viernes, 6 de enero de 2012

UN PAQUETE NARANJA

Una mañana, al despertar, me di cuenta que nada era como antes y sonreí.
Era el primer año que pasaba conociendo la cruda realidad de que los Reyes Magos no eran esos seres que venían de Oriente a traerme regalos, sino que eran mis padres. No les había dicho nada a ellos; a pesar de tener tan sólo nueve años, la picaresca ya se había despertado en mí y pensaba que, si no lo decía, seguirían trayéndome todo lo que había pedido.
Por momentos hasta yo me creía mi propia mentira, y seguía confiando en que esos tres maravillosos seres vinieran a mi casa y dejaran junto a mi zapato los juguetes que había pedido, pero rápidamente venía a mi mente el momento en que vi a mis padres intentando ocultar un paquete de color naranja en su armario y oír sus voces diciendo: "Esto su regalo del día de Reyes".
La noche anterior me era imposible conciliar el sueño; algo dentro de mí me decía que tenía que seguir creyendo, que no podía ser verdad que mis padres sustituyeran a tres poderosos magos..., y así ocurrió.
Me levanté muy pronto, casi ni había amanecido y corrí al salón, donde la noche anterior había dejado mi zapato. Al entrar di la luz y ante  mí se presentó un maravilloso mundo de pequeñas cajas de regalo, todas exactamente iguales, menos una: el paquete de color naranja.
Corrí a despertar a mis padres, que, aún somnolientos, se levantaron con una sonrisa cómplice en sus labios.
Fuimos los tres juntos a ver lo que habían traído.
No puedo describir la cara de asombro de mis padres cuando vieron los pequeños paquetes todos iguales; se miraron el uno al otro sorprendidos.
Pregunté si podía comenzar a abrirlos y ellos, expectantes como yo, me dijeron que sí.
Abrí el primero: una pequeña cajita se escondía tras el papel de regalo; la abrí y ante mis ojos había una pequeña nota que decía: sueños
Abrí el segundo: otra cajita y otro papel: ilusión.
Tercero: esperanza.
Cuarto: bondad.
Quinto: familia.
Sexto: salud.
Séptimo: felicidad.
Octavo: alegría.
Noveno: amistad.
Con aquél, todas las cajitas ya habían sido abiertas. Ya ni me acordaba de que, detrás del árbol de navidad asomaba algo: era el paquete de color naranja. Lo cogí y lo abrí. No era una caja pequeña, era un peluche en forma de corazón del que colgaba una cadenita con otro corazón aún más pequeño; la cogí, me la puse al cuello y fui al espejo a mirar lo guapa que estaba. Cuando volví, vi a mis padres sentados y preguntándose el uno al otro de quién eran todas esas cajitas. Cogí el peluche y entonces leí lo que ponía en él bordado en letras de oro: amor.
Hace muchos años que ocurrió todo aquello, pero hoy, aún me levanto todos los días con la cadenita colgada al cuello y el ya roñoso y viejo corazón de peluche sigue presidiendo mi cama.
Siempre he recordado esas palabras escritas en aquellas tarjetas y he procurado que estuvieran presentes todos los días de mi vida. Fue algo maravilloso lo que me ocurrió: Una mañana, al despertar, me di cuenta que nada era como antes.

(Frase de María Pilar P G )

6 comentarios:

  1. Hermosa la inocencia en estado puro, cuando aún podemos creer que todo es posible!

    ResponderEliminar
  2. Olaf, nunca tenemos que perder la inocencia; dejemos vivir al niño que todos llevamos dentro.

    ResponderEliminar
  3. Es que los Reyes Magos deberían existir.

    ResponderEliminar
  4. Debo de ser un bicho raro ,yo aun creo en los reyes.Son seres montados en los caballos de mis sueños que vienen a hacerme la vida lo mas agradable posible. En este día me dejan ilusión para todo el año. Ilusión de vivir,ilusión de hacer felices a los demás,ilusión de arrancar una sonrisa en esa mirada triste. Me gusta tener esas ganas de seer algo par alguien y que por un momento ver en su cara el asomo una sonrisa

    ResponderEliminar