martes, 10 de enero de 2012

EL VIAJE

Las noticias no eran las mejores, pero el viaje ya había comenzado y, siendo que ya teníamos todo preparado, decidimos iniciar nuestra odisea e intentar llegar a nuestro objetivo.
Todos los que participábamos en aquel viaje sabíamos que nos tacharían por locos, por eso habíamos decidido mantenerlo en silencio; ni siquiera nuestras familias sabían cuál era nuestro destino. Habíamos dicho que nos íbamos a recorrer algún país de la vieja Europa para conocer otras culturas.
Nos informamos del parte meteorológico y, muy a nuestro pesar, anunciaba buen tiempo, cielos despejados y un brillante sol en unos cuantos días. Pero aquello no nos hizo cejar en nuestro empeño y, con alegría emprendimos el camino.
No empleamos ningún vehículo; todo el viaje iba a ser a pie; no nos podíamos arriesgar a que nuestro objetivo se encontrara en algún lugar al que no pudiéramos acceder en coche.
Éramos un grupo heterogéneo de personas: desde niños hasta adultos, desde niñas sumidas en su más tierna infancia hasta hombres que ya peinaban canas.
Días y más días duró nuestro periplo entre montañas, valles y algún que otro pueblecito abandonado. Sabíamos que nuestra dirección tenía que ser el norte y nos guiábamos con una brújula.
Pronto comenzaron a surgir las desavenencias y las discusiones entre unos y otros, hasta que alguien recordaba el motivo de nuestro viaje, y todo parecía volver a la calma.
Fueron días duros. El cielo seguía completamente despejado y comenzábamos a temer lo peor: tener que dar la vuelta sin haber alcanzado nuestra meta.
Llevábamos dos semanas de viaje cuando alguien gritó: "Una nube". Todos miramos al cielo: ahí estaba, diminuta, del tamaño de un garbanzo, pero era una nube. Una sonrisa invadió nuestros rostros; las peleas que cada vez se habían hecho más frecuentes desaparecieron desde aquel día. Aquella nube vino acompañada por muchas más y, al cabo de muy pocos días comenzó a llover. Era lo que todos habíamos estado esperando. 
Ahora ya nadie hablaba de quien comía más o menos, de algo que le había desaparecido de su mochila; ahora todos esperaban que un pequeño rayo de sol asomara entre aquellas nubes. Y lo hizo, y, por fin, vimos nuestro objetivo: ahí estaba el arco iris en todo su esplendor.
Nos quitamos las mochilas y corrimos; queríamos llegar al lugar en donde nacía, porque ahí, según la leyenda, había un caldero de monedas de oro.
Mientras corríamos, nos ayudábamos los unos a los otros: dábamos ánimos al que decía que ya no podía más, cogíamos en brazos a los más pequeños para que no se rezagaran y, entre unos y otros, llegamos hasta la falda de una escarpada montaña imposible de escalar.
Era el final. El arco iris se escondía por detrás de ella. Nunca lo alcanzaríamos.
Y allí estábamos todos, abrazados los unos a los otros, viendo como nuestro final se alejaba, sin darnos cuenta que habíamos alcanzado la meta: ser uno solo; ser felices y ayudar sin pedir nada a cambio; ser personas. Al fin y al cabo, ¿qué son unas monedas de oro en comparación a la felicidad?.

(Frase de Oscar Lázaro Alvarez Felice)

1 comentario:

  1. El dar sentido a la vida es algo que todos sin excepción deberíamos hacer. No pasar por ella desapercibidos,dejándola pasar así sin mas ,sin una pequeña meta que conseguir lograr. No es bueno tampoco el partir en pos de una utopía,pero de una ilusión si,de un sueño por pequeño que parezca. El buscar siempre una meta nos hace ser mejores ,puesto que por su logro(aunque no la consigamos) luchamos y nos perfeccionamos. El estar en paz consigo mismo y quererse no es una meta muy fácil pero si hermosa

    ResponderEliminar