, ¡habían ido a su casa!, claro eran los reyes MAGOS y nada, ni tan siquiera el aire había podido con ellos.
Junto a la ventana vio unas piedras y un pequeño papel, lo cogió y leyó: "Dejamos aquí estas piedras puesto que el viento ha parado y ya no las necesitamos para evitar que se nos lleve. M, G y B".
Volvió a apoyar la nariz en el cristal y simplemente murmuró: "Gracias, el año que viene yo también me pondré piedras y no os fallaré".

(Frase de Mª Teresa Araza)

1 comentario:

  1. La ilusión de una llegada mágica es algo que jamás deberíamos de dejar de hacer. Esa esperanza de recibir la visita de alguien que es importante para nosotros.Tengamos la edad que tengamos siempre es bonito pegar las narices a un cristal esperando nuestra ilusiuón

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