lunes, 5 de diciembre de 2011

MALABARISTAS

Hace mucho tiempo que las personas dejaron de ir a la tienda cada día a comprar la comida.
Ahora solemos ir a comprar cada semana o cada quince días y llenamos el congelador, la nevera y la despensa con todo lo que necesitamos.
Es una buena opción, dados los tiempos que corren en los que no tenemos tiempo ni para respirar.
¿Pero que ocurre cuando vamos a la tienda?
Ha llegado el frío y tenemos que ir bien tapados con el abrigo, gorro, bufanda y guantes. Nos dirigimos hacia la tienda habitual, por lo general un supermercado y ahí comienza nuestro suplicio: nada más abrirse las puertas una bofetada de calor nos derriba y comenzamos a desprendernos de los guantes y el gorro.  Mientras con una mano los sujetamos, con la otra intentamos buscar el euro que nos hace posible coger el carrito que tenemos que llenar de compra.
Comienza nuestro periplo por los pasillos del supermercado, con una mano sujetamos la lista de la compra para que no se nos olvide nada y con la otra vamos empujando el carro, que no sé por qué explicación de marketing tenía que irse hacia cierto lado para que compráramos más, se dirige en todas las direcciones menos en la que queremos.
Mientras todo esto sucede, el sudor ya está cayendo por nuestra frente, así que paramos un momento, guardamos el papelito con lo anotado en un bolsillo, y nos desprendemos de la bufanda y el abrigo. Podemos continuar comprando.
Agobiados por la gente y el calor que tenemos, no nos acordamos de que la "lista" ha ido a parar a un bolsillo del abrigo que nos acabamos de quitar, así que empezamos a rebuscar en el bolso, sacando guantes, gorro, bufanda, etc, etc. De repente, nos acordamos. Otra vez la lista en la mano, el boli en la boca, el carrito que se va llenando, el bolso que se escurre del hombro, el abrigo que se cae y ya no sabemos dónde ponerlo....
Nada puede ir peor, pero sí: llegamos a la zona de congelados. Ahora es cuando volvemos a dejar el bolso encima de nuestro ya repleto carrito y nos volvemos a poner el abrigo; esta vez y, para no liarnos, hemos puesto la lista de la compra en la boca y el boli ha pasado a la oreja: todo un espectáculo de elegancia y femineidad.
Con los zapatos patinando por el peso del carro y su manía de dirigirse siempre hacia las estanterías, el boli en la boca, la lista hecha una arruga y cara de mal genio, intentamos finalizar nuestro periplo.
Por fin terminamos la lista y nos dirigimos a una caja. En todas hay cola y, pase lo que pase, siempre nos pondremos en la que va más lenta, con lo cual comenzaremos de nuevo a sudar. Esta vez ya no nos quitamos el abrigo, aguantamos como heroínas, sudando la gota gorda hasta que, una vez que hemos pasado todos los productos por el lector, vuelven a nuestro carro en bolsas.
Cuando por fin salimos a la calle, respiramos el aire helador del invierno con una gran bocanada. Ya no necesitamos ni guantes, ni bufanda, ni gorro; tenemos suficiente calor acumulado para llegar hasta casa y nos permitimos el lujo de ir con el abrigo desabrochado. Bastante tenemos con la cantidad de bolsas que llevamos y con el puñetero bolso que es incapaz de quedarse quieto en el hombro.
Llegamos a casa y, tras dejar todo sobre la mesa de la cocina, nos sentamos a contemplarlo y pensamos que ahora viene el suplicio de etiquetar y recoger.
Quizá tuvieran razón las mujeres de antes y debiéramos ir a comprar cada día, pero dejaríamos de ser las malabaristas de los supermercados y, sinceramente, es un espectáculo digno de contemplar y, además, gratis.

1 comentario:

  1. JAJAJAJAJAJAJAJA Me río por que eso lo veo todas las semanas,el ir al supermercado es un coñazo,dicen que es mas barato, pero no es cierto. Por que primera en el mercado suele ser algo, mas barato sobre todo las verduras. Ahora eso la comodidad es innegable,vas cogiendo de todo lo que te hace falta y después un montón de cosas de "por si acaso"y cuando ves la lista y el importe entonces si que sudas, pero de angustia y diciendo la semana que viene me gasto menos. Cosa que no es verdad. LO de las cajas es lo mismo que los carriles del coche, a rápido hasta que llegas tu, entonces por una de las reglas de la ley de Murphy es lento ademas a rabiar. En las cajas lo mismo va rápido hasta que llega el de delante de ti. Entonces se le acaba el rollo de la máquina,o una etiqueta no está bien el código no es ese. Entonces a parte de sudar empiezas a recordar todo el repertorio de tacos e incluso siempre inventas alguno. Después cuando ves como va el disfibrilador por si acaso,pagas cabreado,eso sí,pero pagas. Lo cargas en el coche y a casa,Yo vivo en un segundo pero sin ascensor y ahí viene el drama, hay que subir la compra acabando reventado( a mis años).Después guarda envuelve etiqueta Así que ya veis un coñazo

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