miércoles, 8 de febrero de 2012

CINCO KILÓMETROS

Cuentan los vecinos que sólo lo veían salir para ir al trabajo; sabían que lo tenía cerca de casa, y que siempre iba andando deprisa. La compra la traían de un supermercado todos los viernes a la misma hora y él la recogía y guardaba para toda la semana.
Siempre fue correcto y educado; acudía a todas las reuniones de la comunidad que se organizaban en el amplio patio de la casa y siempre tenía una palabra amable, una sonrisa y un buen gesto.
Los compañeros de trabajo decían que era uno más entre ellos; no destacaba ni por lo bueno ni por lo malo; quizá lo que sí notaron era que no acudía a ninguna de las comidas o cenas que organizaban; siempre daba una buena excusa, un motivo convincente para no ir.
Muchos se sorprendieron cuando lo encontraron en una red social y vieron que ahí era una persona completamente distinta: era alegre, hablaba con bastante gente y, eso sí, pasaba muchas, muchas horas.
Lo tenían por un bicho raro: no querer ir a una comida con la gente con la que te llevas bien, no quería ni tan siquiera salir al café diario y, había llegado un momento en que ya no le preguntaban y lo dejaban solo trabajando.
Había llegado a tal extremo su soledad, que ni siquiera iba a ver a sus padres que vivían en un pueblecito muy cercano a su ciudad.
En su casa estaba a salvo, ahí nada le podía ocurrir; tenía todo lo que necesitaba para vivir; pero sabía que estaba fallando a mucha gente y aquello le mataba. No era ningún bicho raro, simplemente había encontrado un lugar en el que poder hablar con la gente y no tener que mostrar su rostro, un lugar en el que era comprendido por muchos.
Por la calle se sentía observado, sabía que la gente le miraba con compasión y asco , y eso era algo que nunca había superado y creía que nunca iba a superar. 
Todos los días eran una lucha para él, un reto cada día que se veía incapaz de superar. Se sentía abandonado por muchos que conocían su problema y le decían que eso eran tonterías, a lo que él siempre contestaba: "Si tienes vértigo, tírate en paracaídas, eso es lo que me ocurre a mí".
Aquel accidente que desfiguró su rostro había ocurrido hacía años: estaba borracho y se dirigía a casa de sus padres cuando un animal se cruzó en su camino y, tras frenar bruscamente, salió despedido por la luna delantera desfigurando su rostro para siempre.
Decidió continuar con su vida y olvidar a aquellos que no querían entenderle y, cada día, siguió haciendo su pequeño esfuerzo: llegar hasta la esquina, cruzar la calle, avanzar un poco más,...; sabía que iba por el buen camino, pero que tantos años de sufrimiento anteriores le costaría muchos años de esfuerzo diario.
Siguió y siguió y llegó el día en que consiguió hacer un viaje: cinco kilómetros lejos de su casa, su antiguo hogar, su meta, su felicidad, aunque para entonces ya no hubiera nadie en ella.

2 comentarios:

  1. Hay veces las mas que la sociedad es cruel con las pewrsonas con algún defecto,lo digo por experiencia,y la burla o el menosprecio es algo que se se palpa. Yo por eso odio los motes. Desde aqui un abrazo a todos aquellos que se sientan solos por un defecto fisico o mental

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  2. Creo que el tema está en conseguir tu propio espacio, en donde te puedas sentir confortado y bien contigo mismo. Aspectos exteriores y demás no dejan de ser algo secundarios. En cuanto a la soledad no hay vuelta atrás: conforme nos vamos haciendo mayores, nos vamos quedando más solos. Es, casi, ley de vida...

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