lunes, 20 de febrero de 2012

EL VENDEDOR

En la amplia explanada todos los vendedores gritaban para que la gente se acercara a ver sus productos. Algunos puestos estaban llenos de gente y los objetos eran manoseados por unos y por otros; por lo general, casi todos eran curiosos que habían ido a pasar la tarde del domingo simplemente por hacer algo distinto.
Sin embargo, su puesto estaba vacío. Los que pasaban por él se miraban incrédulos a lo que decía el cartel y, tras leerlo, continuaban su camino con una sonrisa.
Seguramente era una novedad lo que ofrecía y, a veces, las novedades no gustan, pero en su caso sí. Era curioso ver como en aquel mercadillo tan repleto nadie se paraba en su puesto más que el tiempo justo para leer y marchar contento.
Había llegado a primera hora de la tarde, todos los demás vendedores ya estaban llenando sus puestos con las mercancías que habían traído y las colocaban primorosamente para que fueran más atractivas a los ojos del público que, en breve, iba a llenar la explanada. Tras sacar una vieja silla plegable se sentó y, apoyado en sus piernas, colocó un cartel en el que se podía leer: "No vendo nada, pero sí me sonríes yo también lo haré y los dos seremos felices".
Algunos pensaron que era un loco, otros que seguramente habría escondido algo detrás de aquella proposición. Lo que nadie sabía es que había venido desde muy lejos, desde una ciudad remota en la que había dejado una casa enorme llena de riquezas pero vacía de sentimientos y que había decidido buscar la felicidad donde quiera que estuviera. Y no estaba lejos, en cada persona que pasaba a su lado, en todo aquel que leía su cartel, en cada sonrisa que le mostraban y que él correspondía. No vendía nada, no gritaba nada, simplemente sonreía y hacía sonreír, algo difícil en cualquier día normal de las ajetreadas vidas pero fácil de encontrar en quien menos se piense.

1 comentario:

  1. En la época que estamos, si cada uno de nosotros lograramos arrancar una sonrisa de la gente, veríamos que el mundo era mucho mas hermoso ya que las personas cuando sonrien de verdad saca lo mas bonito de su interior. Hace algún tiempo me mandaron un e-mail, donde en una ciudad había un muchacho primero y mas después, con un cartel que decía. Dáme un abrazo,la gente al principio se mostraba renuente pero en cuando una o dos personas lo hicieron las demás fueron dando y repartiendo abrazos. Hace unas fechas ocurrió en una de las calles mas concurridas en los días de fiesta de mi ciudad habían varios muchachos y muchachas con los brazos abiertos y sonrisas francaas abrazando a gente (yo me acerqué a una linda muchacha y no me dejo mi mujer ) ,me conformé con un muchacho pero le dimos uno de los abrazos mas entrañables que he dado nunca, pasé el resto del día feliz. Inmagino sería por esa circunstancia. No es tan decabellada esa idea,aunque sea de Pilar hagamosla nuestra, repartamos sonrisas y abrazos a la gente. Los haremos sentir mejor a ellos y a nosotros tambien. Gracias Pilar por mostrarnos el camino

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