viernes, 30 de diciembre de 2011

INOCENCIA ADULTA

¡ Al fin, hemos perdido la inocencia! -exclamó ella excitada-, y sus compañeras asintieron a su afirmación.
La primavera de sus días ya había pasado y el verano había desembocado en un otoño sin tristezas ni penas. No se creían que la vida hubiera pasado tan deprisa, que sus ilusiones de niñas ya hubieran quedado atrás y que ahora debieran afrontar con madurez lo que la vida les ofrecía.
Habían sido un grupo muy unido: siempre cerca unas de otras, compartiendo los buenos y malos momentos, por lo general malos, porque su trabajo no era agradable,  porque sus vidas estaban supeditadas a las de otros, porque quisieran o no, tenían que estar siempre ahí.
Apenas superaban los treinta años y ya se sentían como flores marchitas que nunca van a encontrar el jardín en el que permanecer en todo su esplendor.
Había llegado el momento en el que, por esas cosas raras que tiene el destino, tenían que enfrentarse al mundo por ellas mismas, demostrar su valía, volver a nacer, y, a partir de entonces, vivir.
Mientras preparaban sus minúsculas maletas para alejarse de aquel lugar, cada una soñaba adonde le llevarían sus pasos. Todas temían el momento de separarse; habían sido muchos años de reclusión en aquellas cuatro paredes que ahora iban a ser cerradas para siempre, o quizá no; quizá otras chicas como ellas ocuparían sus camas, sus pequeños armarios con las cuatro pertenencias que tenían y volverían a vivir lo que ellas ahora querían olvidar.
El destino quiso que un cliente, uno de los llamados "habituales" y que había pasado por el lecho de todas ellas, les regalara un décimo de lotería que, a los pocos días, resultó premiado.
Todas podían abandonar ahora ese prostíbulo en el que se habían visto obligadas a entregar su cuerpo a cambio de palizas y amenazas, de silencios por miedo a represalias a sus familias.
Ahora, ese miedo que da la sumisión forzosa, había desaparecido y juntas habían pagado con la misma moneda y ahí, tendido en el suelo, su carcelero pedía ayuda sin ser oído por ninguna de ellas.
"Ahora somos libres, nuestra deuda está saldada, nuestra vida es nuestra y hemos demostrado que si queremos  podemos hacerlo", dijo la más veterana de todas, ¡ Al fin, hemos perdido la inocencia! -exclamó ella excitada-.

(Frase de Intichurin Iskaywari)

1 comentario:

  1. Cuantas mujeres viven en ese sórdido ambiente forzadas por unas circunstancias que las han llevado a esas miserables vidas. Mujeres rotas por un destino aciago que las ha llevado a comerciar con lo mas preciado para ellas,mujeres que han de soportar mil vejaciones para satisfacción de gente que en su casa quizás se las den de algo que no son. ahí se comportan como verdaderas bestias,ultrajando y vejando pues se creen dueños de esos cuerpos por unas monedas. Quizás desde fuera solo veamos oropeles y sonrisas. Pero si supiéramos mirar dentro de esos ojos veríamos las penas y angustias que suelen pasar. Al fin,han perdido su inocencis ¿Pero a qué precio?

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