jueves, 17 de mayo de 2012

EL PINTOR

Todos los días cogía el caballete, el maletín con las pinturas y los pinceles, el lienzo en blanco y su taburete y salía a la calle en busca de la obra perfecta, esa maravilla que pudiera ser catalogada como la mejor obra pictórica del mundo.
Cada día elegía un sitio distinto de la ciudad; una plaza, un parque, una calle. Algo en su interior le decía que aquel iba a ser el gran día, que por fin, iba a poder reflejar en su lienzo lo que llevaba años buscando.
Llegó a una pequeña plaza con columpios y, tras preparar todo su material, se sentó en su taburete a esperar. Veía pasar a las personas y miraba sus rostros; ninguno le convencía, en todos había algo que no terminaba de gustarle. 
Estaba preparado con la plumilla en la mano, siempre le habían dicho que sus dibujos a plumilla eran maravillosos, que sabía captar la realidad de las cosas, pero por momentos la plumilla se secaba, no encontraba ese rostro que quería dibujar.
Al cabo de un rato comenzaron a llegar niños a jugar, "de ellos podré sacar lo que estoy buscando", pensó y se dedicó a contemplarlos. Todos sonreían, todos jugaban y gritaban, todos eran felices, pero cuando intentaba plasmar esa felicidad aparecían los padres con el típico "nos vamos a casa", aparecían las discusiones con los otros, aparecían las caídas, y los rostros de esos pequeños se tornaban tristes. Ya no podía continuar su obra.
Pasó todo el día esperando ese momento mágico con el que llenar el lienzo; seguía ilusionado, esperanzado porque sabía que algo iba a ocurrir. Y así fue, una chica vestida de blanco pasó por delante de él; iba sola, sonreía a la nada, sus ojos estaban llenos de vida y caminaba absorta en sus felices pensamientos.
Entonces se dio cuenta, recogió todos sus enseres y se fue a su estudio. Sobre el lienzo en blanco dibujó en una esquina una pequeña sombra grisacea de una persona y firmó. El resto del cuadro estaba en blanco.
Cogiendo un pequeño papel escribió: "la felicidad está en cada persona, en su camino, en su risa, en ese blanco esperanzador que todos tenemos pero que pocos vemos". Lo colocó junto al cuadro y sonriendo se fue a descansar. Había encontrado la imagen perfecta de la felicidad.

Para Fernando Alvira Banzo, gran pintor y el profesor que intentó enseñarme a dibujar y nunca lo consiguió porque no pudo luchar contra los genes y mis malas artes.

2 comentarios:

  1. Felicidades por el blog! muy interesante!! recomiendo visitar : http://sacalonoeseso.blogspot.com.es/

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  2. La verdad es que nos asomamos al parque de nuestra vida, esperando plasmar algo de lo que podamos sentirnos, para decirle a los nuestros ¡ Mirar ésto !!. Sin dárnos cuenta de que lo que intentamos es una utopía. Que es imposible plasmar nuestros pensamientos,sentimientos,en un lienzo. Dejamos pasar cosas cotidianas que si son las que hacen en su conjunto hacernos sentir mas felices.Pero vivimos tan deprisa que nos vamos. Mohinos mos vamos por no haber conseguido ese día alcanzarlo.¡Quizás mañana lo logremos !

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